Hay personas inteligentes, y personas tontas.
Decía Gracián que son tontos todos los que lo parecen, y la mitad de los que no lo parecen. Como siempre, Gracián estaba muy acertado.
Pero hay una categoría intermedia, o incluso superior, los “listos”, de los que en España andamos muy sobrados.
El listo es, en mi modesta opinión, la persona práctica, que busca siempre el atajo, la forma más rápida de conseguir sus objetivos, eso sí, con el mínimo esfuerzo posible.
Son, por ejemplo, y con ánimo de señalar, la esposa de un presidente del gobierno que dice ser “licenciada en marketing”, cuando solo ha hecho unos cursillos en una academia privada, de esas que te dan un diploma que sirve para colgarlo en el comedor y hacer bonito, pero nada más
O un presidente del gobierno que es doctor en economía, por supuesto en una universidad privada, y aunque todos sepamos cómo ha obtenido el dichoso “doctorado”.
También una ministra socialista que no refleja en su declaración de bienes el suntuoso chalet que posee, en régimen de gananciales con su marido, y valorado en más de un millón y medio de euros… ¡Pero como ella es socialista -¿o debería decir socialisto?-, no quedaría bien!
O la arpía, en la acepción cuarta del diccionario de la real academia de la lengua española, no en la segunda, que todavía es ministra de justicia, aunque todos sabemos que está más desacreditada profesionalmente que su íntimo amigo Garzón, que ya es decir.
O Pedro Duque, un cara, que aunque es astronauta, pisa tierra con firmeza, y pone sus propiedades inmobiliarias a nombre de una sociedad instrumental, para deducirse fiscalmente numerosos gastos y pagos, cometiendo un fraude fiscal de libro (por mucho que la sectaria ministra de hacienda, que no tiene ni puta idea del asunto, salga a priori a decir que su amigo y compañero de gabinete no ha cometido fraude alguno. ¡Faltaría más!). Pero, eso sí, como lo hagamos usted o yo, nos joden vivos, y sino que le pregunten a una buena cantidad de escritores, artistas, etc., que han tenido que pasar por las horcas caudinas de la inspección de hacienda, con resultados funestos.
En definitiva, España es ansí. (La expresión existe, aunque está en desuso, pero a mí me gusta. Me parece muy barojiana).
Este es un país de atajos, de caminos rápidos, como buenos mediterráneos.
Aquí odiamos el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio, el perder las horas, los días y los años estudiando, preparándose, formándose…
¿Para qué tanto esfuerzo si hasta un maestro como Ábalos, que por cierto creo que no ha dado clases en su vida (lo que es muy de agradecer), es Doctor por la Universidad de San Pedro (Perú)?
En su caso Honoris Causa, es decir, de regalo.
Ignoro como lo consiguió, o cuánto le costó, o más bien nos costó, y es posible que tenga que ver con su gestión como “Responsable del Programa de Cooperación Internacional del Gobierno de Valencia”, de 1989 a 1992, supongo que con rango y sueldo de Director General, por lo menos.
(Por lo menos Ábalos no se dedicó a comprarse pisos y locales con el dinero destinado a la cooperación, como hizo el responsable del PP del mismo negociado…, al menos que se sepa).
En definitiva, estos son los bueyes con los que tenemos que arar.
Vamos a ir retratando, pues, con la ayuda de Dios, y sin ánimo peyorativo alguno, sino meramente descriptivo, a un buen grupo de “listos” españoles, en la seguridad de que no estarán todos los que son, pero si serán todos los que estén.