El último romance fílmico irrumpió hace pocas semanas en las grandes pantallas españolas, y yo acudí a verlo. Un Di Caprio rejuvenecido acompañado de la sosa Carey Mulligan bailan abrazados los acordes de un jazz que agoniza en los felices años 20. La gran manzana vuelve a resplandecer ante el lujo, los diamantes y los Ford descapotables. El clásico de Scott Fitzgerald “El Gran Gatsby” regresa, y no sabemos cuándo se irá.
Jay Gatsby irrumpió en América en 1925, y la desgracia de un hombre que quería retroceder en el tiempo no impresionó. Tal vez porque retroceder era por entonces volver a la guerra, o porque la gente tenía más cabeza y lo pasado, pasado está. Pero esos ideales de la reconquista del tiempo perdido y la eterna juventud siguen atrapados tras los barrotes de la carátula, y triunfan casi cien años más tarde en una sociedad similar a la que tras toda aquella felicidad se desencadenó. El sueño americano, aun cuando brillan testimonios de su fracaso, sigue esperanzando al hombre, porque: “el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra” decía no sé quién… pero lo decía.
Y es que Gatsby es un misterio, un hombre que se inventó a sí mismo, como todos esos ejecutivos que a las nueve desayunan en el Gran Hotel esperando no se sabe qué para estirar el brazo y atraparlo. Jay es cualquier hombre cuarentón, aunque se bauticen ahora como “los nuevos 30”, que al mirar a sus espaldas, ve vacía la estela de su vida. Un hombre a caballo entre la clásica vida burgués inglesa y la riqueza americana que se hace realidad bajo la apariencia de un pisito en la gran manzana donde nuestro mayor problema sea con jugar al quién golf. Tiene gracia que Fitzgerald tardara en triunfar hasta los 60, y ahora se recupere. España, con los ojos fijos en Estados Unidos, anhela llenarse de esos “Mad Men” y “Gossip Girl” que desfilan por el canal Divinity todas las noches. Hombres y mujeres cautivadores, ricos, seductores, y sin preocupaciones, pero cuyas vidas, al verse frente al espejo, se escapan de sus manos como un suspiro al vacío.
Gatsby ha entrado en nuestras casas para pasar la tarde frente a la gran pantalla, contándonos su historia, su triste pasado y su no mejor futuro. Simplemente esperemos que después, como las series americanas al final de temporada, se vaya.