A decir verdad por propia voluntad nunca hubiese ido a ver la película de
Hannah Montana. Fui prácticamente arrastrada de la mano y el entusiasmo de mi hija y el de algunas de sus amigas.
Fans incondicionales y fieles se agolpaban en la cola del multicine esperando ansiosos entrar.
Con una bolsa grande de palomitas dulces y una botella de agua, me acomodé y esperé a que comenzara la adaptación cinematográfica de la famosa serie televisiva, después de ver varios trailers de otras películas que en breve van a estrenarse.
Realmente lo que se cuenta en la película es prácticamente lo mismo que ocurre en la exitosa serie estadounidense: Los malabarismos que tiene que hacer Miles Stewart (una joven normal de Crowley Corners) para compaginar su vida privada y su vida de estrella del pop, sin ser descubierta.
De los 102 minutos que dura la película, los primeros de ellos empezaron a aburrirme con escenas donde la protagonista se nos desvela como una adolescente caprichosa y altiva que se pelea con una modelo famosa por un par de zapatos (momento que es captado por un objetivo y publicado en un periódico) y que disgusta considerablemente a su padre, echa a perder la fiesta de cumpleaños de su mejor amiga y desobedece a su progenitor en reiteradas ocasiones.
Pero finalizadas esas escenas, Robby Ray Stewart, se da cuenta que su hija está perdiendo el norte y necesita devolverla a la realidad.
Pese a que ella quiere ir a New York con su representarse y perderse la fiesta de cumpleaños de su abuela, su padre la aparta de California y se la lleva a donde están sus raices, a Tennessee, y desde momento es cuando la película empieza a interesarme y a divertirme y donde comienzo a disfrutar de los momentos musicales.
Aunque al principio, Miles Stewart, quiere marcharse de la granja, a toda prisa, y recuperar su vida como Hannah Montana, ocurre un acontecimiento mágico:
El momento en que reencuentra con Travis Brody, un amigo de la infancia.
Travis, es un joven autentico, muy maduro para su edad y con mucho ángel.
Una persona que no se obsesiona con el futuro, que vive el momento presente sacándole el máximo partido, y eso es precisamente lo que hace que la protagonista se enamore de él.
Le enseña algo muy importante a Miles Stewart, que jamás podría haber aprendido Hannah Montana.
Le enseña que lo importante en la vida no es la rapidez con que vas a llegar a los sitios, ni lo que te está esperando al otro lado, lo realmente valioso es
EL ASCENSO – “The Climb”.
Por que siempre habrá otra montaña que vas a querer que se mueva, siempre habrá una batalla difícil que vas a peder, y hay que ser fuerte y seguir adelante, por que aunque te golpees no te vas a romper.
Hay que seguir intentado subir la montaña y mantener la fe en tus sueños…
Para mi ese ha sido el instante más conmovedor e interesante de la película y por el que ha merecido la pena verla, aunque entiendo perfectamente que los temas musicales y las escenas de comedia y familiares hayan hecho las delicias de much@s seguidores de la cantante.
No es vano cuando la película se estrenó el diez de abril en los Estados Unidos y en Canadá, su primer fin se semana, recaudó la más que considerable cantidad de sesenta y ocho millones de dólares.