Hoy todos y todas se han levantado asustados, el Gobierno propone la jubilación a los 67 años. Aquellos que sueñan con librarse de trabajar “lo llevan claro”.
Desde bien temprano a la mañana tuve ganas de escribir algo al respecto. Sé que muchos se están rasgando las vestiduras, otros tantos aprovechan para tirar piedras al tejado del Gobierno, algunos se resignan a “tirar palante” y aceptar el envejecimiento de la población. Hay muchas formas de reaccionar a esta noticia, pero no podemos negar muchas cosas. Una de ellas es que la sociedad está en continuo cambio y muchas veces nos cuesta aceptar que las cosas no sean siempre iguales, me explico. Existe la tendencia humana a juzgar el pasado y el futuro con los ojos del presente. Las cosas cambian, queramos o no. Vivimos mucho mejor que hace años y mucho más que hace siglos. Hemos perdido muchas cosas buenas del pasado, seguramente, pero tenemos una calidad y esperanza de vida que, tal vez, es la responsable de que tengamos que ir pensando en trabajar más años.
Vivir más tiempo hace que tengamos que pensar esos años de nuestra vida, qué hacer con 70, 80, 90 años. La sociedad tiene que hacer frente a los gastos sociales y sanitarios de un gran número de personas que quieren vivir con calidad y que tienen derecho a ello. Es por eso que considero muy importante que no sólo hagamos al Gobierno responsable de pensar en estas cosas, en el futuro, en nuestros años futuros. También creo que es fundamental que cada uno de nosotros piense en su propio futuro, en cómo quiere vivir los próximos años y cómo tiene que hacer para ello. Estamos educados para que sea otro el que nos “solucione la papeleta” y así nos va. Pensar en atrasar la jubilación puede estar bien en unos casos y puede estar mal en otros. Pero lo que es cierto es que tenemos que empezar a pensar de otra forma el trabajo.
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente” y aquí estamos todos sudando la gota gorda por un poco de pan, un jersey de marca, unos zapatos buenos, unas vacaciones, un televisor de plasma. Con tanto sudor y tanto sufrimiento no queda otra que querer escapar de ese castigo y anhelar una “primitiva” o la deseada jubilación. Pero ¿por qué pensar así? El poeta cubano José Martí escribió: “La felicidad sólo puede hallarse en el camino del trabajo” y con esa frase como bandera vivo, y siento que trabajar no es mi castigo, sino mi medio de realización personal. Me identifico tanto con mi trabajo que es mi vida, mi identidad. Aunque a muchos les moleste que mi profesión sea sinónimo de mi nombre, que piense en trabajar hasta los 100 años, que quiera conseguir mi libertad, comprándola, aquí estoy, pensando que 67 años no son nada. Que hay que vivir la vida plena, yendo cada día a trabajar con la alegría de quien transforma su egoísmo en un producto social.
Podrán entenderme o no, no me importa. Lo que tengo claro es que nadie regala la felicidad. Que es algo que cada uno tiene que conseguirse, aunque no sé si ser feliz es lo que más interesa.