En el limbo Sartre y Leibniz
discuten la bondad del mundo.
Cae la tarde triste y la ceniza
del cigarro me ensucia la corbata
-grises átomos, materia contundente,
este polvo que serán tus huesos.
Santo Tomás combina su infinito
ábaco de piezas desmontables.
El café me quema la garganta
y maldigo, impío, a quien lo hizo.
Spinoza en su latín celoso
recuerda que todo es Uno y Falso.
Ya te dije que dolor es la existencia
y combustión, su íntimo latido.
Con cara de sepulturero, Heidegger,
enarbola su ser-para-la-muerte.
Tanto circo metafísico distrae
la modorra de esta tarde.
Abejorros ilustres, zumbonas calaveras,
huecas palabras sin mundo…