A tres horas de autobús desde HuÁ¨, pasando por Da Nang, la ruta a HÁ´i An nos acerca al Vietnam de playas con arenas blancas y sosiego al lado del mar. Ruta de turistas en busca de sol, diversión, comida y exotismo peculiar. Futuro refugio de ricos solitarios y solícitas parejas de recién casados.
La pequeña ciudad de HÁ´i Dan remonta su existencia al siglo I cuando su puerto era el mayor del sureste asiático y se la conocía como Ciudad de Champa. No extraña pues que su comercio a través de los siglos atrajese a comerciantes chinos y japoneses primero e indios, holandeses. españoles y franceses, en los siglos XVI y XVII. La desembocadura del río Thu Bon le concede una situación estratégica y su atractivo ambiental pervive para la nueva forma de comercio que es el turismo. La mezcla de culturas que asoma por las fachadas centenarias del caso histórico le concedió el honor de ser Patrimonio de la Humanidad y los visitantes extranjeros deambulan por las calles sin coches, territorio de motos y bicicletas aunque en mucha menor medida que en otras ciudades de Vietnam. Restaurantes, tiendas, toda la atmósfera nocturna se tiñe del rojo de la luz de miles de faroles rojos. La frescura del río que discurre hacia el inmediato mar que lo espera y la penumbra tejen esa calma especial que sólo tienen los pueblos de litoral.
El monumento más notable es el llamado Puente Japonés, construido en madera en el siglo XVI y que servía de limites entre el barrio japonés y la otra mitad de la ciudad. Las calles están llenos de farolillos que cuelgan de las fachas y la invitación al paseo es obligatoria. Los mercados con pacientes mujeres sobre minúsculos taburetes y las flores impregnando el paisaje con sus colores. Pero sabíamos de la fama de los sastres y costureras de HÁ´i Dan. Son capaces de confeccionar cualquier prenda. Buena ocasión para encargar regalos para la vuelta a casa. La seda es una tela confortable que aún hoy día nos trae recuerdos de las manos que la cosieron.
Hay tres platos que no se deben de dejar de probar llegados hasta aquí. El cao lau, espectaculares fideos gruesos con cerdo y verduras; hoanh thanh, que son una empanadillas fritas rellenas de carne a modo del wan tun chino o los langostinos rebozados con masa de arroz hervido al vapor. Se encuentran en cualquier restaurante o casa de comidas. Por la gastronomía se conoce a los países. La de este lugar habla de tradición milenaria.
Al día siguiente alquilamos unas motos para recorrer los cinco kilómetros que separan a HÁ´i Dan de su playa, de Cuan Dai. Inmensos campos de arroz escoltan el camino hasta ella. Es una playa con palmerales, aguas esmeraldas y arena blanca. Solitaria porque los vietnamitas no gustan del sol por su piel pálida y todavía las nuevas hordas de hamacas y sombrillas no han llegado en numero suficiente para romper la magia que protege al paraíso. El Mar de China nos recibe con acento tropical. La tarde y el poniente atrae a los vietnamitas hasta la orilla y la playa se convierte en una fiesta de juegos y paseos. Treinta kilómetros de playa nos separan de Da Nang. Toda una tentación para el negocio inmobiliario y hostelero. Una cena con marisco recién pescado en la propia playa es otra de las posibilidades que sólo hay que pedir.
Fotos: Juan Mateo Piera