Paco tenía seis cuerdas en cada mano y,
cinco dedos su guitarra. Á‰l era la caja,
el mástil, el diapasón, la cejuela, el traste,
el clavijero y ella, el cuerpo. Á‰l, el instrumento y
ella el instructor. Tocaba, y cuando lo hacía,
era él quien sonaba. Era él la música.
De él salía el sonido cuando ella lo tañía.
En su austera boca resonaba los arpegios de su guitarra.
Ella, su guitarra, era dura con él, estricta, yo lo veía.
Y él sonaba mansamente a música en cascadas.
Flores de primavera brotaban de sus cuerdas cuando se amaban.
Dialogaban juntos, juntos se enfadaban.
Convivían en la misma casa, ella a él se ofrecía y
él a ella se entregaba. Se les veía volar sentados
en su silla, aislados en su mundo los dos.
los dedos de ella en sus cuerdas melodías le susurraba.
Y él, obediente la acompasaba. Eran dos que se solapaban.
Que se confundían. Que se tocaban. Tal vez la guitarra
a Paco de Lucia o quizá Paco de Lucía a su guitarra.
No sé decirlo ni creo que haya nadie que me lo aclarara.
Si él era la música, entonces, entonces estará en el aire.
ahí habrá que buscarlo. En las lágrimas de su guitarra.
En sus canciones. En la primavera
cuando florezca el naranjo o cuando alguien toque entre Dos Aguas…