“Que el desempleo no pueda con usted”
Ante cualquier situación, y no es diferente la búsqueda de empleo, uno de los obstáculos para la gestión emocional es “Quererlo ¡YA!”. Dicho de otro modo: tratar de hacer algo, sea lo que sea, para “quitarse la emoción” displacentera. Y esto, suele resultar contraproducente, ya que tal y como señala Jung: “A lo que te resistes, persiste”. De que sirve resistirme a mi nueva situación de desempleo?. Es preferible dedicarse a “cooperar absolutamente con lo inevitable”, y no alimentar pensamientos tóxicos.
Cooperar con lo inevitable implica actuar con serenidad y conscientemente en la consecución de los objetivos personales, no malgastar energía en inútiles sentimientos de culpa, ni resentimientos estériles. Actuar sin resistencia, ya que actuar es el único modo de dejar patente que estar parado no es igual a estar inactivo. No encontrar un trabajo en los tiempos deseados, no es el fin, no constituye una derrota vital, debería contemplarse como una situación “incómoda” a la que enfrentarse.
Por muy desagradables o displacenteras que nos resulten las emociones derivadas de una situación de desempleo, es importante saber que no son “emociones malas”, ya que las emociones no tienen una connotación moral, únicamente nos informan de necesidades, y cuando se avanza hacia donde se necesita, el “sistema emocional” felicita a quién lo hace con emociones placenteras. En cierto modo actúan como brújula o guía de comportamiento, pero antes es necesario transformarlas.
Otro tema a tener en cuenta cuando nos enfrentamos a una situación de desempleo, es la necesidad de salir del “área de comodidad”, del área conocida. Algo que siempre puede dar vértigo, pero uno ha de entender que en la vida laboral de una persona, puede y debe haber cambios, de especialidad e incluso de actividad o de sector: “Reinventarse a uno mismo” e incluso aceptar que hay que construir sobre otros pilares, son ideas que no conviene rechazar.
Nunca se debe de perder de vista que la resistencia psicológica, es un factor clave en la búsqueda de empleo. Maslow define el concepto “brecha continental”, y afirma: “el estrés divide a las personas en dos grupos: las que desde el comienzo son demasiado débiles para soportarlo y las que son suficientemente fuertes para enfrentarse a este mismo estrés, de modo que si lo logran, les fortalecerá, les atemperará y les hará más fuertes”. Una situación de desempleo puede ser vista como una oportunidad para hacerse fuerte, en vez de cómo una amenaza limitadora o debilitadora. Saber aguantar el golpe que supone una situación de desempleo, es reflejo de resistencia psicológica.
Ante una situación como el desempleo, que puede ser interpretada como un acontecimiento desestabilizador, la tentación es erigirse como víctima, y quejarse, máxime cuando las víctimas obtienen la compasión de los demás, y no evitan la autocompasión. Lo difícil, pero quizá lo más útil, y siempre lo que más nos aproxima al concepto de felicidad, es avanzar aprendiendo de lo que la vida pone ante uno, y responder o responsabilizarse de lo que “hay de uno” en la situación que le ha tocado vivir. Responsabilizarse no es culpabilizarse, responsabilidad implica aprender de lo que toca vivir.
Enfrentarse a la nueva situación desde el victimismo, es tanto como atarse un bloque de plomo en los pies y “arrojarse al mar”. Una actitud así bloquea la acción proactiva y reactivamente me tumba en el sofá a esperar que suene el teléfono con “la oferta de empleo” que me saque de donde me encuentro.
Me gustaría acabar esta tercera parte del artículo con una reflexión de Christopher Lash, (“In defense of shame”, The New Republic, 10 de Agosto de 1992): “¿Hace realmente falta señalar, a estas alturas, que las políticas públicas basadas en un modelo terapéutico del Estado han fracasado miserablemente, una y otra vez? Lejos de fomentar el respeto a uno mismo, han creado un país de personas dependientes. Han dado lugar a un culto de la víctima en el que los derechos se basan en la muestra de toda la serie de daños infligidos por una sociedad egoísta. La política de la “compasión” degrada tanto a las víctimas, reduciéndolas a objetos de pena, como a sus supuestos benefactores, que consideran más fácil apenarse de sus conciudadanos que someterlos a normas impersonales, cuyo logro les haría respetables. La compasión se ha convertido en la cara humana del desprecio”.