Cultura

Inútil. Una exposición para el pensamiento… útil.

Sopa

Soy poco tendente a las galerías de arte, muy conservador en cuanto a producciones plásticas se refiere y poco menos que enemigo del hipismo que rodea ciertos ambientes de creadores. Sin embargo tenía buenos motivos para visitar la exposición «Inútil» en el Espacio Menosuno.

Conocía la obra del fotógrafo Antonio Carralón antes de visitar la sala, he de confesarlo, y sabía que la apuesta tenía poco de arriesgada.

El tema de la exposición, que aglutinaba a varios autores a pesar de las reducidas dimensiones del lugar, algo pactado democráticamente, era el adjetivo «Inútil». Esto era ya un buen comienzo. Soy un escritor enamorado del siglo XIX, de los barroquismos descriptivos y de la utilización -tan poco frecuente hoy- de los adjetivos. Pero, además, éste en concreto contiene o puede contener un análisis objetivo tanto como un insulto o menoscabo. La inutilidad es algo que se presupone de muchos políticos, abogados, funcionarios… es algo que se atribuye a miles de utensilios que nadie sabe muy bien por qué se han inventado y para qué funciones (como ciertos mecanismos llamados, no sin recochineo, «abrefácil»)… es un concepto que se extiende como una mancha de aceite a todas las esferas de la vida, pero mucho más complejo de lo que puede parecer a primera vista.

Lo que otros tiran porque no les resulta útil es rescatado por aquellos para quienes puede contener propiedades esenciales hasta el punto de llegar a hacerles la vida más feliz (aunque esto para algunos tendría una utilidad relativa) o más fácil. Lo que está roto puede ser empleado nuevamente: basta con recordar los pedazos de azulejos reutilizados por Gaudí. En definitiva: «La piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular».

Salchichas

Por lo tanto encontrar la esencia de la inutilidad no es tan sencillo ni tan simple como pueda parecer a primera vista.

Los autores allí reunidos utilizaban perspectivas y técnicas muy diferentes para abordar este discurso: desde fotografías que parecían movimientos de la luz, desordenados y angulosos; hasta ¿bombillas? colgadas del techo sin cable eléctrico que las alimentara de corriente, pero «vestidas» con los más imaginativos «trajes»; pasando por conceptos políticos que no comparto (trasnochados, desde mi punto de vista, y por tanto «inútiles» en un camino diferente al propuesto por el artista).

Dejando de lado que las bombillas, lo fueran o no, me parecieron entretenidas, divertidas e incluso hermosas, y que su utilidad podría ser decorativa (y si esta no es una utilidad a ver qué hacemos con Leconte de Lisle y el ‘arte por el arte’), me centré en la obra de Carralón, mucho más profunda de lo que pudiera parecer en un primer acercamiento.

La imagen inicial que el artista tenía pensada para esta exposición era la de una gran rueda de camión pinchada. Sin embargo, una semana antes del evento una idea cruzó su mente y realizó una sesión para finalmente colgar las tres imágenes que adornan este artículo. La inutilidad de los cubiertos viene dada no por los objetos en sí mismos, perfectamente válidos para millones de occidentales, sino por su relación con la comida con la que se los ha reunido en la fotografía. Y ahí es donde radica la gran diferencia. Si bien una rueda pinchada puede ser producto de la casualidad, una inutilidad provocada por una caja de clavos que un transportista anterior dejó caer sin percatarse, el autor ha relacionado, intencionadamente, los cubiertos con comidas para las que resultan poco idóneos. Ha sido la voluntad del hombre la que ha vuelto inútiles las herramientas perfectamente válidas, y por lo tanto contiene una crítica social y política al uso que hacemos de lo que nos rodea e incluso de la propia vida. ¿Cuántas veces nos empeñamos en emplear lo menos adecuado, lo más incómodo, lo menos aconsejable o incluso lo contraproducente para llevar a cabo nuestra tarea? A veces por desconocimiento de otros medios, a veces por obcecación, a veces por pereza. Pero la inutilidad radica en nosotros, y no en la cosa en sí.

Macarrones

En definitiva las fotografías, de técnica correcta (no soy un especialista para analizar esta parte de la obra), provocan una reflexión más allá de lo evidente que ayuda a reconsiderar el adjetivo “inútil” en gran parte de su extensión y de su relación con el ser humano.

Brillante.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.