En el poema titulado «El emigrante», escrito por John Berger, se discute un tipo diferente de diáspora que saca a la persona humana del contexto geográfico, raigal y emocional, que conoce y lo lleva a una experiencia nueva que puede, no sólo herirlo, aniqularlo. El narrador, crÃtico de arte y poeta inglés (John Peter Berger, n. 1926), incluye este texto en la antologÃa poética «Páginas de la herida »(Colección Visor de PoesÃa, 1995), bellas traducciones se rexto que tienen interés social.
Seleccionamos un texto que nos vincuka a otro de sus libros, Puerca tierra, investigación sobre un modo de vida del que piensa que tardará menos de un siglo en desaparecer, la vida campesina. De hecho, el campesino es el inmigrante por excelencia, el menos capacitado para la vida en las ciudades y, por la simpleza de su carácter, el menos perverso para sobrevivir y copar con los desafÃos culturales de su adaptación a las metrópolis.
Con este proceso migratorio interno, el paso de la vida rural a la urbana, Berger hilvana un texto literario de la calidad y sugestividad que aquà se transluce. La primera década del 2000 ha hecho el nombre del londinense familiar al público lector hispánico, ya que su obra se ha ido traduciendo al español y al gallego y ediciones de recientes libros como La forma de un bolsillo (Ediciones Era, 2002) y Aquà nos vemos (Alfaguara, 2005) han entrado a nuestro mercado.
Antes de explorar gozosa y crÃticamente en el poema, indicaré que éste parte de una tesis que sirve de epÃgrafe al texto:
<blockquote>(…) La emigración no sólo implica dejar atrás, cruzar océanos, vivir entre extranjeros, sino también destruir el significado propio del mundo y, en último término, abandonarse a la irrealidad del absurdo. (…)
Nos va a demostrar ésto con su lenguaje poético, pero, aún sugerida la ‘irrealidad de lo absurdo’ con la imaginerÃa verbal de su construcción, el texto es una hilación de motivos de nostalgia. Este sentimiento lo va hilando todo, desde el pueblo descrito en el primer fragmento, la noción de ruralÃa saqueada, la partida, el arribo a la metrópolis, el contacto industrial, la visión del puerto, la evocación de la ausencia y el bosque que una vez conociera. ¿Por quá, aún cuando nos presenta un signo del desarraigo y la absurdez que la emigración origina, no presscinde de la nostalgia? Tal vez tengamos la respuesta en lo que Miguel Angel Criado, nos informa en un escrito, publicado en Madrid en Madrid el 20 de diciembre del 2008:
Los expertos de las cuatro universidades apuestan por la nostalgia como mecanismo para atacar varios trastornos psicológicos. Ante el choque que sufren los inmigrantes en una cultura que no es la suya, podrÃa usarse como medio de integración. Al promover la salud psicológica, facilitarÃa la tarea de la integración cultural, explican. La añoranza es un sentimiento universal que, lejos de perjudicar, tiene efectos psicológicos y sociales positivos. […] En general, las personas que recurren al recuerdo nostálgico también tienden a un estado y actitud más positiva ante la vida. […] Mirar atrás con nostalgia no es un sentimiento debilitador, sino una actividad muy saludable. Tanto, que las personas más fuertes psÃquicamente, las primeras que se rehacen tras un duro golpe, la usan como mecanismo de recuperación. Entre sus beneficios se encuenttran una mayor felicidad, combate de la soledad y alivio de la exclusión social.</blockquote>
Una sorpresa que revelaron los estudios es que la nostalgia, asociada tradicionalmente a los pusilánimes, es un recurso habitual de los fuertes. Una serie de pruebas a 193 trabajadores de ambos sexos de una factorÃa china mostraron que aquellos más adaptativos, los primeros que se recuperan ante una desgracia, eran los que más recurrÃan a los recuerdos nostálgicos. [Miguel Angel Criado: «La nostalgia, arma contra la soledad y la exclusión social»].
El primer tópico que John Berger nos trae a consideración es un apetito devorador que incide sobre los actuales pueblos. La necesidad, razonable o no, por provisiones de alimentación y por edificar albergue, «todas las casas», es comparada con hacer agujeros en las rocas y no dejar nada que no sufra este desgaste, o voracidad depredatoria en el mejor de los casos. En este trozo de poema, flota como un callado fantasma el sentido aristotélico de que la historia natural y fisiológica del hombre le justifique como dominialista, o ser que no respeta ni la tapa de los ataúdes. Los pueblos son el comienzo de la devoración.
1. El pueblo
te digo que
…… todas las casas
son agujeros en un culo de piedra
devoramos las tapas de los ataúdes
entre la estrella de la tarde
…… y la leche en el cubo
no hay nada
vacÃamos la lechera
…… dos veces al dÃa
abandonadnos
…… humeantes
en los prados.
El segundo fragmento es más breve. Después de referir lo que cotidianamente sucede con casas / prados / kecheras / cementerios, con sus imágenes de «vaciamiento», «agujeramiento» / «devoración», / nos presenta los tiempos de hambruna, crucifixión y muerte («huesos metálicos»).
2. La tierra
la cabellera púrpura de la tierra
peinada en otoño
…… y tiempos de hambruna
los huesos metálicos de la tierra
…… extraÃdos a mano
la iglesia sobre la tierra
…… los brazos de nuestro reloj crucificados
todo se lo han llevado
Entiendo esta tierra descrita como un paraÃso perdido y crucificado. La tierra dio sus cosechas cuando fue peinada en el otoño. Esta estación de año suele ser época de recolección de frutos; pero, también el sÃmbolo del ser adulto y la «Luna de Colección». Durante periodo del otoño, la hojas amarillas caen de los arboles y, en cuanto entes desprenddos, mientan transición a una nueva etapa de temporalidad («muestro reloj»). La hambruna aludida puede estar vinculada a esa crucifixión de los brazos (que llevan a escasez, si la pensamos sociológicamente, a penurias de cosecha insuficiente; pero, al mismo tiempo, esta hambruna puede aludir a insatisfacciones espirituales, desmoronamiento interior. El otoño del pueblo, o la tierra en que está, se transmuta como sÃmbolo de la depresión. Precisamente, el otoño y, particularmente, el mes de septiembre es referido en la literatura sicológica como el mes de las depresiones y ésta como la
enfermedad del siglo XXI.
El poeta Berger es un marxista y la mención tan escueta de «la Iglesia sobre la tierra» puede interpretarse de muchas maneras, asociando otros elementos a la mención. Para el hombre de fe, la iglesia es sÃmbolo de la Bondad de Abel, agradable a los ojos de Dios, cuando cree en pasar los Mares Rojos de la angustia (el Pesaj existencial), aferrándose a la esperanza como Tierra Prometida, o como un mundo de familias buenas, parentales, Dkos como la Mano Amiga y la Tierra como madre, ecológicamente promisoria y refugiante. No habiendo esta actitud de confianza, la depresión crucifica, en el sentido negativo. El hablante se halla con los brazos en yugo. Recordemos: la depresión es: enfermedad más frecuente del otoño.
Berger, defensor en la sabidurÃa de la tierra, tiene una elegante deferencia ante ella al describirla con la imagen de su cabellera pórpura que, de por sÃ, sugieren vitalidad y aceptación sacra, como el gato como sÃmbolo del otoño. En las mitologÃas célticas del Norte de Europa que, como inglés, el poeta y novelista Berger, sin duda, conoce, la Fruta del Saber, la Ciencia y la Revelación es la manzana. Para los irlandeses, el manzano es el Ãrbol del Otro Mundo, Emain Ablach y como los gatos en otoño, sagrados.
3. La partida
el dolor
no puede
durar lo suficiente
las sendas desaparecen
bajo la nieve
el blanco abrazo
de la partida
he intentado escribir la verdad en los trenes
sin un oÃdo
la lengua se asusta
se aferra a una sola palabra
el tren cruza un puente
el hielo negro se acumula
sobre cada letra
S A V A
mi rÃo.
Este texto revela este aspecto: la sabidurÃa; pero el hablante de Berger ha tomado una decisión propia del siglo y su afán de avance, apuntantalado en el signo temático del Tren. Las alusiones a un aprendizaje existencial y pragmático está implÃcito en la frase («he intentado escribir la verdad») y ha intentado «oÃr», dice, «sin un oÃdo». OÃr sin un oÃdo es signo de una insuficiencia: oÃr requiere ser plenamente escuchado, que al menos dos lados entendido de lo apalabrado tenga un cauce. Todo insuficiencia asusta, repercute en otros órdenes.
En la tarea de escribir la verdad, se siente solo, asà como solo se siente cuando ya emprende el viaje durante un invierno («bajo la nieve / el blanco abrazo / de la partida»). Todo viaje es, simbólicamente, una metáfora de la vida y, previo a tal recorrido, hay discursos del adiós. Abrazo, en este fragmento, significa que el viaje se aparta de aquellos afectos a los que estuvo vinculado. La lengua que se asusta, como el si un oÃdo faltara, hecho que insinúa que la despedida no ha sido fÃácil, «Cada letra» es cada momento del proceso de planteo decisional y, por lo visto, el mismo se transforma en hielo negro: frialdad e incertidumbre, porque la palabra a la que se aferra, es la partida. Tal vez no fue claramente dicha *por una boca asustada), tal vez no discutida o escuchada, porque falta el completo escuchar desde las dos orejas..
El motivo de la partida está implÃcito en el verso el tren cruza el puente. El ferrocarril representa dos cosas: el progreso avasallador y la potencia del viaje de las ideas, la información o la cultura; en cuanto a progreso respecta, hay que recordar que el tren surgió en las zonas carbonÃferas de Inglaterra, a principios del siglo XIX. El hielo negro, mencionado en el texto, puede ser un indicio de zonas mineras, asà como el progreso puede sugerir la búsqueda de soluciones eficaces, o rápidas, para una economÃa de transporte terrestre de materias primas a los centros industriales, e.g., productos agrÃcolas del campo a las ciudades, y manufacturas a los lugares en que se las consumÃa.
El tren es una metáfora de aceleración y trrayecto, desde el cual, en el mejor de los casos, el hombre se apropia de paisajes, viéndolos desde la ventanilla. En el peor de los casos, la metáfora de aceleración alude a signos de escapada, rehuir un sentido de vida al que se teme. A veces la persona pierde el sentido del viaje y es cuando se fortalece la mudez interior («la lengua se asusta»).
La actitud obstinada del hablante mienta la partida. El motivo del viaje queda inexpresado con vaguedad. Mas irá a ver mundo, anque pierda su rÃo. En esta partida, de adiós arduo, puede que se haya ido desde un punto en el que no sabe cuál será el itinerario ni el destino final. Mas un hecho es claro, el tren, los puertos y los telégrafos, son los inventos que han puesto en movimiento al mundo.
Veamos ahora la actitud del hablante poético con su llegada a:
4. La metrópoli
el filo de la luna
nÃtido
como el nivel
…… del agua en un canal
y los cerrojos de la razón
al amanecer
cuando el nivel de la oscuridad
desciende
…… al de la luz
aceptad la oscuridad
el negro intenso
zona ceguera
aceptadla ojos
pero aquà a la oscuridad
se la llevaron en un saco
lastrado con piedras
y la ahogaron
ya no existe la oscuridad.
En este fragmemto del poema, hay una evocación del ciclo Luz / Oscuridad. Sin embargo, no hay mención directa del binomio Mañana / Noche. La mayor nitidez la aporta el sÃmbolo lunar y de la humedad. Con el tópico de la aceptación de la «zona de la ceguera», se menciona la oscuridad, o el «negro intenso». Dentro del texto, la admitida zona de la ceguera guarda una relación con los «cerrojos de la razón». Si el filo de la luna / los niveles del agua canalizada / mientan niveles de nitidez, o sensibilidad (la Luna como Alma masculina, o emociones del hombre), lo que se lleva «en un saco / lastrado con piedras» desnivela. John Berger concluye que la oscuridad deja de existir, por ahogo.
El fragmento siguente del poema sà hablará de la construcción de la noche y de un lugar donde siempre amanece. El binomio Noche / DÃa / aquà es más preciso y el amanecer indica profecÃa, contrarias a los dÃas de explotación («trabajo sin fin») por un despertar revolucionario.
5. La fábrica
aquÃ
es siempre amanecer
hora de despertar
hora de la profecÃa revolucionaria
hora de las brasas
tiempo muerto de dÃas de trabajo
sin fin
allà construÃamos la noche
al encender el fuego
recostados en él
estirábamos la oscuridad como una manta
los prados próximos eran
el aliento de los animales dormidos
callados como la tierra
cálidos como el fuego
el frÃo es el dolor de creer
que nunca volverá el calor
aquÃ
la noche es un tiempo olvidado
eterno amanecer
y en el frÃo sueño
…… con el pino
…… quemado
…… como la lengua de un perro
…… tras sus dientes.
ResumirÃamos al decir que la fábrica, planteada con los términos metafóricos de la Noche («frÃo sueño» y «tiempo olvidado») y el Amanecer, redefinen una nueva temporalidad de alienación y trabajo eternizado. Berger utiliza además el signo de las temperaturas, frÃo y calor, para sugerir lo que el comportamiento diseñado para la fábrica es. Una Noche que duele como el frÃo; una somnolencia devorado que evoca «pinos quemados, signos de destrucción y tiempos para el olvido. Soñar con la noche alude, presagia asà , unas situaciones de posibilidades dudosa y precarias como el olvido mismo. En el calor, en las brasas, del Amanecer, hay más posibilidades de realización, «si encedemos el fuego», pero un fuego de descanso y liberación, que reconstruya la Noche. Berger llama a esta posibilidad la «hora de la profecÃa revolucionaria».
El sexto fragmento, se poetiza sobre una noche de descanso en nostalgia del pueblo natal, su paÃs y su rÃo. Mi lectura recreativa me sugiere que ha llegado al Hudson del que hace mención; pero su intranquilo sueño, ausentándose de los horizontes que se ha fabriado, lo llevan regresivamente a su paÃs. De la tierra natal, mama como de una madre y acaricia sus propias corrientes ancestrales. El paÃs, tal como Berger lo define, «es una piel clavada en una madera». En su Diccionario de sÃmbolos [Ediciones Siruela, 1997} Juan-Eduardo Cirlot sugiere que las vetas de la maderan portan fuego y vitalidad y significan «un retorno al estado de simiente». (Cirlott, loc. cit.) Como hemos vistos, en otras partes del poema, a Berger le gustan los simbolismos crematorios, como cuando metaforiza en torno a la «hora de las brasas» o el «pino quemado».
6. El puerto
durante toda la noche
tose el Hudson en su lecho
intento dormir
mi paÃs
es una piel clavada en una madera
se precipita el viento de mi alma
de horizontes
me fabrico una hamaca
en el sueño
mamo pueblo natal
acaricio las curvas de mi rÃo
dos caballas negras
dirigen
el alba
arponéalas cielo arponéalas.
La séptima parte del poema de Berger es una reflexión sobre la ausencia., contada desde la nostalgia de lo que ya no es suyo, la belleza de los árboles, la abundancia de hierba, vides y vitalidad natural, las que contrapone a una ciudad de torres, fábricas y peligros.
7. Ausencia
cuando el sol no era más alto que la hierba
alhajas adornaban los árboles
y los bancales se volvÃan rosas
entre las luces fluorescentes de la autopista
cuelgan sus vÃrgenes las torres de pisos
están haciendo patatas fritas
una fábrica despide sus manos con guantes de lana
tengo un agujero en un dedo
las vides no están verdes
aquà no hay vides
lucirán los muertos
las alhajas
aplastadas en los cables de alta tensión
DANGER DE MORT
La parte final de este poema que dirigÃa que se centra de lo ecológico a lo migrayorio abundante en el motivo de la añoranza de lo perdido y en su queja contra el desarraigo. Cita inclusive a Baudelaire como parte del mismo, al intervalar el lenguaje discursivo dfe la prosa.
8. El bosque que conocÃ
dejadme morir asÃ
las ramas tienen músculos
…… las colinas se levantan
la nube se vierte
…… en una taza
en el bosque
han comido los jabalÃes
están confortablemente calientes
y soñolientos
cada claro está grabado
…… en una pantalla que llevo
enrollada como una tela
…… en la cabeza
una sábana
…… extendida sobre
……….. los ojos de los muertos
excluye la mirada del mundo
en la tela
…… desenrollada
sigo su rastro
…… en el bosque que conocÃ.
Baudelaire fue uno de los primeros que dieron un nombre y describieron el desarraigo de las nuevas masas urbanas.
«…como fantasmas errantes sin techo
obstinadamente se lamentan».
En: «Páginas de la herida» (Colección Visor de PoesÃa, 1995)
Por datos bigráficos acerca de Berger, conocemos que desde adolescente fue inquieto. «A los 16 años se escapó del St. Edward’s School de Oxford decidido a estudiar arte y ver mujeres desnudas». Duramte sus años en Londres y de la Segunda Guerra Mundial, 1944-1946, atendió el servicio militar y finalizada la guerra es que retorna, becado por el ejército, a sus estudios en Central School of Art de Londres y Chelsea School of Art. Conoce a Georhe Orwell, siendo él ya miembro deel partido comunista británico y, en su faceta de escritor, colaborardor no tardará en el «Tribune» y, desde 1951 con la revista «New Stateman». En los diez añps de esta colaboración se revela como crÃtico de arte marxista y defensor del realismo.
En algún momento, emigró voluntariamente a un pueblo de los Alpes franceses. Alega que jamás consiguió «sentirse en casa en el Londres de aquella época, una ciudad en la que no parecÃa encajar». No es Bergen un tÃpico adolescente ni adulto campesino que pueda reclamar una identidad rural, sin instalarse en la modernidad, ni su problema ha sido la pobreza rural al grado de la él ha observado fuera de Europa y que está más generalizada en paÃses de América Latina o el Africa. Entiende el hecho de que las tasas de pobreza crónica son mayores en áreas rurales remotas, donde prima la necesidad de un reutilizamiento de los recursos naturales rurales.
Hombre estudioso, polÃticamente comprometido y un colaborador frecuente de La Jornada de México, conoce en torno al éxodo de jóvenes por razón de las pocas oportunidades que les ofrece la comuna, la expansión forestal y la presión ambiental, Admira de las counidades rurales un hecho: «Al campesino se le reconoce por su vÃnculo emocional con el campo, la tierra y sus frutos, asà como también a tradiciones y costumbres propias del mundo campesino, y a la actividad agrÃcola como principal medio de subsistencia familiar». Y John Berger, no siendo campesino, destaca por ser persona que anhela esos lugares conducivos a la meditación y el corazón de la Tradición Forestal es idóneo para el desarrollo de la meditación. Y de esos mundo forestales, Berger no se excluye («sigo su rastro / en el bosque que conocû). Y, en esos ámbitos, es que quisiera él morir: «dejadme morir asû, escribe al comienzo de este fragmento.
BibliografÃa
John Berger, «El emigrante», en: «Páginas de la herida» (Colección Visor de PoesÃa, 1995); también reproducido en la bloguera «Atlas de poesÃa», 24 de febrero de 2006.
Miguel Angel Criado: «La nostalgia, arma contra la soledad y la exclusión social
Juan Eduardo Cirlot: Diccionario de sÃmbolos [Ediciones Siruela, 1997}
[En el siguiente texto pertenece al libro en preparación «SociologÃa cultural y polÃtica de la diáspora», en:http://carloslopezdzur-carlos.blogspot.com/2010/08/sociologia-cultural-y-politica-de-la_04.html]