Ciencia

Julián Pavón: «Hay que rediseñar el Sistema de Investigación e innovación»

¿Por qué causas cree que no acaba de consolidarse un sistema nacional de I+D? Parece que el sistema se reconstruye con cada ciclo de auge económico y se desmonta con cada crisis.

Julián Pavón

Porque el sistema de I+D+i español está profundamente sesgado hacia el sector público. Buena parte de la investigación en España está “funcionarizada”. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas en el que todos los investigadores son funcionarios, absorbe una buena parte de los recursos, tanto para gastos de personal como para proyectos de investigación que, al no estar vinculados al sector productivo acaban en artículos publicados en revistas científicas internacionales, en el mejor de los casos, sin que se produzca transferencia de conocimiento hacia las empresas.

¿Ha sido eficaz el esfuerzo de gasto en I+D que han hecho las administraciones públicas en los últimos años? ¿Qué cosas han funcionado bien y cuáles no?

El error en la política de investigación y de innovación en España, radica en centrarse como único indicador en el porcentaje de PIB que se dedica a I+D+i, cuando el problema del sistema ciencia-tecnología-industria en España, es un problema de diseño del propio Sistema.

Nuestro Sistema responde fundamentalmente al denominado “Modelo de Oferta”. Se trataría de que el sector público de Centros Públicos de Investigación y Universidades desarrollen tecnología para después analizar si ese conocimiento tecnológico es de utilidad para las empresas. Y normalmente la oferta y la demanda no coinciden con lo que la investigación pública se acaba convirtiendo en un muestrario de “curiosidades tecnológicas”, o en el mejor de los casos, avances tecnológicos sin aplicación industrial inmediata. Este modelo hizo crisis en la mayor parte de los países desarrollados en los años 80 y sin embargo, sigue siendo el modelo dominante en España.

¿Cómo se podría mejorar el sistema público de I+D para que se perciba su aportación a la sociedad y la economía?

Habría que rediseñar el Sistema de investigación e innovación para transformarlo en un modelo de “demanda”. Quien inició drásticamente este cambio en los años 80, fue Margaret Thatcher en el Reino Unido, al verificar que dicho país tenía el mayor número de Premios Nobel per capita del mundo en Ciencia y Tecnología, y sin embargo sus empresas iban perdiendo aceleradamente competitividad en los mercados internacionales.

Lo que hizo Thatcher fue poner todo el sistema de investigación e innovación del Reino Unido al servicio de las empresas, salvo determinados centros o núcleos de máxima excelencia investigadora a los que se financiaba con absoluta libertad para definir sus líneas de investigación.

Salvo para estos centros, Thatcher suspendió la financiación directa a los centros públicos de investigación y universidades, a los que se hacía llegar los fondos a través de las empresas que eran quienes recibían la financiación directa para proyectos coordinados con dichos centros públicos y universidades.

Esto garantizaba que la investigación que se fuera a desarrollar fuera de utilidad para las empresas. En España en los años 80 se dedicaron algunos fondos públicos de I+D+i para los denominados “planes concertados” con esta filosofía pero que representaban un porcentaje muy bajo sobre el total de los fondos asignados a I+D+i.

En mi opinión lo que habría que hacer, además de una drástica reducción de plantillas en los centros públicos de investigación, ahorrando dinero en gasto corriente para dedicarlo a inversión en proyectos de I+D+i, sería canalizar en un porcentaje altísimo de dichos fondos a través de las empresas para que realizaran proyectos coordinados con los centros públicos y las universidades.

¿La sociedad española está convencida de la necesidad de cambiar el modelo económico para llegar a otro basado en la innovación y el conocimiento o no nos lo acabamos de creer? ¿Y los políticos y empresarios?

Un cambio de modelo económico no se realiza por decreto y a corto plazo. Pasar a una sociedad del conocimiento desde una sociedad basada en el “ladrillo” y en el sector servicios de bajo valor añadido, como el “turismo de masas”, requiere acciones con un periodo de maduración muy largo que comienzan en la enseñanza Primaria y Secundaria, continúan por la educación Universitaria y de Postgrado y terminan en potentes incentivos para el “emprendimiento” entre jóvenes empresarios para generar empresas de base tecnológica. Esto último requiere a su vez de dos condiciones: experiencia internacional en la formación de postgrado y experiencia profesional en empresas preferiblemente multinacionales, o en grandes empresas de las que derivar el conocimiento imprescindible para crear una nueva empresa de base tecnológica.

Además hay que tener en cuenta que la mayor parte de las nuevas empresas acaban cerrando por problemas de tesorería en los dos o tres primeros años de funcionamiento, lo que implica que sería imprescindible desarrollar un sistema de financiación vía capital-riesgo o capital-semilla, pero también de inversiones productivas, para acompañar a las nuevas empresas durante un periodo mínimo de 5 años con condiciones muy favorables de financiación.

El problema es que el desarrollo de toda esta secuencia trasciende el periodo electoral de 4 años, que son los que los políticos toman como referencia para adoptar sus medidas reformadoras. Además no existe la seguridad de que las medidas iniciadas vayan a ser asumidas tras las siguientes elecciones.

Una de las lecciones que en Occidente debemos aprender de China, es que ellos eligen a un Presidente para 10 años. Xi jinping tomará posesión el próximo mes de Marzo y estará previsiblemente, salvo catástrofe, en el poder hasta 2023, aunque dentro de 5 años hay un nuevo Congreso del Partido Comunista Chino que tendrá que ratificarle.

Los chinos tienen ya un modelo previsto para 2050 que es orientativo, pero sus dos planes quinquenales hasta 2023 están ya prácticamente pergeñados, por lo que pueden acometer transformaciones profundas a lo largo de los 10 años de estabilidad política que tienen garantizada. Solo así se entiende la rapidez con la que han realizado el cambio de modelo desde un “sistema comunista puro” a un “sistema de comunismo de mercado”. Es apasionante seguir el impresionante proceso legislativo que han desarrollado los chinos para transformar tan radicalmente su sistema político y económico. Esto sería absolutamente imposible en Occidente, y desde luego mucho menos en España, por la inestabilidad política que venimos padeciendo desde la implantación de nuestra Democracia. Ni siquiera hemos sido capaces de estabilizar nuestro modelo de Estado.

¿Cuál cree que es la causa de que el tejido empresarial español haga una apuesta tan modesta por la I+D+i? ¿Es un problema cultural, de financiación o de dimensión de las empresas?

Es un problema de cultura empresarial que yo identificaría como “falta de visión estratégica a largo plazo”. La mentalidad del empresario medio español, salvadas las grandes empresas que afortunadamente se han multinacionalizado en las últimas décadas, es “cortoplacista”. El empresario español tiene habilidades para identificar oportunidades de mercado e incluso nichos de mercado para introducir sus productos, pero en muchos casos carece de visión e información para tratar de anticipar el futuro y posicionarse ante los cambios en el entorno, en el mercado y en la tecnología.

Un ejemplo paradigmático del buen hacer en este sentido lo recogí en Twitter en relación con las Bodegas de Torres que están anticipando los efectos del cambio climático sobre las viñas y comprando tierras en terrenos altos y en otros países y ensayando variedades de uva ante el previsible incremento de las temperaturas en la superficie de la tierra. A esto se llama anticipar el futuro y poner la investigación a trabajar para resolver problemas o aprovechar oportunidades ante los cambios.

Sin esta visión estratégica de largo plazo, las actividades de I+D+i en la empresa no tienen sentido.

En su opinión. ¿En qué sectores tecnológicos podría o debería España hacer una apuesta más fuerte? ¿Existe alguno en el que tengamos ventajas competitivas?

La estrategia a este respecto debería ser la de Japón, aunque en estos momentos no sea un país de moda. Se trata, no de apostar por un sector, sino la de apoyar a empresas concretas de comportamiento excelente o con un detectable potencial de excelencia, contrastable a través de su posicionamiento en los mercados internacionales.

Lo que Japón ha hecho siempre ha sido, en lugar de la tradicional política española del “café para todos”, concentrar el esfuerzo de financiación pública en empresas o conglomerados que con su éxito en los mercados internacionales tengan un “efecto de arrastre” o “demostración” sobre su sector o el sector auxiliar.

Es primando la excelencia en todos los ámbitos de la vida y de un país como se consiguen los mejores resultados. Si lo trasladamos al terreno de la Formación, puede ser más interesante en lugar de otorgar muchas becas para estudios de postgrado, concentrar las becas en los mejores expedientes académicos para que realicen Doctorados o Postgrados en las mejores Universidades del mundo. Nuevamente es la actual estrategia de China. La clave de este modelo es garantizarse un retorno a España de los alumnos becados.

Esta experiencia se realizó en los años 80, cuando yo era Subdirector General del CDTI con el denominado Instituto Tecnológico de Postgraduados, que mediante un acuerdo con el MIT enviaba a los Ingenieros de la Universidad Politécnica de Madrid, Cataluña y Valencia, para realizar Doctorados durante un periodo máximo de 5 años, garantizándoles después su incorporación a empresas españolas que participaban con cofinanciación en este Programa.

¿Es factible que las administraciones públicas guíen el proceso de cambio del modelo económico?

El CDTI, que contribuí a crear en 1978 y en el que estuve como Subdirector General hasta 1983 en el que me incorporé con dedicación exclusiva a la Universidad, ilustraba en su modo de funcionamiento lo que yo considero deberían ser “políticas activas” de I+D+i para potenciar tecnológicamente el sector productivo. Hablo de “potenciar” y no de “cambiar”, pues esto es, como dijimos anteriormente considerablemente más difícil y requiere de un muy largo plazo.

Un ejemplo de estas “políticas acticas” es el de la gestión de las compras públicas para potenciar el desarrollo tecnológico. Existía una unidad, formada por Ingenieros, denominada de “compras públicas” que visitaba sistemáticamente diversos órganos de las Administraciones Públicas preguntándoles cuales iban a ser sus necesidades de compra de productos de alta tecnología a medio plazo. Ahí se identificaron desde balanzas electrónicas en Correos, hasta máquinas expendedoras de billetes del Metro a principios de los años 80. Identificada la necesidad de compra, se invitaba a varias empresas a presentar proyectos para desarrollar prototipos y se acababa seleccionando a una o dos empresas a las que se cofinanciaba el correspondiente prototipo. El objetivo era que pudieran llegar al concurso público de adquisición en condiciones similares a las de las empresas multinacionales de turno que se presentaban a los mismos, aunque en ningún caso se les garantizaba que iban a ganar dicho concurso. Tenían que ser competitivas en tecnología, calidad y precio.

Por esta vía se consiguió que algunas medianas empresas acabaran convirtiéndose en multinacionales punteras en su tecnología, como fueron los casos de Epelsa, en pesaje electrónico, o Heliop en robots industriales y automatismos industriales.

¿Está jugando la UE un papel constructivo y sinérgico o nos estamos quedando fuera de las políticas europeas como el programa marco y la agenda Lisboa?

La UE a través de los programas marco ofrece una extraordinaria posibilidad a nuestras empresas en procesos de transferencia de tecnología, con sus socios empresariales europeos en proyectos de I+D+i. En este sentido considero que la participación de empresas españolas en los programas marco es insuficiente, sobre todo teniendo en cuenta que muchas de las empresas que participan no lo hacen como “líderes del proyecto”. En cualquier caso es mejor participar aunque sea sin la condición de líder, que no hacerlo, pues en estos proyectos se produce una gran transferencia de conocimiento tecnológico y de gestión.

¿Por qué hay tan poco capital riesgo disponible para invertir en NEBT y qué podría hacerse para desarrollarlo? ¿Serían útiles incentivos fiscales u otro tipo de estímulos?

Como Subdirector General de estudios del CDTI, inauguré en 1980 la colección “Cuadernos CDTI” en la que se analizaban políticas generales y sectoriales comparadas en materia de I+D+i.  El primer Cuaderno CDTI trataba precisamente de los incentivos fiscales a la innovación, y la conclusión era que tras varios países analizados había consenso en que dichas políticas eran prácticamente irrelevantes para las decisiones de inversión en I+D+i de las empresas. Un empresario no inicia o potencia actividades de I+D+i vía incentivos fiscales. Es mucho más eficiente la cofinanciación de proyectos y la colaboración para la comercialización a nivel nacional e internacional de los productos desarrollados. Una vez más volvemos a la filosofía de los “planes concertados” entre empresas y centros públicos de investigación y universidades como la vía óptima para desarrollar proyectos con financiación pública, pero siempre canalizando los fondos a través de las empresas.

Recomendamos ver La salida de la CRISIS: ¿Innovación o ladrillo?

[Entrevista realizada a  Julián Pavón , Catedrático – Director  CEPADE-IEN, por una Agencia de ámbito iberoamericano sobre Modelos de Innovación Tecnológica y reproducida con autorización del entrevistado]

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.