Philip Roth
La contravida
Traducción de Ramón Buenaventura
Seix Barral, 412 páginas
Philip Roth Premio Príncipe de Asturias de las Letras
Los seres humanos tenemos tendencia a intentar cambiar ese enigma entre extraño y misterioso que se conoce por destino. Para ello disponemos de un ejercicio mental conocido como ansiedad y ensueño, que nos impulsar desde muy diversos observatorios buscando evasión donde nos tiene situados la realidad y las propias circunstancias en las que vivimos. Entonces llevamos la vida a riesgos imprevisibles para conformar o contentar nuestra propia existencia.
Este es el caso de Henry y Nathan Zuckerman, dos hermanos de origen judío que viven en Nueva Jersey dentro de un ambiente cómodo y burgués mezclados en una sociedad acomodaticia en eso que se llama “políticamente correcto” por la que deslizan la existencia. Uno es dentista de sólido presagio. Cuenta al principio de esta historia treinta y nueve años, la vida le va bien y resulta ser un atractivo seductor con suerte para poder disfrutar las pasiones del sexo más allá de su aburrida vida matrimonial.
Quien ilumina su vida y la de todos los demás es su hermano, escritor de prestigio que nos lleva por las inquietantes, páginas de la novela en un verdadero ejercicio de inteligencia escéptica y envolvente, con la que calcula el precio que se tiene que pagar cuando se desea cambiar de suerte y forma de vida, bien en una clínica odontológica en la ciudad de Nueva jersey, en una iglesia del West End londinense, o en un pequeño asentamiento judío en Cisjordania.
Pero en sus bien expresados mundos, surge de improviso algo inesperado. Una angina de pecho amenaza la vida del dentista según nos narra el hermano. Su corazón debe de palpitar pasivamente, por lo que se ve obligado a una medicación que le permite seguir viviendo a cambio de la merma potencial de su sexualidad. En pocas palabras, ha dejado de ser un hombre viril de tal forma que las relaciones sexuales con sus interesantes amantes se hacen imposibles.
Esto lo lleva a la desesperación. Y en su lucha interior se plantea si continuar con su vida de impotente y optar por una peligrosa operación. Pero esta apariencia de novela rosa no queda en este tratamiento fácil del principio de la narración, pues se irá complicando e incluso tejiendo un enredo que envolverá al lector en un laberinto de personajes que se intercambian pasajes de la historia entre ellos, cambios de vida inevitables pero no por el dócil camino de aceptar una situación humillante de derrotado.
Es entonces cuando las diferencias de ser judío en Norteamérica se enfrentan con la de judío de Palestina. La comodidad económica y la especulación intelectual frente a quienes arriesgan en una guerra tiránica de un territorio, la vida y el poder usurpador en la “Tierra prometida”. Dos culturas y formas de interpretar la existencia partiendo del árbol viejo de un pueblo entre la creencia fanática en muchos términos y el escepticismo, incluso cínico, de quien se siente judío pero al margen de toda creencia religiosa y todo tipo de imperialismo.
Una dicotomía entre creyente y no creyente, desencanto y encanto, ambos razonamientos con el estigma de la tragedia del pasado europeo fruto de la Segunda Guerra Mundial, los campos de exterminios, la diáspora. Una vez más el pueblo errante que busca su razón de ser desde su propio fatalismo con ese humor judío capaz de burlarse de sí mismo, dejando ver que tras él se puede ocultar la angustia de un pueblo que se considera poseedor de un bagaje cultural superior. Todos los judíos pueden odiarse los unos a los otros, pero siempre cerrarán filas a la hora de una defensa en honor de su propia historia. En el fondo subyace la cultura bíblica tanto para creyentes como para incrédulos.”El desencanto también es una forma de preocuparse por el país”.
Lo importante es no aceptar las cosas como nos las quieren presentar. Pero no es lo mismo ser un escritor que reboza popularidad en las esferas literarias e intelectuales de Nueva York o Londres, frente el conductor judío de un autobús escolar “bajo una lluvia de piedras que lanzan los árabes al parabrisas no está soñando con la violencia, está viéndose cara a cara con la violencia, está enfrentándose a la violencia” Luego no se puede soñar con la fuerza, sino tener la seguridad de que se es la fuerza.
Una historia compleja, antagónica y desafiante, perfectamente estructurada, de lectura provocadora, pero apasionante por ese estilo de desenfado coloquial, heterodoxo, combinado con una inteligencia juguetona y reflexiva, desgarradora y cínica, aunque detrás del cinismo se encuentra un escritor inquietante por su desafío ante la sociedad donde vive. La contravida es una gran novela en la que no falta el obsesivo asunto del sexo y la infidelidad no falta en esta narración, siempre manteniendo ese estilo provocador pero no vulgar dentro de su continuadora temática, un juego literario donde no falta la complejidad con paradójico y polémico Zuuckerman.