Culpa, lo que se dice culpa, todos tenemos, unos porque nos engañaron y otros porque nos dejamos engañar, unos porque olvidaron sus escrúpulos y jugaron a los dados con el universo, financiero, se entiende, y otros porque olvidamos nuestros principios en un afán irrefrenable de sentir el aroma ajado por el tiempo del becerro de oro, ese que cuesta más que vale, sin valer nunca lo que costó.
Y eso es lo que más nos duele, queremos poder echarle la culpa a las élites financieras, y lo hacemos, pero sin la energía suficiente porque todos sabemos que la codicia nos cegó, que quisimos tener más que ser, y nos dejamos ir hacia abajo en la pirámide evolutiva del ser humano por unas paupérrimas monedas de oro, las migajas del pobre que no hacían sino tener contenta a la masa.
Porque la oligarquía que ostenta, ostentó, y ostentará el poder, no te dejes engañar por el falsario juego de la democracia mal entendida, nos dejó tener para insuflarnos el miedo a perder y así corear todos al unísono «virgencita, virgencita, que me quede como estoy». Si no tuviéramos nada que perder otro gallo nos cantaría y otra fuerza social inundaría la calle.
Los grandes movimientos sociales de siglos atrás fueron desarrollados por el proletariado industrial, parias de las cadenas de montaje que malvivían con cuatro perras y que comprendieron que eso y nada era lo mismo, por lo que apostaron todo al rojo, y salió rojo. Esa lucha, nunca bien ponderada por la historia, y menos en estos tiempos ignorantes, nos llevó a la conquista social, a poder disfrutar de derechos sociales que jamás habíamos podido ni tan siquiera imaginar.
Pero la esencia del ser humano es cruel, nuestra generación olvidó la conciencia de clase y apostó por el individualismo de vodevil alimentado por la codicia insana del que quiere llegar pero no puede. Todos quisimos tener más, sin comprender jamás que ello no nos hacía ser más, sino menos, ya que al dividirnos, al darnos lo que les sobraba lograron su gran éxito, «divide y vencerás».
Así hemos llegado al punto de no retorno en el que nos encontramos, con la oligarquía campando a sus anchas mientras el resto sollozamos porque ya no podemos tener lo que teníamos mientras en los países usurpados por nuestra barbarie sistemática ni siquiera pueden llegar a ser, como para llegar a plantearse tener. Huyamos hacia adelante, sorprendamos a la oligarquía dominante y no nos aferremos a sueños imposibles de artificio y de construcción efímera.