Marco tu número y me vuelves a colgar. Nerviosa, enciendo otro cigarrillo y tomo un nuevo trago de licor. Me levanto, paseo por la habitación. De un lado a otro. Me vuelvo a sentar. Ahora estás apagado o fuera de cobertura.
La ansiedad se apodera de mí, gobierna mis actos. Enciendo un nuevo cigarrillo con el anterior a medio consumir. El gato me mira asustado desde la esquina del sofá. Sabe que algo pasa, pero no sabe lo que es. Igual que yo.
Me dijiste que volverías a las diez y son las diez y media. Nunca te retrasas. Algo ha sucedido. Lo presiento. Sexto sentido. Terror o intuición, llámalo como quieras.
Estoy cansada de este sin vivir. Fumo demasiado. Bebo demasiado. No duermo. Esto no es vida. Pero te quiero. Lo odio, pero no lo puedo remediar. Vuelvo a marcar tu número. Nada. Sigues apagado o fuera de cobertura.
Enciendo la televisión. Busco las noticias. Hablan de todo, pero no de ti. Me tranquilizo, de manera ilusoria, no real. Siento un coche en la calle. Puedes ser tú, o no, no lo sé. No, pasa de largo. Un nuevo trago. Ya no me quema la garganta.
Oigo la puerta, ¡por fin! Me levanto y voy hacia ella. Entras con calma, como si nada hubiera sucedido. Te miro angustiada y me guiñas el ojo. Te quitas la americana. Dejas el arma en el armario y me abrazas. Me siento bien. Cálida. Amada. Soy feliz, por lo menos hasta que mañana te vuelvas a marchar.