La invitación
Cuando se maneja bien el lenguaje fílmico y genera intriga no solo dentro de la historia, sino en el público al sacudirlo, es consciente ya de su vulnerable condición. Esa incertidumbre entonces traspasa el efectismo técnico, o narrativo y perdura gracias al desarrollo efectivo de su contexto, que corresponde a una realidad cercana.
Tal afirmación evidente pareciera casi olvidada en pos de entregar meros ejercicios de género –dando énfasis al thriller, o al terror– en el rutinario panorama actual del cine. Son pocas las cintas que aparte de entregar una renovada perspectiva, nos estremecen aun después de su proyección, incluso cuestionan nuestra percepción e ideas preconcebidas sobre lo que aborda. Me da gusto decir que luego de tanto tedio, La invitación es un bálsamo necesario en el quehacer cinematográfico, pues ofrece una propuesta acorde a sus posibilidades aunque con un toque extra.
¿De qué trata La invitación?
Will y su novia Kira van a una reunión por invitación de su ex-esposa Eden y su nueva pareja David; además irán sus viejos amigos junto a unos conocidos de David en un “grupo de apoyo.” Han pasado dos años y en apariencia Eden, con ayuda de aquella gente, pudo recuperarse de la depresión por la muerte de su hijo, mientras Will propenso al quiebre lidia aun con ello. No obstante todos los presentes tendrán una velada que jamás imaginaron.
La manipulación o distorsión por una vaga ideología (secta o religión) mediante el deterioro y confusión de la psique ante un trauma sin confrontar o autoengaño, es un tema tan manoseado en otras historias con sus tópicos superficiales. Sin embargo bajo las claves de su género, el presente relato explora a plenitud las fases de la idea, desde el germen hasta la culminación en una ejecución tan verosímil que da escalofríos. Todo ello en las oscilantes huellas de sus firmes personajes, cada uno con su recepción del “tratamiento”; obviamente Will recibe mayor atención por la lúcida y cuidada construcción de sus fisuras psicológicas en continuo duelo. Aprovecha además precisos instantes -quede gratamente sorprendido, sobre todo en el trabajo sonoro- al tratar aspectos suyos con elegante sutileza visual. Nos brindan un carácter tridimensional e igual que él estamos desorientados, ya inmersos en el intrincado juego. Su deriva vital cautiva.
Siempre he dicho que se gana terreno si al espectador le importan los seres en pantalla y se preocupa por su bienestar. Tienen matices y eso es mucho pedir para un proyecto de tales características, cuya costumbre en demás producciones era esperar que fiambre –que a veces escupen exposición en frases cinceladas y arcaicas- matarán primero. Por ello su nivel de tensión es impecable y el inquietante crescendo es realmente fluido porque sabe emplear, a la vez que disimula sus trampas. Un modulado suspenso desenvuelto absolutamente hipnótico.
Los tiempos y algunas secuencias más que buscar sensaciones, complementa detalles sensibles a su protagonista con inteligencia y expone una mayor profundidad, tan oprimida como su atmósfera. Por supuesto posee una que otra conveniencia, pero sin perjudicar la constante progresión. No impone ambigÁ¼edad, surge natural de los sólidos cimientos.
Karyn Kusama
Karyn Kusama retorna victoriosa de manera tan sobresaliente que Shyamalan –vean por favor The Visit– exhibe su potencial. Da todo de sí para componer una pieza mas allá de lo correcto y una destreza narrativa mas pulida, tan enérgica como en su opera prima Girlfight. Terminaron esos años de vaivén entre la estimable Aeon Flux o la irregular Jennifer´s Body, por fin dio su peldaño hacia lo concreto y transmitir lo que desea. Porque en esta invitación ya sabíamos la conclusión, pero nos sorprende exprimiendo todo al contarnos el cómo, sin imaginar siquiera llegar allí. Su articulado engaño se apropia de los clichés y con ingenio da algo propio.
Karyn, de nuevo soy tuyo. Te extrañaba.