La puta que mató a su proxeneta, porque éste último se quedaba con la mayor parte de las ganancias de vender su cuerpo, actuó instigada por su propia ira. Este hecho sólo puede nacer a partir de un impulso generado por diversos factores como, por ejemplo, la injusticia, la indignación, el odio visceral, la venganza, etc. Aquel impulso primigenio lo poseemos todos los seres humanos. Pero no todos damos rienda suelta a nuestra ira. Lo más común es reprimir esos impulsos o canalizarlos de otra manera menos agresiva. Quizá el mundo sería más caótico de lo que ya es si todos diésemos rienda suelta a nuestra ira.
En el primer caso, el de la puta, es extraordinario; fuera de lo cotidiano. Lo son también las revoluciones (de ser demasiado continua su frecuencia, como ya dije, viviríamos en el caos absoluto) instigadas por la injusticia o indignación, como lo ocurrido recientemente en varios países del norte de África. Precisamente, si recordamos el ajusticiamiento de Gadafi, por parte de sus captores, estaremos ante un escenario de venganza que luego mutó en ira y terminó en violencia. La muerte de Gadafi fue grotesca, abyecta, bárbara y deplorable, es decir, nos demostró que cuando los seres humanos damos rienda suelta a nuestra ira somos capaces de las peores atrocidades. Hitler, que odiaba profundamente a los judíos, planificó minuciosamente instigado por su ira el exterminio de éstos de los territorios de la Alemania Nazi. El genocidio es la máxima expresión de la ira. Perpetrar la muerte en cualquier magnitud cuantificable es llevar la ira sus extremos.
Toda manifestación de ira va acompañada de violencia. Lo ocurrido en algunos barrios de Londres el verano pasado fue un claro ejemplo de la relación ira-violencia. La llamada violencia de género también es producto de la ira. Casos como el de Marta del Castillo, la chica sevillana víctima de unos asesinos despiadados pero fríamente calculadores, de la que no se ha hallado su cadáver (los avances tecnológicos forenses podrían dar pruebas contundentes contra ellos) dan cuenta de estos hechos. Se sabe que ella quiso terminar su relación sentimental con su presunto victimario Miguel Carcaño antes de morir. Dicen que sin cuerpo no hay culpable. Lo cierto es que los presuntos asesinos y sus cómplices han creado un ambiente de confusión que les beneficia a ellos. Nadie sabe hasta el momento qué ocurrió realmente. Quizá nunca se sepa la verdad porque el silencio es la mejor arma de los culpables. Lo cierto es que en el asesinato de Marta del Castillo hubo mucha violencia. Es por eso que ellos no revelarán nunca el lugar donde se encuentra el cadáver (si es que no lo han hecho desaparecer completamente). Marta del Castillo fue víctima de la ira de sus asesinos. Asimismo, es preciso mencionar la matanza de Noruega a manos de Anders Breivik, un fanático anticomunista y xenófobo, que hizo estallar un coche bomba en el centro de Oslo y luego se dirigió a la isla de Utoya para terminar de dar rienda suelta a su ira. El saldo de víctimas fue de decenas de personas en ambos atentados, casi un centenar.
La ira incontrolada, como hemos visto, da como resultado una extrema violencia. Sin embargo, existen mecanismos para contener la ira: el miedo, la represión, la cordura y otros. El dilema del ser humano está en dar o no rienda suelta a su ira. Una muestra de ira contenida es la de los llamados “indignados” que, salvo algunos casos de hechos violentos, por lo general se manifiestan pacíficamente, aunque su motivación es uno de los factores que podrían desencadenar la ira: el malestar, en este caso, con el sistema actual. No obstante, cuando se reprime la ira, ésta podría anular la capacidad de acción del individuo. La ira es parte de la condición humana y debido a su naturaleza conflictiva genera también confusión en la psique del hombre. En el mundo animal no tiene esa connotación psicológica. El único rasgo análogo entre seres humanos y animales es la violencia pero no, lógicamente, la ira. Los procesos internos entre humanos y animales para llegar a la violencia son distintos; van por diferentes vías. Lo que determina estas diferencias son las complejidades cualitativas de la psique humana y animal. Pero como los seres humanos somos los animales más evolucionados guardamos una intrínseca afinidad con la violencia animal.
*Imagen (El Resplandor/Jack Nicholson) obtenida de google.