No estaría mal ponerle a un cuento, a una novela, a una historia, incluso, me atrevería a decir, a un libro de texto, entendiendo éste como libro de estudio en un colegio cualquiera. En este último caso, y como complemento, la materia sería, lengua y literatura.
Ramón, de apellido Alemán, que no germano, es un personaje real así como la máquina, último modelo, que ha sacado a la luz, presentándola en El Corté Inglés, no en la sección de electrodomésticos sino en la de Ámbito Cultural en un acto que definió un amigo suyo, Enrique Getino como.. » Justo donde estuvo el acto, el libro y sus protagonistas. Tablas, proximidad, calidad y claridad. Compromiso, fiabilidad, responsabilidad y talento. Un magnífico centrifugado de la palabra».
Es un “pibe” joven… bueno, a caballo entre la juventud madura y una madurez joven. Periodista y escritor recién bautizado.
Siendo tan joven lleva en su mochila, libros tan especiales como raros para la gente de “a pie”, como un Diccionario de Lengua Española, otro de dudas y dificultades de la lengua española, otro de Ortografía y ortotipografia del español actual y unos cuantos más de esta naturaleza. Con ellos se ha curtido en mil batallas para hacer limpio y dejar lustroso el lenguaje español que, como nos descuidemos y por culpa de los mensajes cortos, teléfono móvil, WhatsApp, etc, nuestros hijos y nietos no van a saber ni como se escribe su nombre.
Tiene amigos raros, como Alberto Gómez Font y su Fundéu, Manuel Seco, Martínez de Sousa y unos cuantos más, alguno ya fallecido
Aunque todavía no lo conozco de nada, tengo la impresión de que es amigo de sus amigos y diría, que de sus enemigos, si es que los tiene. Campechano, humilde y simpático (me da que tiene genes canariones) y por lo que intuyo, un profesional como la copa de un pino que ama lo que le gusta.
Supe de su existencia a través de Facebook, la red social de Internet en la que estamos casi todos los mortales y en donde tiene su página llamada, Lavadora de textos y que me llamó poderosamente la atención.
Me puse en contacto con él para hablar de un asunto personal relacionado con su trabajo, que es el de corrector de textos, o sea, que se dedica a limpiar, fijar y dar esplendor a cualquier escrito.
Hay mucha gente que escribe, entre los que me incluyo, porque nos gusta, disfrutamos y porque tenemos la oportunidad de comunicar algo a través de la red de redes, en los llamados blogs.
Pero, ¿lo hacemos bien? Hay mucha gente que pasa olímpicamente de las normas básicas como la coma, el punto, las comillas, el paréntesis, la tilde (llamada antes acento) o simplemente de si aquella palabra va con V o B. Me parece respetable, pero a mí, por ejemplo, las faltas de ortografía me dañan los ojos. Y no por que tenga manía. No. Simplemente porque lo mamé desde la cuna cuando mi padre me daba su teta particular.
Por eso mismo, Ramón me ha cautivado. Es un luchador nato que se dedica, contra viento y marea, a hacer nuestro idioma más perfecto de lo que es. Y me ha sorprendido con un librito corto de 130 páginas, titulado Lavadora de textos, en donde diserta de forma amena y divertida sobre asuntos de tipo ortográfico.
Desde aquí recomiendo su libro porque he aprendido, reído y sonrojado porque desnuda mi ignorancia y mi atrevimiento al escribir al mismo tiempo que me anima para seguir haciéndolo.
Gracias maestro por tu lavadora.
P.D. Seguro que hay cosas para corregir en lo anteriormente escrito, pero ya sabes, amigo, “cortando huevos, se aprende a capar”