Escribo estas líneas sin saber con exactitud lo que sucederá en los comicios legislativos que están teniendo lugar en Estados Unidos, cosa de la diferencia horaria, por lo que me limitaré a hablar sobre especulaciones, sobre encuestas, y sobre temores, el mío, el de muchos, de que se produzca una regresión a los momentos más negros de la política estadounidense, justo antes de la llegada de Obama.
Con el previsible ascenso del Tea Party, llegan al primer nivel de la política un grupo de iletradas cuyo único mérito vital es defender valores retrógrados y más propios de otra época, y que amenazan con detener el progreso social y económica, ya no sólo de Estados Unidos sino del resto del mundo.
Porque no es ningún secreto que a todos nos interesa que a Estados Unidos le vaya bien, y que su progreso se fundamente en el respeto a los derechos humanos y en el progreso del estado del bienestar. Porque su capacidad de veto y su poder de voto dominan todos los organismos transnacionales y un Presidente preso del Tea Party, será un Presidente nulo para la historia de su país y para la historia de la humanidad.
Obama estaba llevando una política económica contraria a los países europeos, fundamentada en la inversión pública, siguiendo las directrices keynesianas, y recuperando los derechos sociales que los ciudadanos estadounidenses nunca tuvieron. Unas políticas que ahora se verán truncadas si el Tea Party logra una representación importante en las cámaras.
Pero esta radicalización de posturas políticas no es exclusiva de los Estados Unidos, sino que se está extendiendo a los países de la vieja Europa con motivo, no hay duda, de la crisis internacional que está provocando la pérdida de la calidad de vida de los ciudadanos y, por tanto, el calado de las posturas demagógicas, que, en otro escenario, no tendrían importancia.
Como sociedad, mundial, estamos en la tesitura de mantener nuestros valores y nuestra integridad ante este advenimiento de posturas extremas, que tanto daño nos hicieron en el pasado, y de las que parece que no queremos aprender para el futuro.