Si repasamos el diccionario de la Real Academia de la Lengua descubrimos que un sindicato es una «asociación de trabajadores constituida para la defensa y promoción de intereses profesionales, económicos o sociales de sus miembros». Por tanto, un sindicato, en pocas palabras, debe de velar por los intereses de los trabajadores.
El mayor interés de un trabajador es trabajar. Por encima de todas las prestaciones sociales o de cualquier vértice del Estado del Bienestar los trabajadores están preocupados por mantener su trabajo y cuando lo pierden encontrar uno nuevo.
Sin embargo, los sindicatos españoles se afanan en malgastar su tiempo y sus recursos, que pagamos todos, en defender la política de prestación y de estrangulamiento del tejido empresarial español.
Los sindicatos españoles no comprenden la idiosincrasia de la industria española. La inmensa mayoría de las empresas que componen el mapa empresarial español son pequeñas o medianas, es decir, cuentan con menos de 250 trabajadores.
Por tanto, la mayoría de los empresarios españoles no son ejecutivos sin escrúpulos residentes en algún paraiso fiscal, nada de eso. La mayoría de los empresarios españoles son personas como tú y como yo, como los propios sindicalistas, que intentan desarrollar un sueño o una forma de vida con todo su esfuerzo y todo su tiempo.
El principal objetivo de estos empresarios es el de conseguir beneficio de su esfuerzo, para lo cuál necesitan contratar trabajo en el mercado, de forma que a mayor beneficio mayor cantidad de trabajadores contratados.
La ecuación es sencilla, entonces. Los sindicatos deberían olvidarse de sus pretensiones de política defensiva, de política europea, y centrarse en políticas proactivas, políticas españolas.
Porque no se puede importar la política sindical de Francia o de Alemania, allí las empresas son mucho más grandes que aquí, no se habla con empresarios sino con Consejos de Administración. En España se debería desarrollar una política sindical autóctona acorde con el tejido empresarial que disfrutamos.
Una política sindical que vaya de la mano de las PYMES, porque son éstas y no las grandes multinacionales las que verdaderamente crean empleo. Una política sindical que solicite recortes en los impuestos que pagan estas empresas, que flexibilice la contratación y el despido, que agilice los trámites burocráticos. Una política sindical, en definitiva, eficaz y no demagógica.