Cultura

La mortalidad del deseo de inmortalidad

 

En agosto de 2002, el telescopio espacial Hubble, propiedad de la NASA, fotografió la agrupación estelar Arp 220, cuyo estado actual es consecuencia de su colisión con otra galaxia, hará de ello unos 700 millones de años. La agrupación estelar Arp 220, que contiene unos 10 millones de masas solares (nosotros vivimos orbitando alrededor de una masa solar mediana) y está en la constelación Serpens a unos 250 millones de años luz de nosotros, es el antídoto perfecto para que un hombre acepte sus limitaciones.

En mayo de 2007, la revista Muy Interesante describía que para entender el proceso del cáncer, hay que entender la apoptosis, esto es, la muerte celular programada; esta muerte programada significa que todas las células del organismo tienen un tiempo de vida determinado y que, una vez este tiempo se ha cumplido, mueren. La lección aquí es sencilla: unas células mueren, se autodestruyen conforme a su programación, para que se generen otras nuevas. Ese es el ciclo de la vida, sencillamente explicado. Cuando por un defecto cromosómico o genético, o por una señal externa, como el humo del tabaco o la radiación, la apoptosis no se realiza, la célula tiende a crecer y multiplicarse sin control, convirtiéndose en cancerosa e inmortal (o, al menos, ése es su objetivo).

El lunes 7 de mayo de 2007, la página web de El Mundo contabiliza 20 mujeres asesinadas por la violencia doméstica; estos números están ebrios y sedientos por aumentar y reproducirse a lo largo del año. Pienso que Shakespeare escribió Otelo porque todo asesinato es artístico (como sabía Thomas de Quincey), y porque toda violencia, sin duda, forma parte del Arte, al ser irracional, sentimental y visceral (como los toros, por ejemplo). Si fuera racionalizable, la violencia formaría parte de la ciencia. Un científico no explica la gravedad lanzando a una cabra por un campanario (no es su estilo), como se hace con ellas en algunos sitios para celebrar la llegada de la primavera.

Entiendo que todo en la Naturaleza existe, como nos explica Richard Dawkings en su The Selfish Gene, porque es estable. Una molécula de agua contiene, como vemos, dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y no otro enlace, por la sencilla razón de que esa unión es estable y perdurable dentro de ciertos márgenes. Todos las especies de animales que han surgido de la tierra de este planeta buscan la seguridad y evitan, dentro de lo posible, los cambios, pues estos implican adaptación, ingenio, inteligencia, esfuerzo y mucha inseguridad. La muerte (el gran cambio) es, de hecho, un peligro del que escapamos por puro instinto, por actitud refleja, porque así estamos programados genéticamente: para sobrevivir y perdurar lo más posible. Esta regla la confirman el suicida y el mártir, pues ellos se quitan la vida para vivir; el primero, porque ya ve la vida como una muerte dolorosa y exasperante; el segundo, porque quiere vivir en el Cielo eternamente con su Dios.

Desde las galaxias y sus colisiones, a las células que no quieren morirse y que provocan su propia reproducción incontrolada, pasando por la violencia doméstica y la depresión a la que muchas mujeres se ven sometidas por su condición física inferior frente al macho Alfa descontrolado, uno comprueba, desde su propia Torre de Juan Abad, que el universo es un enigma inmenso e inexplicable, asaz torturador si pensamos en él en profundidad. Por suerte, podemos aprender que es una lección universal y celular que hay que aceptar la muerte llegado nuestro momento programado. La muerte provocada (contra las mujeres, por ejemplo) no es aceptable, por cuanto la programación ha sido alterada, como en el caso del cáncer, por un individuo descontrolado. Los tratados filosóficos y teológicos de John Donne Biothanatos a favor, y Pseudo-Mártir en contra, se anulan para confirmar con Tirteo, Homero o Miguel Hernández, que la lucha es el estado natural del Cosmos que nos rodea y del que formamos parte. Heráclito ya nos previno sobre esto. Por otra parte, el que seamos limitados como animales posibilita que nuestra imaginación no tenga límites. Algo en esta paradoja apunta hacia el Cosmos y nosotros mismos. Como bien sabía Zenón y su discípulo Borges, el infinito es la cuestión que con más fuerza late en nuestras consciencias. Y si a Borges le apremiaba el infinito y los espejos, a Nabokov le atosigaba el milagro de la conciencia y la memoria.

En algún lugar de este universo cósmico (pienso) siempre hay algo (una célula, un hombre, una estrella, una galaxia) que se apaga para que otra cosa brille. Saber respetar esa ley natural es el epítome, el símbolo, el paradigma absoluto de la sabiduría: nacer, reproducirse y morir. Los locos no quieren morir, por eso matan: para creerse más fuertes, más grandes, más inmortales; no alcanzan a ver que ellos son el cáncer que llevará a todo su organismo (a toda su familia), a la desintegración inminente. Todo hombre tan estúpido como para matar a su mujer (“la gente no nace estúpida, sino ignorante; es la educación la que la vuelve estúpida”, Bertrand Russell dijo), debería ser reeducado, y en este sentido muchas cárceles intentan conseguir eso mismo, aunque sin éxito. El problema es que la muerte de una persona es irreversible como el Tiempo.

Quizá la ciencia (pues las religiones ya lo predican a bombo y platillo siempre que uno acepte sus conclusiones: «No peniques, no paternoster») pueda descubrir la clave de la inmortalidad en el futuro gracias a la genética molecular y el tratamiento con células madre. Desde mi Torre de Juan Abad malagueña me imagino esto: pensad, científicos, en el ejemplo de la célula cancerosa.

Porque la inmortalidad tiene un precio, y hay que conocerlo y sopesarlo antes de perder la noción de lo que, realmente, es la vida: una muerte programada que no debe postergarse indefinidamente. El relato de Borges «El Inmortal» es un ejemplo.

Citaré el Soneto Sacro X de John Donne para confirmar que él, como Santayana, sabía hacer frente a la muerte física con un espíritu y una voluntad del tamaño de la galaxia de Andrómeda. Ludwig Whittgenstein, también, sabía que la eternidad está aquí, en el ahora, en el momento presente que pasa pero, como sabía Horacio, ya no puede borrarse nunca, ni siquiera por la recta mano de Júpiter. Nos dice John Donne en este sentido:

 

                            HOLY SONNETS.                                                                                                    SONETOS SACROS
                              X.                                                                                                      X.

Death, be not proud, though some have called thee                          Muerte, no seas orgullosa, aunque algunos te han llamado
Mighty and dreadful, for thou art not so;                                              Poderosa y terrible, pues tú no eres eso;
For those, whom thou think’st thou dost overthrow,                       Pues aquellos, a quienes tú piensas que doblegas,
Die not, poor death, nor yet canst thou kill me.                                  No mueren, pobre muerte, ni aun tú puedes matarme.

From rest and sleep, which but thy pictures be,                                 Del descanso y el sueño, que no son sino tus reflejos,
Much pleasure, then from thee much more must flow,                  Mucho placer, luego de ti mucho más debe fluir,
And soonest our best men with thee do go,                                          Y mucho antes nuestros mejores hombres contigo se van,
Rest of their bones, and soul’s delivery.                                                Descansan de sus huesos, y entregan su alma.

Thou’rt slave to Fate, Chance, kings, and desperate men,             Tú eres una esclava del Destino, el Azar, los reyes, y
[los desesperados,
And dost with poison, war and sickness dwell,                                    Y con veneno, guerra, y enfermedad habitas,
And poppy, or charms can make us sleep as well,                              Y la adormidera, o los hechizos pueden hacernos dormir,

                                                                                                                                                                                                                    [también,

And better than thy stroke; why swell’st thou then?                        Y mejor que tu golpe; ¿por qué te hinchas entonces?

One short sleep past, we wake eternally,                                              Un breve sueño pasado, despertamos eternamente,
And death shall be no more, death, thou shalt die.                          Y la muerte no será más, muerte, tú morirás.

 

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.