Cultura

La música de Chopin y lo absurdo

Quería hablar sobre lo absurdo y antes busqué inspiración en la música de Chopin. Porque ocurre que la música, en la mayoría de casos, ayuda a ordenar ciertas ideas que quieres expresar y no sabes cómo enfocarlas. Pues qué mejor que el Etude op. 10 No. 12, para tener las cosas claras y hablar un poco sobre este tema.

 

 

Mucha gente tal vez no se da cuenta de la importancia que tiene hablar sobre lo absurdo. Lo común es hablar sobre lo racionales que somos. Lo absurdo -dicen- es una pérdida de tiempo. Bueno, yo no me precipitaría a valorar negativamente lo absurdo. Tomar conciencia sobre lo absurdo es una forma de asegurarnos un poco más de razón a la hora resumir el día a día.

 
Después de darle vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que por más que nos esforcemos nunca seremos capaces de erradicar completamente lo absurdo de lo cotidiano. Con el esfuerzo creo que ya es suficiente, pues parece que la realidad está intrínsecamente unida a ello. Es decir, algunas o muchas cosas, imperceptibles o no, poseen esa cualidad indeleble de lo absurdo. Cuando lo vemos está en casi todas partes: en las películas, en las series de televisión, en las novelas literarias e incluso, como no, en la vida diaria. Pero claro, para detectarlo con precisión es necesario un tiempo, y cierta distancia para distinguir lo absurdo de lo que no lo es. Lo sorprendente es que me he dado cuenta de que es tan inherente que es imposible erradicarlo sin afectar a la totalidad del espacio donde se encuentra enquistado. Cuando no lo vemos, no faltará alguien que nos lo cuente con detalle y confirmaremos, una vez más, su enquistamiento.

 

 

Un caso concreto de lo absurdo, fue ver la película Balada triste de trompeta, dirigida por Alex de la Iglesia. Aquella conversión, como recordaréis los que habéis visto la película, del protagonista de un payaso triste a un payaso vengador, es lo más absurdo que he visto en el cine en los últimos años. La película está inflamada de ideología. Y eso lo hace absurdo, porque busca el aplauso solo de un bando. Creo que la carencia de imparcialidad y objetividad es un caldo de cultivo para lo absurdo.

 
Pero parece como si la vida misma necesitase de lo absurdo para existir. De lo contrario, si absolutamente todo tuviese sentido y las veinticuatro horas del día actuásemos bajo los dictados de la razón, quizá colapsaríamos. Entonces, ¿necesitamos de algún tipo de sinsentido para equilibrar nuestra razón? Es posible. Si desde que nos levantamos de la cama, hasta que nos volvemos a dormir, nuestros actos se rigieran estrictamente por la razón, estaríamos hablando de que el ser humano es perfecto. Y desde luego no lo es.

 

 

No se puede tener razón en todo. Equivocarse es un sinsentido involuntario. Si la perfección no existe, entonces, el adverbio de cantidad «casi» estará presente en muchos aspectos de la vida: «casi lo consigo»; «es casi perfecto», etc.

 
Si bien el esfuerzo por erradicarlo es un necesidad (porque si todo fuera absurdo sería fatal), dicho esfuerzo, como ya hemos observado, siempre resultará insuficiente para anular el escurridizo absurdo. Es como si la naturaleza no lo rechazara, sino, más bien, lo admitiera, en un ejercicio de equilibrio racional. En otras palabras: para no volvernos locos la naturaleza consiente, en cierta medida, la presencia de lo absurdo en lo cotidiano. Y, en efecto, se muestra a vista y paciencia de todos nosotros. A veces puede causar indignación, otras risas o enfado. Lo cierto es que lo absurdo no deja a nadie indiferente. Como si hiciera constancia de que su enquistamiento en lo cotidiano fuera normal. Porque en realidad lo es.

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*Imagenes de dominio público obtenida de Google.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.