La Navidad está precedida por el Adviento que es esperanza en la venida de Dios a la tierra. Es trascendente esta presencia porque, a partir de ese momento, el Cristianismo toma un rostro humano, pasa a ser una religión de un Dios vivo.
La Navidad es un gran acontecimiento porque significa el nacimiento del Niño Jesús, es decir, de Dios, que viene a salvarnos de nuestros pecados.
Jesús viene como Rey, que gobierna con prudencia y aplica la justicia y la ley en beneficio del que sufre, del marginado, de los pobres y de todo el que se ha alejado de Dios y lo rechaza. Quiere el arrepentimiento del que rechaza a Dios.
Jesús, que es Dios, es amor, misericordia y paz. Su poder es infinito y eterno. Nos ama y vino a asumir nuestros pecados, sin ser él pecador, para tener una muerte en Cruz. Muerte ignominiosa.
Jesús cumple la voluntad del Padre. Para Dios no hay nada imposible. Acepta esa muerte en Cruz porque sabe que vendrá después su Resurrección y que el premio de ésta es la vida eterna.
La muerte en Cruz y la Resurrección son la base del cristianismo. Sin ellas, el Cristianismo no tendría razón de ser. Constituyen la razón de mi fe, de nuestra fe.
¿Cuál es mi esperanza en estos días?
Que las familias que viven situación difícil tengan y mantengan fe en Dios, que no desampara a nadie; que haya justicia, que se aplique la ley con celeridad e imparcialidad, que la inseguridad sea minimizada, que haya paz y unidad entre todos los venezolanos. Es lo que le pido al Niño Jesús en esta Navidad, para que haya tranquilidad en días de crispación y confrontación inútiles, que, mayoritariamente, el país rechaza ante la terquedad de quien o quienes actúan de esa manera.