La otra cara de Simón Bolívar
Un investigador alemán en los tiempos de Hitler, realizó un trabajo pseudo científico fundamentado en sus actividades arqueológicas relacionadas con la búsqueda del Santo Grial. Exploró algunos parajes europeos, centrando su estudio en el castillo de Montsegur donde – según él – un ejército del Diablo acechaba la edificación, convencidos que allí se encontraba la joya; luego apoderarse de ella y colocarla después en la corona del Príncipe de las Tinieblas. Los resultados de este trabajo fueron plasmados en una obra que llevó más tarde como título “La Corte de Lucifer”
Otto Rahn, que así se llamaba el fulano investigador aficionado al esoterismo, la magia y la política, quien, siguiendo las tradiciones cataras y las experiencia de viejos alquimistas, se dio a la tarea de buscar afanosamente El Grial con la firme convicción que éste, según los antiguos textos consultados, llegaría también a proporcionar juventud eterna a quien o quienes lo poseyeran. El Dictador alemán entusiasmado y atraído por la idea suministró todo el apoyo necesario para que continuara la investigación.
Bueno, se preguntarán algunos, ¿y que tiene que ver toda esta cháchara con la cara de Simón Bolívar? Muy simple, aquí en Venezuela tenemos una corte de adoradores, no precisamente de Lucifer, pero sí de alguien parecido. La secta cuenta con muchos seguidores y algunos fueron seleccionados para formar una comisión que llevaría el pomposo nombre de “Comisión Presidencial para la Investigación Científica e Histórica sobre El Libertador” – se les secó el cerebro a los que pensaron en ese título – quienes se dieron a la tarea de hacer un estudio científico – mágico-ritual con los restos del Padre de las Patria. Dicha comisión estuvo integrada por “supuestos” sociólogos, antropólogos, psicólogos, etnólogos, patólogos y criminólogos.
Demás está recordar que Bolívar fue el libertador de cinco repúblicas sudamericanas, un héroe universal, patrimonio de toda la humanidad; pero aquí en Venezuela un Presidente y un partido político (del Presidente) lo confiscó, se adueñaron de él y de su obra. No se tienen noticias de que fueran invitados científicos u observadores de las demás republicas para la exhumación de sus restos. La rimbombante comisión presidencial estuvo conformada por 50 miembros entre venezolanos y cubanos y un ciudadano español quien dirigía las operaciones
Llegaron como la marabunta, profanaron su tumba, perturbaron su descanso eterno, sacaron sus restos y manosearon su osamenta con el cuento de descubrir las causas reales de su muerte. La corte de adulantes tomó la calavera del Libertador, hicieron mediciones antropométricas, tomaron fotos, realizaron estudios para determinar el rostro de Simón Bolívar, Actuaron igual que si se tratase de un espécimen desconocido o el de un cromañón inidentificable, o como si no hubiese suficiente documentación escrita y pinturas sobre el Padre de la Patria. Algunos comentan que todo se hizo con la firme intención de presentar después una cara del héroe con facciones de carácter negroide muy parecidas a las del Dictador, de ser esto cierto, estaríamos en presencia de la evidente demostración del obsceno culto a la personalidad que se le rinde a Hugo Chávez.
Pero en el trasfondo, lo que buscaban era algo similar a lo del investigador nazi, no la juventud eterna; pero sí, según algunos santeros de la Corte Yoruba y paleros cubanos, proporcionar salud y permanencia eterna en el poder para el Dictador venezolano. La vaina es que esta actividad tuvo efectos contraproducentes y muchos de los profanadores padecen en la actualidad enfermedades incurables, incluyéndose al propio mandatario.
El nuevo rostro de Bolívar realizado en 3D, producto de un estudio computarizado fue presentado con bombos y platillos por el propio Presidente, el día 24 de julio, fecha de nacimiento del Libertador, y lo hizo en cadena nacional de radio y televisión con la pretensión de que lo vieran en todo el mundo. –Este es el verdadero rostro de Bolívar – se ufanaba en decirlo, mostrando una imagen que en muy poco, o nada se parecía a la venerable cara que por más de un siglo hemos conocido y se encuentra muy arraigada en el imaginario colectivo. A no ser por el uniforme y el cabello alborotado no lo hubiésemos podido reconocer; además el mandatario tuvo las santas bolas de decir muy orondo, que el Libertador no había nacido en Caracas, sino por los lados de Birongo, (población del estado Miranda donde la mayoría de sus habitantes son afro descendientes)
Si nos atenemos a las mediciones antropométricas, el rostro presentado corresponde a un hombre de rasgos negroides, nariz grande y achatada, fornido, de estatura mediana, lo que contrasta con la descripción que hicieron en su tiempo algunos biógrafos y personas que le vieron y trataron. Veamos algunos de ellos para no hacer tan largo el tema:
Daniel Florencio O’Leary, su Edecán – ¿quien más pudo conocerlo mejor? – no los muestra como: “un hombre de pequeña estatura; los ojos negros y penetrantes; la nariz larga y perfecta” (Memorias de O’Leary)
Luis Perú De Lacroix. Uno de sus oficiales y amigo lo describe así: “La nariz fina, bien proporcionada; los huesos de los carrillos, agudos, las mejillas chupadas; la boca algo delgada, sobresaliendo el labio inferior” (El Diario de Bucaramanga)
El científico venezolano Don Lisandro Alvarado; aunque no fue contemporáneo de Bolívar lo detalla de la siguiente manera: “tenía un perfil griego, principalmente por el corte del rostro; la pequeñez de la boca; la amplitud de la frente y la rectitud de la nariz, muy finamente delineada”
Esto del perfil griego, nos hace recordar una anécdota de J.B. Boussingault, que le confesó el propio Libertador: “una vez se encontraba en un burdel, y un tipo lo confundió con un pederasta griego” (Memorias de Boussingault). Cuando apareció esta obra, se encontraba como Ministro de Educación el Profesor Augusto Mijares, quien mandó a quemar todos los ejemplares editados, por considerarlos un irrespeto al Padre de la Patria.
Existen otras evidencias de los rasgos europeos de Simón Bolívar: la mascarilla mortuoria realizada en yeso, y atribuida al Dr. Alejandro Próspero Reverend, cuando Bolívar tenía pocas horas de haber fallecido en la casa del español Joaquín De Mier. En ella quedó plasmada la cara de un hombre de aspecto peninsular; rostro semi ovalado; de nariz recta y fina.
Otros tantos lo han descrito como un hombre de baja estatura; delgado; de pecho angosto; ojos negros, grandes, vivos y penetrantes; nariz aguileña, bien formada; de tez morena – lo cual resultaba lógico, ya que después de haber cabalgado durante más de tres lustros por casi toda la América, su piel tenía que haber sufrido los rigores de un sol tropical
Además existe una iconografía impresionante del rostro de Bolívar recogida por el investigador Alfredo Boulton; entre ellas se destaca la realizada por el pintor José Gil Castro (1825) del cual dijo el Libertador cuando le regalo la pintura a su hermana María Antonia: “Es un retrato mío hecho con la más grande exactitud y semejanza”
A mí me irán a tratar de racista o lo que les de la gana, me tiene sin cuidado; pero ese rostro de bolívar con cara de negro, no representa la verdadera imagen del Libertador de América.