Corres, pero ¿por qué corres?, no sabes, pues pregunta, no quieres, no te rebajas, y sigues corriendo, hacia adelante o hacia atrás, no importa, el caso es correr, el caso es huir, no te detienes, no reflexionas, te limitas a correr, no vaya a ser que te de por darte cuenta el tipo de persona que eres.
Te miran, no te importa, vives a tu manera, o eso dices, claudicas al final, cedes el paso a las señoras, el asiento a las viejas y la cartera a las meretrices, sueñas, haces como que escribes, vives del cuento, te emborrachas en el bar de la esquina, anotas en una agenda los sitios en los que no te dejan volver a entrar.
Hablas, nadie te escucha, todos tienen prisa, no porque tengan que ir a ningún lado, huyen de ti, lo sabes, pero lo niegas, cínico, que eres un cínico, calla lo que piensas, piensa lo que dices, otro gallo te cantaría, exabruptos verbales, inextricables galimatias gramaticales sin más semántica que la del mejor postor.
Apuestas, pierdes, vuelves a apostar, vuelves a perder, sin dinero, sin amor, sin dignidad, ¿qué te queda?, dime, ¿qué te queda que te ate a esta vida?, nada, te lo digo, te lo repito, o cambias de vida o la vida se te llevará por delante, cuando menos te lo esperes, cuando estés escapando de las cavernas más profundas.
Hasta entonces, a galeras a remar, al son de un tambor anacrónico, herejías de parvulario, adelante, atrás, adelante, atrás, no se me distraigan que tengo la fusta calentita, te mueres de hambre, no quieres pedir, tampoco robar, sólo te queda aguardar a que la parca te lleve a su prisión.