Caminar con pesadez en el alma, tirando de una perra vida que pesa y pesa más y más en cada paso. Cubata tras cubata, ahogando el ser entero, pistola en mano y corrupción en mente… José Coronado personifica todo esto y más, muy lejos de aquel Don Juan encantador de faldas al que nos tenía acostumbrados, aquí se suelta la melena y se convierte en un rudo y violento policía al que poco parecen importarle ya las leyes y la placa que lleva en su propio bolsillo.
Coronado nos cuenta que se ha sentido muy bien en esta película porque “me gustan la historia, el personaje y el director, en las escenas de acción no me han doblado y, además, hemos conseguido que el público sienta empatía por un personaje que vive en el infierno. Me han dado la oportunidad de sacar una bestia humana acorralada en medio de una caza que extrae lo más salvaje y primario de mi personaje”, y la culpa de todo esto la tiene Enrique Urbizu que, tras La Caja 507 (2002), baja de nuevo a los inframundos de la violencia en este relato, tremendamente cruel, alarmante y casi terrorífico, porque es ese mismo tono realista de terrorismo, tráfico ilegal y muerte el que nos abofetea la cara para abrirnos los ojos y gritarnos que los malvados siguen por ahí, corrompiendo la vida, mientras nosotros miramos para un lado y la policía para otro… y sucesos como el 11M se encuentran justo en el centro de una línea de injusticia y pánico social.
Urbizu se luce una vez más con un guión extraordinario y potente, que nos lleva inevitablemente a los terribles recuerdos de aquel fatídico 11 de marzo que cambió la vida de tantos y tantos españoles. Y resulta magnífica la iluminación y el cuidado de cada escenario donde recrear todos esos ambientes oscuros, sucios y desolados que acompañan constantemente al espíritu del protagonista y también a la temática general de la trama.
El protagonista de esta historia, Santos Trinidad es un hombre hundido bajo los escombros de su vida que se cava su propia tumba cuando una noche entra en un club aparentemente abierto al público y se encuentra con el rechazo al tomar una copa. Casi sin querer, se convierte en verdugo de verdugos y testigo de testigos, dando comienzo a una persecución tan física como moral, una guerra de drogas, dinero y terror social cuyo final puede suponer el caos de una nación entera o el triunfo de un solo hombre. Porque Santos Trinidad ya no tiene nada que perder, porque ya lo ha perdido todo, porque nada le importa ya, ni el trabajo aquel en el que tocó la cima y cayó por error, ni la familia que no está, ni su alma corrompida por la guerra de los malvados… aquellos que jamás hallarán la paz.
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