No pretende este cronista ser una guia de turismo, ni servir de escaparate a negocios de hostelería que los hay de todo, buenos y malos, pero que defienden intereses económicos que son sólo cosa suya. He tenido la ocasión de conocer muchos pero nunca me ha dado por la recomendación, si acaso a una escala de mi círculo íntimo, porque lo que para uno puede ser bueno para los demás puede resultar discutible y ante la subjetividad lo mejor es una posición desde una prudente distancia y si puede ser con bandera blanca de neutralidad.
Pero lo que sí pretende este reportaje es el reconocimiento de unas labores, que desde el silencio y la humildad intentan cada día dar a este territorio nuestro, acostumbrado a la conciencia de esparto, un ejemplo de determinación para mantener viva una indentidad que por desgracia se pierde entre los surcos de la erosión y el desaliento, que es causante del desapego y la renuncia. Personas que se embarcan en una navata sin más protección que la corriente que la empuja rio abajo, con el propósito de lucha que es más de resistencia, pero que nos les importa el salto mortal a que la vida les obliga precisamente por su obstinación de crear su propio modo de vivir.Mención especial a mis queridos amigos de CASA UBIETO de Ayerbe, Chon y Emilio, que dejaron atrás carreras y proyectos para consumir en cada hoja del calendario su íntima aspiración de ser útiles a traves de sus aficiones. De esta manera ejercen, tras la puerta de su negocio, de consultores y puede que de confesores para todos aquellos que les gustan las setas pero las temen. Ellos con paciencia docente, cuentan y recuentan los pequeños consejos a tener en cuenta, a la vez que en sus alacenas maravillosos productos esperan turno. Sin prisa, sin pausa, sin el aldabonazo de la cercana campana del reloj renacentista, como si cada cliente fuese un amigo a quien proteger. Otro día prometo traer aquí imagenes de su especial universo abierto a todos los públicos, aquí en Ayerbe, al lado mismo… y daré detalles de los insignes libros en los que navega Emilio, premiados por gentes de acuyá a los que no les averguenza reconocer los méritos de los demás.