Consonancias, 37
A punto de cumplirse el centenario del estreno en París de ‘La consagración de la primavera’, el famoso ballet de Igor Stravinski que revolucionó el mundo de la música, el Auditorio zaragozano ha ofrecido en el intervalo de pocas semanas dos versiones de la obra. Esta composición trascendental por las innovaciones armónicas y rítmicas que propone, además de por su capacidad para extraer todas las capacidades tímbricas de los instrumentos de la orquesta, fue estrenada en París, en el ThéÁ¢tre des Champs-Á‰lysées, el 29 de mayo de 1913, provocando tal escándalo que, en el segundo acto, todo el elenco de bailarines, instrumentistas, director y compositor tuvieron que soportar las airadas protestas del público.
Entre los asistentes había gente famosa, el más notable de ellos Camille Saint-SaÁ«ns, gran patriarca de la música académica, artistas polifacéticos como Jean Cocteau o Pablo Picasso, y personajes de moda como Coco Chanel. Saint-SaÁ«ns, la figura más respetada del momento en los ambientes musicales, abandonó la sala entre exabruptos gritando que aquello era un ataque a la belleza inmutable del arte.
Transcurrido un siglo, La primavera sagrada, que se conoce por su título francés ‘Le Sacre du printemps’, traducido habitualmente al español como ‘La consagración de la primavera’, es una obra de culto que la mayor parte de los aficionados a la gran música admiran.
El pasado 10 de febrero, la Banda Sinfónica del Conservatorio Superior de Música de Aragón, dirigida por Miquel Rodrigo, ofreció en
el matinal Ciclo de Introducción a la Música una versión llena de espíritu y de contrastes, en la mejor lectura posible para esta composición memorable. Una magnífica puesta en sonido, cuidando todos los detalles, extremando los ritmos y dotando a la percusión de una densidad sorprendente. Los vientos sustitutos de la cuerda aguda estuvieron tan acertados que apenas se la echó en falta.
Casi un mes después, el pasado 3 de marzo, la Orquestra FilharmÁ²nica de la Universitat de Valencia, dirigida por Hilari García Gázquez, volvió a ofrecer la obra con mucho empeño, aunque sin tanta intensidad. No obstante, la interpretación resultó muy meritoria teniendo en cuenta la naturaleza discente de los intérpretes. Los mejores efectos se consiguieron en los tutti orquestales, quedando algunas intervenciones solistas en espera de mejora. Pero el homenaje a la magna obra, que hizo variar el rumbo de la música hace un siglo, quedó reafirmado nuestro Auditorio.