Escenarios, 95
El pasado domingo, 22 de febrero, se presentó en sesión única en el zaragozano Teatro Principal, ‘La lengua en pedazos’, de Juan Mayorga, interpretada por Clara SanchÃs y Daniel Albaladejo, bajo la dirección del propio autor.
Me permito reproducir un resumen del comentario que mereció la obra en la revista digital A vuela pluma.com, una publicación realizada desde el madrileño café Gijón. No podrÃan decirse las cosas mejor.
«‘La lengua en pedazos’ es el primer trabajo como director de Juan Mayorga. Lo hace con un pura sangre entre las manos: la vida de Santa Teresa de Jesús. Para ello, el autor inventa un diálogo que nunca existió, entre Teresa y un inquisidor que la acusa de rebeldÃa y heterodoxia.
La puesta en escena es parca y deliberadamente no historicista. Se nota que Mayorga quiere acercarnos lo más posible a Teresa. La palabra queda al servicio de la acción, y asÃ, lo que podrÃa ser buena literatura, se consolida como un excelente ejercicio teatral gracias al aplomo de los dos únicos actores en escena. Lejos de todo lugar común, su interpretación muestra un sorprendente abanico de registros, adaptados a los vaivenes del personaje: ya sea la Teresa mÃstica y carnal, la Teresa intelectual o a la monja sencilla que busca a Dios entre pucheros.
Mayorga logra un texto imponente, teniendo en cuenta que ha guardado fidelidad literaria al Libro de la vida de Teresa de Jesús y sus cartas. Pero el mérito es reseñable: su medida adaptación del lenguaje de la época da un resultado sobrio y poético. Exige atención por parte del espectador, pero sin llegar a saturar.
En ‘La lengua en pedazos’ la estructura es lÃmpida y plana. Pero la paradoja, es decir, la contradicción lógica, está todo el rato presente a través de los escritos mÃsticos de Teresa, como aquel «muero porque no muero».
El inquisidor es la voz de la razón, y como tal, nos representa a todos. No perdamos de vista que hoy en dÃa Santa Teresa serÃa remitida sin remilgos al psiquiátrico más cercano. En su afán por describir la iluminación extática, Teresa creó un nuevo idioma, angustiosamente retorcido. La metáfora dejó de bastarle: su lengua se tensó hasta el lÃmite y, finalmente, se rompió en añicos ante la incapacidad de expresar lo inexpresable.
Teresa es una rebelde, un espÃritu subversivo. Ejerce la extraordinaria libertad de decir no a aquello en lo que no cree, y con ese gesto, su conciencia trasciende hacia el más desprendido humanismo, músculo de una acción tan revolucionaria como fue la creación de las Carmelitas Descalzas. Pero el combate es de altura. Sin melindres y medias tintas, en escena vemos a dos portentos morales. Teresa y el Inquisidor son claros ejemplos de compromiso, cada cual en su extremo, como caras de una misma moneda.
En digno de alabanza que en estos tiempos de epidermis, Mayorga tenga la osadÃa de apuntar hacia el quicio del alma, donde los resortes más sangran.
La lengua en pedazos no pretende ser un ejercicio de fe, sino un canto a la dignidad humana, y a las perplejidades que aguardan en el umbral de la palabra, donde mÃstica y estética, finalmente, se toman de la mano.