Puestos a reformar, mejor reformar reformando, que reformar sin reformar, pero el Gobierno de Zapatero apostó por lo segundo pensando que hacia lo primero, confundiendo al personal y dejando por hacer lo que debía de haber hecho, provocando que la cosa no cambiara y que todos siguiéramos a la expectativa aguardando una reforma que no llegaba.
Sin embargo, nos siguieron diciendo que la reforma había reformado y que era cuestión de esperar, al menos hasta ahora, momento en el que, a puntito de salir, reconocen que no hicieron lo que debían, o que sí, pero que no funcionó, que es decir lo mismo sin decirlo igual, consumiendo tiempo y dinero, el nuestro, y dejando la crisis intacta.
Porque la reforma laboral no llegaba a donde debía de llegar, quedándose en el medio, no en el justo, sino en el hipócrita, en ese que contenta a todos por igual, con lo que no contenta nunca a nadie, y hace que el tiempo pase sin que nada pase y que el desempleo siga creciendo a ritmos acelerados sin que nadie parezca saber como detenerlo.
Y es que el mercado laboral debería de apostar por la flexiblidad, absoluta, cuanto más mejor, compensada con la formación continua y real, no como la actual, de los trabajadores, de manera que todos estemos actualizados, y no obsoletos, ante circunstanciales coyunturas adversas, saltando de empresa en empresa y de sector en sector, y tiro porque me toca, premiando a los buenos trabajadores y penalizando a los malos, en función de su productividad y no de su contrato.
Una reforma laboral que debió, debe, y deberá ser acompañada de una presión directa, e indirecta, sobre las entidades financieras para que fluya el crédito, porque sin él no somos nadie, ni tú, ni yo, ni las empresas que nos rodean, intentando conformar las condiciones necesarias para el inicio de una recuperación económica cierta y duradera, más allá de brotes verdes que nunca terminaron de crecer.
Hoy el Gobierno ha admitido que la reforma laboral no ha funcionado, y ha dejado entrever que el próximo gobierno deberá de abordar la reforma de la reforma, para lo cuál deberá profundizar en la flexibilidad, que no es sustancialmente negativa, sino esencialmente positiva, siempre y cuando se aplique de la manera correcta, sin recortes sociales y repleto de derechos reales para los trabajadores.