A jugadores profesionales de baloncesto de la NBA como LeBron James, Grant Hill y Steve Nash les encanta echarse una siesta antes de los partidos, porque, según dicen, les relaja y les pone a punto para el encuentro.
Los jugadores que duermen nueve horas al día tienen más probabilidades de reaccionar más rápido y de acordarse mejor de las jugadas, según Charles Czeisler, director de la División de Medicina del Sueño de la Facultad de Medicina de Harvard.
“A los que trabajan en el mundo empresarial les encantaría echarse la siesta”, comenta a The New York Times Jason Kapono, de los Sixers de Filadelfia. “Así que, si uno puede, ¿por qué no hacerlo?”.
Lo más probable es que sea porque todos los demás estadounidenses (a diferencia de la gente de países calurosos y climas mediterráneos que sí reposa o duerme la siesta) piensan que el echarse una cabezadita es poco productivo o de vagos. Pero esta costumbre podría estar perdiendo su estigma a medida que cada vez más personas prestan atención a los estudios que demuestran que las siestas pueden corregir los momentos bajos a mitad del día al reforzar la lucidez, la productividad, la memoria y el estado de ánimo. Un estudio británico revela que el mero hecho de pensar en echarse una siesta hace que baje la tensión sanguínea, y otro estudio realizado en Grecia concluye que la siesta reduce el riesgo de sufrir un ataque al corazón o un derrame cerebral, informa The Times.
Las empresas han recurrido a la potente siesta de 20 minutos como una opción para ahorrarse miles de millones al año en pérdidas de productividad. Y por qué no, si en el lugar de trabajo ya hay alicientes como gimnasios, guarderías, salas de lactancia, videojuegos y oficinas donde las mascotas son bien recibidas. Los empleados de Nike tienen una “sala de la tranquilidad” donde uno puede echarse la siesta, Google tiene cápsulas futuristas con ese fin, y Jawa, una empresa de tecnología móvil de Arizona, cuenta con dos salas de descanso, según Bloomberg Businessweek.
Después de pillar a unos controladores aéreos estadounidenses durmiendo en horas de servicio, la Administración Federal de Aviación cambió sus horarios en abril para luchar contra la falta excesiva de sueño.
Las luces brillantes y el café pueden mantener el sueño a raya. Pero Gregory Belenky, del Centro de Investigación del Sueño y la Productividad de la Universidad Estatal de Washington, Spokane, explicaba a The Times: “A menos que estés realizando un trabajo para el que no haga falta pensar mucho, estás manteniéndote despierto a expensas de la productividad”.
El sueño se ha convertido en la nueva agua embotellada. Aunque el agua puede ser gratis, se vende como un servicio, explica The Times. Yelo, un salón de Manhattan, vende a neoyorquinos agobiados la oportunidad de dormir poco tiempo pero arropado en una cámara privada (a partir de 17 dólares por 20 minutos). Y MetroNaps vende o alquila su silla para siestas, la EnergyPod, a empresas como Google y Cisco Systems.
La melatonina es un ingrediente que está presente en media docena de bollos que imitan los efectos relajantes de los pasteles de hachís, según The Times. Estos dulces, que contienen ocho miligramos de melatonina, se venden como una forma de fomentar la relajación.
En un mundo estresado y medicado, la gente cansada espera un remedio. Como explicaba a The Times Jessie Gruman, presidente del Centro para el Progreso de la Salud de Washington: “Si se puede comprar la excitación sexual, una nueva forma de la cara o una silueta más esbelta, ¿por qué no se va a poder comprar el sueño?”.
Anita Patil
The New York Times