Gore, predecible e insípida. Lo mejor que podemos decir de esta película es que solo dura 87 minutos y aún así es decir mucho. David S. Goyer responsable, entre otros, de los últimos guiones de Batman -Batman Beguins (2005) y El Caballero Oscuro (2008)- y de la dirección y guiones de Blade Trinity (2004) o The Flash (2006), no solo baja en su nivel narrativo sino que no mejora como director.
Este director y guionista judeo-americano intenta vendernos una versión judaica del exorcista llena de efectos visuales que pretenden meterte miedo a base de sustos, los cuales, tras los dos primeros minutos de metraje, resultan absolutamente predecibles en la narración. Con esta película no se pasa miedo, solo procuras no atragantarte con las palomitas.
A pesar de que la idea tiene una buena base, la narración es tan predecible y hay tal abuso de efectos al estilo de La Cosa (John Carpenter, 1982) y El Exorcista (William Friedkin, 1973) que esta cinta podría considerarse el inicio del retorno del terror a la serie B.
Resulta tan poco convincente que ni siquiera un monstruo de la interpretación como Gary Oldman, en el papel de Sendak, el Rabino exorcista, consigue salvar una historia que es menos convincente que ver a Rose McGowan disparando una ametralladora con media pierna. Al menos con Planet Terror (2007), de Robert Rodríguez, te reías de lo absurda que era -y la pretensión era esa-, pero con está casi te dan ganas de ir a la taquilla y exigir que te devuelvan el dinero.
Decepciona que uno de los grandes del cómic americano de nuestros días nos presente una historia tan poco elaborada y con tantos excesos visuales que tratan de compensar lo pobre de la misma.
Así que lo dicho, en estos tiempos de crisis, si quieren tirar el dinero esta es una buena opción, pero sino, hay mejores películas en cartel.