Consonancias, 56
Una asociación cultural que llegue en España a organizar 1.168 conciertos merece otros tantos aplausos. Y pueden continuar porque con toda seguridad la Sociedad Filarmónica de Zaragoza lo conseguirá: dentro de 832 sesiones –poco más de 40 años– habrá alcanzado los 2.000, un récord que desbordará los parámetros del Guinness o de la entidad galáctica que le sustituya cuando inicie su declive el siglo XXI.
Los anales recogerán cómo en la época de la gran crisis ocurrida a principios de siglo –crisis no sólo económica, sino también de valores, de gustos y de sentido común– la Filarmónica no se arrugó, no se amargó, no perdió el rumbo, no rebló… como dicen que decían por las tierras de Aragón. A pesar de que no se alcanzaba el ritmo deseado en cuanto al relevo generacional entre sus miembros, la Sociedad seguía en su empeño, proporcionando a los ciudadanos unos programas de gran dimensión artística. Había que negociar con los músicos y buscar patrocinadores y mantener una dinámica de captación de socios y muchas cosas más; por ejemplo organizar conferencias y actos de divulgación de la gran música. Todas se hicieron y los resultados acompañaron.
En la histórica temporada de 2013-2014, tras una etapa de cierto decaimiento por falta de apoyos institucionales, se reunieron nuevos ánimos hasta conseguir un programa memorable de gran densidad y calidad contrastada. Inició las sesiones nada menos que el acreditado conjunto de origen aragonés Al Ayre Español, con un mago al frente, Eduardo López Banzo, y prosiguieron los conciertos con el prestigioso American String Quartet. Se planteó un homenaje al compositor turolense Antón García Abril, con ocasión de su octogésimo cumpleaños, y allí estuvo la Sociedad Filarmónica con músicos que interpretaron parte de su obra vocal. Para cerrar 2013, la programación señalaba un recital de Ramón Coll al piano y una velada con Il Concerto Accademico.
El panorama para 2014 era igualmente espectacular: Eros Jaca y Francisco Fierro, la Orquesta del Siglo de las Luces, el grupo Lucerne Festival Winds con Enrique Bagaría, The King’s Consort con Robert King, Elena Mijailova y Larisa Tedtoeva, Taciana Gómez con Pilar Juan y Sergio Bernal, el Brodsky String Quartet, Trevor Pinnock, el Tempest Trio, Luis Fernando Pérez, Eduardo Aladrén y Esther Ciudad, el Cuarteto Casals con Iagoba Fanlo, Iam Bostridge con Julius Drake, el Zinger Septet… ¿hay quien dé más?
Una asociación artística sin ánimo de lucro debiera reunir en Zaragoza –ciudad con 752.413 habitantes estables– a no menos de 2.000 socios, o para ser exactos a 1.994, que no caben más en la sala Mozart del Auditorio municipal. ¿Qué menos que un 0.26% de la población, en pleno siglo XXI, interesada por la música de altura, de calidad, de sentido?
Para no ponernos impertinentes con las cifras, nos conformaríamos con un 0.25%, aunque a las sesiones sólo acudieran como promedio el 93.35% de los socios: una enfermedad, un imprevisto, una urgencia, una visita inesperada… Estaríamos así en 1.736 asistentes, una cifra respetable; ¿qué menos para una ciudad de 752.413 habitantes en la segunda década del siglo XXI?
Una lástima esos restantes 750.380 ciudadanos, perdiéndose una y otra vez las maravillas que suenan en la sala Mozart del Auditorio municipal con elocuente frecuencia.