Cultura

La sombra de la infidelidad

LA SOMBRA DE LA INFIDELIDAD

 

Al rojo vivo están muchas relaciones cuando la sombra de la infidelidad se cierne sobre la pareja. Ya manifesté en otras ocasiones que cada vez son más los que acuden a terapia para solventar una crisis matrimonial y en la mayoría de los casos los celos y la sospecha de terceras relaciones están detrás de los motivos de los problemas conyugales.

 

¿Es imposible la fidelidad en la pareja? ¿Puede mantenerse el amor y el deseo a través de los años? ¿Qué es ser infiel? ¿Tolerar cierta libertad sexual de tu partenaire es muestra de desinterés? ¿Qué amamos cuando amamos y qué deseamos cuando alguien se nos cruza en nuestro camino? A la hora de dar respuestas podemos vernos influenciados por sentimientos y consideraciones de orden moral que trascienden de la educación que hemos recibido a este respecto. La religión, la defensa de la institución familiar, el temor a lo desconocido así como la no consideración de la propia naturaleza humana nos llevan a pensar, generalmente, que sin fidelidad no hay relación de amor posible. Muchos afirman que ser infiel es la mayor traición que te puede ocasionar la pareja, «lo soportaría todo menos que se acostara con otro/a». La posibilidad de perder al ser amado genera gran dolor, pero también supone una ofensa al propio narcisismo, «qué es lo que tiene ella que no tengo yo». Nos sentimos en falta, vemos tambalearse nuestro universo, alguien de fuera ha puesto en tela de juicio la fortaleza de la relación y desata la caja de pandora.

 

No siempre la sospecha es fundada, en muchos casos vemos donde no hay, son nuestros propios deseos los que nos llevan a atribuirle al otro los deseos que sentimos de forma inconsciente. ¿Acaso podemos controlar lo que sentimos? Hay quienes presa de su pasión celosa espían a su pareja, le miran el teléfono, violan la confianza buscando justamente eso, el engaño. ¿Es lícito transgredir todos los límites de la convivencia para descubrir aquello que no quieres que pase? ¿Qué haremos si descubrimos lo terrible, hay otro/a? ¿Podremos soportar nuestras preguntas, nos servirán las respuestas? ¿Qué hacer después, acaba aquí la relación? ¿Qué hacer si tu pareja te agobia por sus celos, puede meterse en tu vida más íntima? ¿Es peor ser infiel o es peor querer dominar al otro?

 

Las relaciones humanas son complejas, no hay un camino hecho previamente que nos augure el éxito, lo que antaño fue válido ya no lo es, cambiamos de gustos, la relación se desgasta porque dejamos de cuidarla… ¿Quiere decir eso que podemos o queremos prescindir de nuestro compañero/a? ¿Quiere decir que el muerto al hoyo y el vivo al bollo? No tiene por qué ser así, muchas relaciones son fuertes compromisos, amor más allá del apasionado deseo del comienzo, relaciones que te apoyan cuando lo necesitas, el objetivo por el que trabajar, el centro de la familia que habéis construido. Romper una relación por un escarceo sexual es un grave error. Una cosa es tener un deseo sexual y otra amar a alguien. Con un amante no te irías a vivir, no compartirías tu intimidad, tu vida. Muchos han roto su afianzada relación por un «calentón» y luego se quedaron compuestos y sin nadie a quien amar. Se puede vivir sin pareja, por supuesto, pero si se ha elegido vivir con un compañero/a hay que tener manga ancha, hay que permitir cierta distancia, cierta libertad para que cada cual tenga el espacio que necesita para desarrollarse. Este es uno de los graves errores de las parejas. No se dan cuenta de que atar en corto al otro, controlarle, preguntarle por cada uno de sus pasos, aleja cada vez más a la otra persona, la agobia, acabará por estallar tarde o temprano.

 

No es un tema nada fácil este, apenas tenemos educación sentimental, pensamos las relaciones como algo hermético en el que no tienen que intervenir terceras personas, ni familia, ni amigos, ni nadie… Está claro que hay cosas que incumben sólo a los dos, pero necesitamos de otros para vivir, para llenarnos de deseos, porque cuando una pareja son dos, el deseo se va agotando de tanto usarlo. Si tu pareja vuelve a casa feliz y te trata con agrado y con amor, no debes preguntar qué hizo, ni con quién fue, debes saber disfrutar del don de su compañía, de la vida que compartís que está hecha con muchos otros. Pretender que el amor sea cosa de dos es caer en los brazos del sueño infantil donde el niño lo era todo para la madre y ella para su pequeño retoño, no hacía falta nada más. Debemos alejarnos de este modelo que nos aísla y nos hace infelices. Debemos alzar el vuelo, trabajar por nuestra propia felicidad para luego poder aterrizar y compartir nuestra satisfacción con las personas a las que amamos. Ese es el mayor grado de respeto, darle al otro lo mejor de mí.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.