Consonancias, 48
Si usted quiere ir a escuchar un concierto de Lang Lang y no consigue butaca en las primeras filas del Auditorio, llévese unos prismáticos de teatro o incluso unos catalejos de caza mayor. Porque Lang Lang es caza mayor si hablamos de música. ¿Unos prismáticos, unos catalejos? La recomendación obedece a que en un concierto de este pianista chino se puede disfrutar tanto del audio como del vídeo. La figura del artista, su forma de ser, su manera de moverse, los gestos, la expresión de su rostro… son elementos que configuran por sí solos un espectáculo de primera magnitud. Si nunca lo han visto en directo, recurran al YouTube y disfrutarán lo indecible, con total seguridad, tanto escuchando sus interpretaciones como observando sus movimientos.
Lo de los prismáticos o catalejos tiene también otra aplicación, si la localidad que han conseguido para asistir al concierto les permite observar al público en el claroscuro de la sala. Se quedarán pasmados contemplando el pasmo de la audiencia, como si estuvieran asistiendo a un fenómeno imposible.
En el concierto que el pasado jueves, 3 octubre, ofreció el divo en Zaragoza, dentro del XVI Ciclo de Grandes Solistas ‘Pilar Bayona’ 2013, los aficionados tuvieron que esperar varios minutos –cosa infrecuente en nuestro Auditorio– a que apareciera Lang Lang, y para algunos pudo ser la oportunidad de calentar las palmas, porque su aparición fue recibida con un atronador aplauso. No se había escuchado aún una nota de las Sonatas de Mozart ni de las Baladas de Chopin que anunciaba el programa, pero la mera figura del joven pianista despierta ya la adhesión más incondicional.
Luego llegó la interpretación. La música que hace este muchacho nunca es plana: las notas ascienden tras sus dedos o se posan bajo las teclas a consecuencia de su decidida digitación. Los registros melódico, rítmico y tímbrico que consigue desde cualquier partitura pertenecen al universo de la armonía humanamente insuperable. Todo cuanto pueda añadirse, al margen de la técnica, se adentra en el campo de la realidad maravillosa, tanto que puede parecer un imaginario dominio de la fantasía.
Pero no, vayan a ver y escuchar a Lang Lang siempre que puedan, mejor en directo. Me darán la razón. El consuelo de Internet es sólo eso: un consuelo.