Te sientes solo, incomprendido.
Ya nada puede consolarte.
Un leve rayo de sol se cuela entre las nubes de mayo.
Cuando toca tu cara, te estremeces.
Cierras los ojos, reflexionas sobre lo vivido, sobre las decisiones…
ya todo está obsoleto.
Necesitas reinventarte, reinventar tu psicología, todos tus conceptos.
Sientes que todo podría solucionarse, que podrías revivir situaciones, encuentros, que podrías arreglar el desaguisado…
Pero, por ahora eres otro
en otro cuerpo,
Y pasan los años,
con su cruel castigo para la desvencijada memoria.
Cuando ese rayo de sol vuelve a ocultarse, percibes las imágenes de tu subconsciente,
imágenes que forman tu día a día.
Imágenes que te subliman.
Imágenes que te encarcelan en el estanque del devenir.
Ilusionado decides irte a recorrer las calles, desnudo
pero nadie te comprende.
Te juzgan, intentan cubrir tu desnudez con la maya de su velo.
Cansado, te sientas, te tumbas…. exhalas
Al inhalar, las imágenes
de nuevo.
Cubriendo de arena el oasis inagotable.
Multiplicándose como esporas en ebullición.
La cárcel, de nuevo, donde refugiarse.
Donde deshacerse en esa melancolía del momento perpetuo.
Una vez allí, tras unos tragos con el hermano vil y los seres que pululan por tu cabeza,
decides gritar
volar
rozar esa hoja que se mueve con el viento de mayo.
Decides ser libre,
por lo que comienzas a echar un vistazo a las imágenes
y dejarlas ir.
Foto: Alex E. Proimos
Como los perfumes de las mujeres hechiceras ,
aquellos que abren las puertas del abismo.
Pronto caes en la cuenta de que el velo de los otros, ese que tanto criticas,
es tu propio velo.
Y que… ¡No!
No quieres un matrimonio con la muerte,
a pesar de que te subyugue con su inefable belleza´.
Ahora tú llevas el timón, aunque la marea la dirija otro.
Si abres bien los ojos, quizá, podrás llegar al lugar del eterno reflejo
de las cien miel columnas.
Y ratificar, al fín,
Que de su recuerdo brota el deseo.
