En ocasiones creía escuchar cierto ecos del prodigioso «El progreso decadente» del genial Racionero, pero el libro que nos ocupa es menos orgánico, menos científico, más estadístico y mas histórico. Por lo tanto sus centros de gravedad son distintos, aunque pueda haber ciertas hermandades del discurso.
Las disquisiciones de Berman versan sobre el excesivo apego al oportunismo, la tecnología, la velocidad, y el consumismo que -en su opinión- están en la base misma, en la naturaleza del pueblo americano desde sus orígenes. Ese oportunismo lleva a una competitividad brutal y egoísta, desprovista de límites; a una ausencia de vida colectiva; a una priorización de los objetivos e intereses personales sobre los de la comunidad. Ello implica una ausencia de Seguridad Social o asistencia médica pública, una falta de seguridad en el trabajo y una sociedad con mayores desfases entre los ricos y los desfavorecidos.
También en este ensayo se nos habla de la falsedad del sueño americano: las posibilidades reales de que un miembro de la sociedad pobre llegue «arriba» con su talento, en sus palabras no parecen ser tales, y desenmascara casos como el de Oprah Winfrey, que atribuye no sólo al valor intrínseco, al talento de la persona, sino también al «poder negro».
Para demostrarnos que este tipo de sociedad sin objetivo metafísico (comprar electrodomésticos o amasar fortunas son objetivos vacíos) lleva únicamente al desgaste del sistema (económicamente inviable) y a la falta de felicidad de las personas, se aportan numerosos datos, casos y estadísticas.
Hay en todo ello grandes ecos de verdad, y sin embargo es preciso tener cuidado con las aseveraciones del autor y pasarlas por un filtro analítico. Por poner un ejemplo nos dice que la población de Estados Unidos, que representa el 5 por ciento de la mundial (dato que, según los datos de Wikipedia, es aproximadamente cierto) consume dos terceras partes de la producción total de antidepresivos. Este último dato, que no compruebo, puede ser cierto, no lo dudo, pero la conclusión de mezclar ambos datos es muy distinta si, al impacto inicial se le restan ciertas reflexiones: ¿cuánta gente tiene acceso a los antidepresivos en África, o en el continente asiático? Por lo tanto, en términos relativos, y si pudiéramos saber este dato final veríamos que la población estadounidense es mucho más del 5 por ciento. Aun así el porcentaje daría, sin duda, un montante alarmante de la infelicidad y la ansiedad que sufre el país más rico del mundo… Pero sin exagerar.
Que Morris Berman es un desencantado de un sistema como el americano es evidente y muy comprensible. Los sucesos como el de Columbine, que se repiten con cierta y triste frecuencia avalan no poco de cuanto nos dice el autor.
Sin embargo, no resulta fácil aceptar las alternativas que nos presenta para volver a una vida artesanal, comunal, preburguesa o postfeudal. El estilo de vida sureño o las sociedades el Islam resultan ejemplos arduos de considerar como opciones. Gran parte de la obra, de hecho, está dedicada al enfrentamiento entre el Sur y el Norte, a la guerra civil americana y sus causas reales. Se pone en entredicho que la esclavitud fuera el auténtico motivo, aunque se tomara como grito de guerra o lema espiritual del enfrentamiento. Por otra parte, y aunque ciertamente la lucha escondiera una contraposición de formas de vida y sistemas económicos, no es posible obviar que la viabilidad económica sureña se basaba, en gran medida, en esa esclavitud que mencionábamos. El autor hace referencia a las “abuelas sureñas”, esas que recordaban lo que no se debe/puede hacer, esas a las que nadie rechistaba, mención que viene a hablar de sociedades donde había ciertos “límites” impuestos por el beneficio común y la “buena educación”.