“Dígales que hagan lo que dice, pero no lo que hace”
El secreto para convertir a muy corto plazo a su hijo en el imbécil No. 1 de la ciudad y que vaya a competir en el Campeonato Mundial de Imbéciles a realizarse en Imbecilandia, es educarlo con lo que dice usted como padre o madre y no con el ejemplo.
Como educador he descubierto que los chicos y chicas tienden a ser personas normales cuando descubren que todos –incluyendo sus padres- cometen errores y tratan de enmendarlos, pero el chico imbécil, la chica tonta, -con posibilidades reales de ser campeones de imbéciles- tienen en común a padres que no predican con el ejemplo. Si fuman, no quieren que sus hijos fumen; si son borrachos, les piden a los chicos que no sean ebrios; si los padres no son leales con sus parejas, les piden lealtad; si los padres le piden que mienta diciendo que “no están” cuando preguntan por ellos, luego les dicen que la mentira es mala.
Es los jóvenes resulta ofensivo que el adulto tenga esa doble moral, y que aun lo vea a los ojos y en el extremo, quiere hacer del hijo una copia nefasta de eso que los jóvenes llaman la doble moral o la hipocresía de los viejos.
Los jóvenes aprecian la sinceridad; comprenden la debilidad; respetan la honestidad; adoran la equidad y se sublevan contra todo lo que implique hipocresía y doble moral.
Pero si, finalmente, tiene que acomodarse a padres de este tipo, lo hacen, se vuelven imbéciles y serán adultos, aun mejorados imbéciles.