“Hagamos frente al futuro”, con este lema los laboristas ganaron las elecciones en 1945 sobre un paisaje social, laboral y económico desolado por la Segunda Guerra Mundial. Sin recursos financieros, sobre un paisaje de ruinas, sin embargo, se propusieron reconstruir el país y construir el Estado-Sociedad de bienestar. Y lo consiguieron. Cinco años antes, en los comienzos de la guerra “Times” escribía: “Cuando hablamos de libertad, no nos referimos a un puro individualismo que excluya la configuración social y la planificación económica. Cuando hablamos de igualdad de derechos, no nos referimos a una igualdad de derechos política que sea destruida de nuevo por los privilegios sociales y económicos”.
Pues bien, el Gobierno, bajo la vigilante mirada de la Comisión Europea, o lo que es lo mismo del Capital financiero y especulativo, ha decidió hacer todo lo contrario: cargar la crisis sobre las espaldas de los trabajadores-consumidores; enriquecer a los privilegiados sociales capitalistas y desentenderse de la planificación económica y de la creación de riqueza y, por lo tanto de trabajadores consumidores. Pensando en reducir el déficit en beneficio del sistema financiero ha elegido el camino cuyo recorrido nos mantendrá en la situación actual porque con esas medidas no pueden crearse, porque ni tan si quiera está entre los objetivos de la política económica del Gobierno, 6.000.000 de puestos de trabajo, no puede elevarse el poder adquisitivo de los trabajadores-consumidores y no podrá elevarse la recaudación.
Por lo tanto, no volveremos a crecer. Nos limitaremos a sostenernos a flote sobre una masa flotante de 6.000.000 de parados que irá demográficamente creciendo con el tiempo. Estos presupuestos no se han construido a partir de la creación de empleo sino de saldar la deuda.
Toda política económica se construye a partir de uno de los dos ejes sobre los que descansa la producción: el capital y el trabajo. Por eso según cuál sea la ideología y los intereses de clase del gobierno que la elabora, y esto no significa que la izquierda estatalizada y burocrática esté identificada con los intereses de los trabajadores, así se dará prioridad a satisfacer los intereses del capital o los intereses del trabajador. Estos presupuestos, en coherencia con la clase social con la que ideológicamente se siente identificado el Gobierno Rajoy, tratan de satisfacer los intereses del capital. Tan evidente como la lucha de clases.
La socialdemocracia, bien es cierto, que está más comprometida, por su ideología y composición social, con los intereses del capital, razón por la cual tampoco fue capaz, ni es capaz en el ámbito europeo, de pensar la solución a la crisis desde la perspectiva del trabajador. A pesar de las opiniones de todos los economistas clásicos: Sismondi, Kondratieff, Shumpeter, Mitchell o Keynes, todos los cuales vinieron a coincidir en que sólo existen dos elementos para impulsar el crecimiento y el empleo: las innovaciones tecnológicas y/o el consumo de los trabajadores /consumidores, se empeñan en ignorar estos hechos y en limitarse a dar las soluciones que benefician a capital. Y así, como ya he dicho, lo más que se conseguirá es mantener a flote una parte de la sociedad sobre el subsidio de la otra.
Pero, si nos situamos en la perspectiva de los intereses de los trabajadores y por extensión, y como consecuencia de ello, en la pequeña y mediana burguesía, sí existe otra alternativa que no se marca como objetivo beneficiar al capital, directamente, sino beneficiar al trabajador.
Para empezar, es necesario tener claro que la crisis española no está causada por nada más que por la subida de los precios en la construcción. Que llegado el momento en el que éstos son inaccesibles para el 90% de la población y no rentables para los millones de especuladores no profesionales, la vivienda, como una acción, se desploma y como una acción tiene que recuperar el valor real y competitivo para volver a reiniciar un proceso de creación de riqueza.
Y sobre la creación de riqueza sí se puede salir de la crisis. O dicho con otras palabras, y a falta de innovaciones tecnológicas, que por otra parte requerirían de un personal cualificado que podría proceder de los millones de parados en la construcción y sectores derivados, volviendo a poner en marcha el motor sobre el que se ha creado la riqueza: la construcción, se podrán recuperar los millones de parados creados por su desplome.
El capital financiero es uno de los que se han arrastrado en la caída por el desplome de la construcción debido a que ha financiado a grandes empresas y a pequeños consumidores y si no se deshace de los pisos no soltará el peso que le sobra para reanimarse. De manera que el capital debería deshacer de esos pisos bajando los precios y pagar sus propios errores desapareciendo, reorganizándose o transformándose en una banca pública.
No es ninguna tontería volver a calentar el motor que ha creado riqueza: la construcción, creando en España grandes espacios urbanísticos para todos los habitantes de la Unión Europea que podrían disfrutar de la seguridad, calidad de vida y bienestar social y cultural de que se disfruta en Europa. Si tuviéramos en cuenta algo que un capitalismo bárbaro, brutal y estúpido es incapaz de tener en cuenta: que la vivienda como la educación y la sanidad es un bien social que debería estar protegido por los Estados y potenciada por los gobiernos, dejaríamos de someter el ejercicio de un derecho: a la vivienda y al ocio relacionado con ella, al liberalismo especulativo, a la libertad de mercado, para someterla a la planificación económica, algo que no es incompatible con la iniciativa privada, pero ésta se sometería a la competitividad con aquélla y así se contendría la especulación. Y una vivienda se revalorizaría a largo, no a corto plazo. Para conseguir esto sería necesaria crear un gran ministerio de la vivienda. El ejercicio de un derecho, a la vivienda, paradojas de la vida, podría salvar al capital financiero pero no al especulativo, que es el que, actualmente, domina la fase de desarrollo del capitalismo.
Para reconstruir la destruida Europa posbélica fue una suerte disponer de los dólares del Plan Marshall pero antes de que éstos llegaran tanto Gran Bretaña como Francia estaban decididas a poner en marcha la reconstrucción sobre la base de la construcción de lo que se llamará Estado-Sociedad de bienestar. Se recurrió a la nacionalización, se aumento el poder adquisitivo de los trabajadores y se planificó la economía. En Francia, especialmente, la planificación guió no sólo la reconstrucción sino su modernización económica. Hoy día nadie habla de este tipo de medidas ni de la reducción de la jornada de trabajo para todos los trabajadores europeos, pero existe una razón fundamental para entenderlo: el capital no siente sobre su cuello el aliento de la amenaza revolucionaria y por eso hace lo que le da la gana.
Va siendo hora, por otra parte, que tanto los socialistas, como los comunistas y los sindicatos ofrezcan un modelo de política económica alternativo al actual para salir de la crisis ya que no es suficiente con que se limiten a defender, desde una fortaleza asediada y en proceso de derrumbe, las conquistas del Estado-Sociedad de bienestar. A la defensiva, ésta se desplomará. Deben pasar a la ofensiva proponiendo otra política económica con medidas concretas basada en la creación de riqueza como única salida a la crisis. ¿Acaso las izquierdas carecen de política económica alternativa? Si no es así ¿a qué esperan para proponerlas?