Libertad de horarios comerciales
Que a estas alturas nuevamente se esté cuestionando la libertad de horarios comerciales en una ciudad como Málaga, Capital de la Costa del Sol, carece del más elemental sentido común. El pretender perjudicar por intereses partidistas y sindicales a empresarios, trabajadores y consumidores es inadmisible. Hace muchos años, nadie entendía porque los grandes superficies permanecían abiertas al mediodía o que no cerrasen los sábados por la tarde. Hoy día tal servicio ni se cuestiona y sí, ridículamente, el abrir domingos y festivos durante todo el año.
La implantación de la libre apertura comercial tiene que materializarse de una vez por todas. Aunque al principio la afluencia de público sea menor, como ha ocurrido siempre en todos los cambios, con el paso del tiempo, el consumidor va acostumbrándose a hacer uso de este servicio que le proporciona mayor comodidad para poder efectuar sus compras. Actualmente, la mujer está totalmente incorporada al mundo de trabajo y en muchas ocasiones, por su propia jornada laboral, no dispone de tiempo suficiente a lo largo de la semana para realizar este cometido.
Resulta incuestionable y así está demostrado, que una mayor apertura comercial supone incremento de venta, y como consecuencia, la creación de puestos de trabajo. Los empleados de las grandes superficies, al igual que el de los restantes comercios, con contrato de jornada completa, independientemente de la distribución de su horario, no pueden superar las 40 horas semanales; lo que impide que ningún miembro de la plantilla sobrepase dicho tope, de donde se deduce que si el empresario decide abrir al público todos los domingos y festivos del año, indefectiblemente deberá incorporar nuevos trabajadores para cubrir dichas aperturas, que normalmente se resuelven con los llamados contratos a tiempo parcial.
Negarle a Málaga y a otras ciudades de similares características la libertad para definir sus horarios comerciales, implicaría una tremenda torpeza. Que los miles de turistas que acuden a la ciudad por vía aérea, marítima y carretera, no puedan efectuar compras en domingos y festivos por imperativo legal, un servicio prestado por la mayoría de los países pertenecientes a la U.E. es ridículo. De cualquier forma, si un empresario no considera rentable abrir su comercio todos los festivos del año, siempre está en su mano el no hacer uso de este derecho, o bien limitarlo a las fechas que lo considere oportuno.
La afirmación de que la propuesta del Ayuntamiento de Málaga no constituye ninguna novedad es una falacia. Según el consejero de Turismo y Comercio de la Junta de Andalucía, Rafael Rodríguez, la normativa autonómica ya permite la apertura de los establecimientos menores de 300 metros cuadrados, a cualquier hora y día de la semana, por lo que la iniciativa municipal «no aporta nada nuevo». Tal afirmación es incierta dado que la norma, solo es aplicable a tiendas de las características descritas anteriormente, con lo cual, descaradamente, se está eliminando a las grandes superficies. Si lo que se pretende equivocadamente es granjearse el voto de estos comerciantes, están en un craso error, dado que los clientes también votan y son muchos más. Málaga es una gran urbe, cosmopolita, moderna y dinámica, y como tal, merece estar a la altura de las grandes ciudades europeas. No es de recibo utilizar demagógicamente a los usuarios con argumentos trasnochados, dado que lo que les interesa y demandan los clientes es que se les proporcione el mejor servicio.
Málaga debe acogerse al Real Decreto Ley 20/2012, de 13 de julio, sobre medidas para garantizar la estabilidad presupuestaria de fomento de la competitividad. En una economía de libre mercado como es la nuestra no se concibe sin libertad de horarios comerciales. La actitud de los sindicatos, nuevamente resulta incomprensible al negar que una mayor actividad no genere puestos de trabajo. Concretamente, el secretario general de la Federación de Comercio de UGT, Rafael Martín, opina que la Zona de Afluencia Turística del Ayuntamiento, desvirtúa el decreto estatal, manifestando «estar en pié de guerra» para que la libertad horaria se limite al centro histórico, como si las restantes entidades comerciales no tuviesen el mismo derecho. Por su parte, el presidente de la Federación de Comercio de Málaga, Enrique Gil, manifiesta que «por la Avenida de Andalucía apenas ve turistas», es obvio,dado que todo el comercio permanece cerrado.
Tampoco se entiende que sean las asociaciones de usuarios y consumidores las que se opongan a la libertad de horarios, cuando su finalidad es proporcionar y defender el mejor sercicio a los clientes, con la excepción de la OCU que preconizan que lo mejor es comprar cuando y donde quieras.
Si las ventas crecen, provoca aumento de personal y más empleo se traduce en más sueldos. Negar que España es un país turístico sería absurdo. Según el estudio de IE BUSINESS SCHOOL, estima que la apertura todo el año, crearía crearía unos 20.000 empleos en tres años. El ejemplo de Holanda con la apertura a voluntad, supuso un crecimiento en venta considerable, sucediendo lo mismo en Suecia y Alemania, donde el comercio minorista creció un 2%. La recepción de 60 millones de turistas al año como es nuestro caso, supone un bien a cuidar con todo esmero; prestigia la «marca España» y proporciona unos ingresos que ya quisieran otros sectores.
Las grandes superficies, un muchos casos, funcionan como locomotoras de público para todo el comercio. La potestad de abrir o no corresponde al empresario y la libertad, normalmente, es síntoma de salud democrática. Frenar el progreso es imposible.
El enemigo del mediano y pequeño comercio no son las grandes superficies, sino las compras a través de Internet, que permanece abierto a disposición del cliente las 24 horas del día. En la red, prácticamente se puede adquirir cualquier tipo de mercancía, ver marcas, características del producto, comparar precios, etc. Son escasos los artículos que requieren ser probados, como la confección. En España todavía mantenemos un bajo índice de compra por este medio comparativamente con los restantes países de la UE, pero el crecimiento es inevitable. Quejarse es lícito, aunque no suele aportar soluciones. El comercio, como cualquier otra actividad exige inquietud, voluntad de servicio y permanente renovación. La competencia es muy fuerte y para mantenerse es preciso grandes dosis de ingenio e improvisación.