La libertad de pensamiento no es posible sin Amor, no es posible sin respeto al resto de la Humanidad, sin autoliberarnos de las cadenas que nos atan, porque nos hallamos sometidos de forma permanente a las fuerzas del miedo y del deseo, claramente restrictivas de la libertad y por tanto también restrictivas de la libre circulación del amor. Para que exista libertad de pensamiento tenemos que ser librepensadores nosotros y respetar el librepensamiento de todos los demás seres humanos, aunque creamos que se encuentran equivocados y aunque nos parezcan inaceptables sus postulados. Unos y otros solo somos caminantes, que podemos haber caído en un error del que quizás salgan o salgamos, solamente si encuentran o encontramos, respeto y amor en vez de odio y rechazo.
Libertad con amor y con autocrítica, porque solo la verdad se cuestiona a si misma. Pensamiento creativo partiendo del reconocimiento de nuestra propia ignorancia, ya que para adquirir cualquier conocimiento primero debemos admitir que no lo tenemos. Uno de los mayores filósofos de la historia fue Sócrates, y tras años de libre pensamiento llegó a la conclusión de que no sabía nada.
Cuando el pensamiento no es libre, suele erigirse en juez, y entonces pasamos a juzgar a los demás según nuestro propio concepto de la verdad. Pensar libremente, sí, pero con amor. Porque el amor está en la víctima y está en su verdugo. Está en el dictador y en la mano ejecutora que le quita la vida. Está en el hereje y en el que enciende la hoguera, aunque el hereje no es quien arde en la hoguera sino quien la ha encendido. En los dos anida, en el fondo, el mismo AMOR. La diferencia radica en que el verdugo, el asesino, el inquisidor, buscan el AMOR donde no pueden encontrarlo, y al sufrir por esta frustración convierten su vida en un proceso de resentimiento que solo lleva a la destrucción de si mismo y de los otros seres humanos.
Porque el libre pensamiento lleva implícito también que hayamos sido capaces de destruir en nosotros mismos la semilla del dictador, una semilla que todos llevamos dentro. Criticamos a un político que se convierte en dictador o en tirano de un país, pero nosotros, a diario, estamos regando en nosotros mismos esa semilla del dictador, cuando juzgamos, cuando etiquetamos, cuando condenamos y excomulgamos a los que piensan distinto. ¿Somos libres? ¿Es libre nuestro pensamiento? ¿Cómo puede ser libre nuestro pensamiento si no lo dominamos?
Para que seamos capaces de ayudar a otras personas a ser libres debemos haber sido capaces nosotros de autoliberarnos de nuestras propias cadenas, y ya es bastante difícil este objetivo, cuando respondemos continuamente a una programación que se nos ha ido haciendo desde pequeños en nuestro pequeño pero potentísimo superordenador llamado mente humana.
Y para ser libres nosotros mismos debemos ser capaces de auto perdonarnos, debemos aprender a perdonar nuestros propios errores, porque solo así podremos aprender a perdonar a los demás sus propios errores y aprender de este modo unos de otros, compartiendo y no imponiendo. Mirando lo mucho que nos une y no lo aparente que nos separa.
Debemos ser cada ser humano, individual y libremente, los que construyamos la casa piedra a piedra con el aprendizaje y la argamasa del conocimiento. Debe ser cada ser humano el que sea piedra viva, pero solo será realidad cuando realmente quiera hacerlo, solo cuando comprenda, solo cuando asimile, sin prisas, sin recetas mágicas ni dogmas, y cuando asuma en su ser y en su vida su propia libertad, y respete la de los demás, comprendiendo en ese momento que todos somos iguales, aprendices eternos de la VERDAD. El problema está en que los seres humanos tenemos miedo a la libertad porque supone un compromiso. Perdamos el miedo y seremos libres, y entonces nos sentiremos UNO.
Para tener libertad de pensamiento no basta con poder decir lo que se piensa, sino que es imprescindible que primero, y ante todo, seamos capaces de pensar antes lo que decimos. Es importante decir lo que se piensa, pero es más importante todavía pensar lo que se dice. Si dijésemos todo lo que nos pasa por la mente al cabo del día, nos pasaríamos el día diciendo muchas tonterías. Pensemos antes de hablar y nuestra palabra y nuestro pensamiento serán más libres, porque mientras no consigamos este objetivo nuestro pensamiento será un juguete de las circunstancias, una mera reacción ante los estímulos externos de cada momento, un reflejo condicionado y actuaremos como autómatas.