Cultura

Ligeros cambios de actitud. Razvan Petrescu. El Nadir Ediciones. 2010.

Ligeros cambios de actitud. Razvan Petrescu.

Ligeros cambios de actitud. Razvan Petrescu.

«Justo intentaba dirigirme hacia ella para revelarle tan especial pensamiento, cuando levantó la mirada hacia mí. ¡Un golpe maestro! Me clavó fijamente la mirada, como si yo fuera una mariposa revoloteando en el aire que había solidificado de repente». Página 16.

«Un dolor atroz, se me corta la respiración, pero no importa […] El cuerpo ha menguado de tanto dolor. Se ha convertido en un hormiguero delirante del que huyen enloquecidas las hormigas del tiempo. Esparciéndose por todas partes y dejando atrás esta nada que duele». Páginas 41-42.

«Creo que en aquellos meses de intenso aprendizaje se perfiló mi amor por Mariana. Parecía comprender todo el incomprensible sufrimiento de la humanidad. Es más, había leído a Borges. Esto me dejó pasmado. No había una sola persona en la facultad que hubiera leído de buena gana a Borges. No estaba en el programa». Página 182.

«Renuncié a la medicina, rompí el título, lo tiré a la basura, regalé mi tensiómetro y mi caja estirilizadora a una gente que me dio las gracias y decidí ponerme a escribir. Intentando estudiar otro tipo de desesperanza. Porque, a través de los libros, por lo menos nadie espera que se le vaya el panadizo, la tuberculosis o la mujer; nadie espera ser salvado. En el mejor de los casos, los libros puedes únicamente sacarte de quicio. [… ] Escribir. Cómo escribir. En medio de una crisis. Como si todo fuera a desaparecer al cabo de una hora o, como mucho, mañana por la mañana, hasta el cactus del escritorio, que no he vuelto a regar, la fotografía de mi mujer en la orilla del lago, la ciudad, las hojas y la arena que uno tiene en su mente. Escribir con desesperación». Páginas 184-185.

La editorial Nadir ha elegido, como una de sus líneas de publicación, la literatura rumana (por lo que yo conozco no especialmente difundida en España), lo cual es una idea a celebrar por su frescura y por la justicia que implica hacernos llegar las formas de vida y de escritura de nuestros vecinos europeos de quienes parece que tan sólo conocemos los Cárpatos y la leyenda de Drácula, manida y desvirtuada hasta lo pestilente. Por otra parte el número creciente de nacionales de aquel país en nuestra querida piel de toro, no sólo justifica el hecho de estas publicaciones, sino que subraya la inteligencia de la empresa. Ligeros cambios de actitud es una colección de relatos de Razvan Petrescu que no será «amable» con el lector. El público de esta obra no se encontrará con historias de vampiros, ni con sociedades elegantes del siglo XIX sino con la desesperación y la angustia, la desestabilización personal de la vida del siglo XX de los rumanos (aunque en tantas cosas podrían ser cualquier pueblo europeo o, en general, occidental), sometidos a los vaivenes políticos y a las presiones de un comunismo incipiente y totalitario. No faltan ocasiones en que los cuentos parecen redactados por hombres muertos o mentalmente enfermos (en uno de los casos incluso el protagonista dice compartir manicomio con su padre). Los relatos se interrelacionan en ocasiones, formando parte los personajes unos de otros, aunque se trata de algo puntual, pero sí comparten una serie de características que los engloban en un mismo mundo claustrofóbico y triste, gentes que echan de menos situaciones que se fueron, personas que las dejaron… aunque el autor muestre de forma continua su sentido del humor (ácido o cáustico sin duda). Como parte de ese universo están las enumeraciones, a veces ilógicas, sin relación entre los elementos que se citan, haciendo un uso muy peculiar de este recurso tan propio de la literatura que ha sido objeto de estudio por el mismísimo Umberto Eco. Sin embargo esas enumeraciones tienen su sentido, y se ve claramente en uno de los relatos donde se citan las cosas que aparecen en el televisor frente al que está atada una anciana obligada a ver toda esa programación absurda a la que nos someten desde las cadenas sin conciencia. Esa lista de programas basura, documentales, entrevistas, noticieros… es muy expresiva, y deja clara la realidad que vivió el hombre del siglo veinte y vive el del siglo veintiuno, todavía más tecnificado. Se trata de un agobio existencial que me recuerda a El expolio de El Greco. Un hombre rodeado de situaciones que no comprende y no puede comprender. De elementos amenazantes, agobiantes, casi ilimitados… o sencillamente ilimitados.

Sobre la capacidad de observación del autor y la sociedad solitaria que describe pueden traerse aquí algunos fragmentos de la página 161 de la presente edición, del breve relato En el cine, donde habla de mujerees mayores que se han quedado solas: «Las más afortunadas se habían ganado ahora la compasión de los parientes, viviendo a hurtadillas como sirvientas sin paga alguna. Inmediatamente reprendidas, eso sí, en cuanto rompían un plato, llamándoles la atención para que anduvieran con cuidado, para que no volvieran a hacerlo. Menudas, delgadas, con dolor de huesos y memoria, ajetreadas por aquí y por allá entre los hijos, los nietos, los bisnietos y los recién nacidos. Se evadían en el pequeño cine con una alegría infinita y durante una hora y media podían dejar de lado sus obligaciones. Podían por fin intercambiar un recuerdo, una opinión, un nombre, una lágrima con alguien. Porque, fuera cual fuera la película, al final empezaban a llorar. Se sonaban la nariz y lloraban en sus pañuelos bordados».

El autor, médico de profesión, que abandonó su quehacer para dedicarse a la Literatura (como nuestro Pío Baroja), analiza con precisión de cirujano toda esa realidad, y, como autodidacta menciona muchos de sus descubrimientos literarios e incluso cinematográficos (también evidentemente muy literarios), que pueblan la obra de referencias culturales rumanas y no sólo rumanas. Aparecen también varios ciegos, mendigos que no despiertan la piedad del hombre de la calle, elementos propios de la cocina rumana, y también descripciones del mundo de las editoriales, con lectores y editores que se enfrentan a las obras de los noveles con actitudes que pueden parecernos extrañas pero que quizá responden al mundo que descubrió el autor en sus primeros acercamientos. En la página 154 podemos leer algunas reflexiones interesantes sobre el tema «Allí, a la izquiera, están los textos de los autores desconocidos, incomprendidos, no publicados, que en primer lugar te piden la opinión y luego se vuelven unos resentidos. Una vez, un novelista al que rechacé me puso un murciélago debajo del felpudo».

En resumen, nada es fácil de interpretar en estos relatos, pero merece la pena intentarlo para encontrarnos reflexionando sobre nuestro día a día, sobre la realidad que asumimos diariamente y que nos angustia irremediablemente, aunque queramos fingir que desconocemos esa angustia de lo que no entendemos, de lo que nos bombardea con persistencia inhumana.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.