Cultura

Lilith, Ha-Satan y violentación de lo femenino

Conciderada la zona cultural en la que la sistematización del simbolismo serpentino y la «realidad» religiosa que subyace tras estos episodios.del Transgresor, el expulso, el homicida y su origen, consideraremos este punto: la violentación de la hembra y el inicio de «la misoginia» como fenómeno político-cultural. Feminicidio es el ejericio de correlación en que el Caín agrede y lleva la violencia de género al extremo. Es el correlato de hombría-poder y su detonante que, históricamente, ha involucrado factores que son mucho más que las consabidas explicaciones de conflictos religiosos, bélicos, rechazo al extranjero, esclavitud, pobreza, estigmatización moral y discriminación (sumándose factores más recientes como el tráfico de personas, el narcotráfico, etc.)

La escritora feminista Marcela Lagarde define el feminicidio como «la construcción ideológico-afectiva y política para legitimar la exclusión, la discriminación, la explotación y la opresión de las mujeres» [Diana E. H. Russell, Roberta A. Harmes y Lagarde: «Feminicidio: Una perspectiva global», UNAM, 2006].

Aunque las causas del feminicidio responden a causas muy concretas y los estudios sobre el problema indican que crece, basándose en «una enorme tolerancia social a la violencia de género y en la que el Estado forma parte activa y contribuye a la impunidad», con el planteo del mito de Lilith, investigamos un componente de la construcción ideológica que lo sustenta. Es la negación del sentido de la espiritualidad en la mujer. La supresión de la idea de que: «Spirituality exists within a shared male, female and child essence». Desde las más antiguas tradiciones, en el contexto de las religiones institucionalizadas, negar la espiritualidad de la mujer es el comienzo de la demonzacióm, o profinación de su cuerpo. De su esencia femenina y, por tanto, el pretexto para cometer crímenes.y terrorismo misógino.

Vamos a «trae a lo abierto», «desde la constancia del pasar del Tiempo», el ser femenino y desocultar las formas en que existe. Los entes determinados por su ocultación / desocultación esencial / llegan al presente. Cuando Martin Heidegger explica, en El concepto del tiempo, lo que es el «acaecer apropiador» [«Ereignis, es decir, el acaecimiento apropiador»], me brinda la perspectiva desde la cual se otorga «la determinación de presencia», a ese ser futuro que es la Lilith mítica, cómo «forma el presente y permite reiterar el pasado en el cómo de su vivencia. Lilith se muestra como tal en el acaecimiento, el cual le otorga la determinación de presencia. La zona cultural del mito (sea Lilith o Eva) es también la «región» donde se da el ser, «el tiempo a partir del tiempo, o eternidad entendida como un mero derivado de la esfera temporal.

El ser-en que de Lilith o Eva, o los entes míticos, nos interesa son fundamentalmente temporalidad. Y es, independientemente, de la fe y la teología, desde donde es necesario considerar el terrorismo religioso, que es lo que plantea este problema: la condición destituída de la mujer y los perfiles negativos que se hacen de la esencia femenina, quitándosele el lugar justo al lado del varón y de cualquier concepción de lo que sea espiritualidad.

La institucionalización religiosa que es posterior a cualquier vivencia humana de lo Sagrado y de la verdadera espiritualidad es un ‘constructo’ humano de tipo ideológico. Sin embargo, lo Sagrado es esencialmente un conocimiento intuitivo sobre lo que demora, «la tardanza del venir-a-la-presencia (Anwesen) de lo divino» [Heidegger, «La falta de nombres sagrados», en: «Acento», Año 1, número 2, mayo de 1982, Buenos Aires, pp. 29-32. Traducción de Adolfo P. Carpio].

Lo sagrado es una lucha que impide «un saber adecuado de los nombres que le corresponden» al fenómeno divino. Para Heidegger, al interpretar a HÁ¶lderlin y a todos quienes tienen «vocación de poeta», lo Sagrado habla de una carencia del Dasein (ser-en de la persona) que limita la «concesión abierta» «a la participación en la comarca de lo que salva». Si bien lo sagrado tiene que ver con «salvación», antes que nada es una consciencia de «carencia», una ligadura con un tiempo que no ha llegado, pero que nos corresponde a todos como participantes. Lo Sagrado es una «experiencia de su proveniencia», dice Heidegger.

Lo Sagrado es tan inefable que faltan palabras para ayudar a comprenderlo y ante ésto se necesita salvación. De ahí que el poeta se ha visto, como el principal participante. La poesía de lo Sagrado se riñe con la intervención del concepto, puesto que no es un procedimiento en cuanto éste es un «proceder contra, ir tras una cosa en tanto objeto, perseguirla, acecharla con el fin de volverla disponible para la intervención del concepto». Lo Sagrado no es cosa; pero es un camino que, al decir de HÁ¶lderlin, «guía y aclara, lleva… poetiza». Es una forma de «sustracción y de la retención», pero que tiene solución, «la posibilidad de echar una mirada en lo que hoy es, en tanto ello falta». [Heidegger, loc. cit.]

La institucionalización de lo Sagrado es conceptualización de la Abierta Comarca, «desde donde viene-a-la-presencia» lo Divino y el conocimiento sobre el estado verdadero del hombre. Como toda conceptualización de lo Sagrado / Divino, las religiones promueven sufrimiento y premuras dictado por el control humano. Son las instituciones la que niegan «la mirada, propia del camino», a tal punto que «hoy día estamos más alejados que nunca de la posibilidad de dar a conocer este estado de cosas», la aproximación («Einstand»] y su resolución. Lo Sagrado nos hace humanos y divinos.

El poeta Agustín Millares Sall, en su libro «La estrella y el corazón» (1949) invita a meditar sobre esa función del poeta en el Camino que «guía y aclara, lleva… poetiza». Millares, como todos los poetas de lo Sagrado, no instutucional, está dispuesto a desenmascar los demonios institucionales, que son los de la conceptualización que atenta contra el Advenimiento de lo Divino y la guía que conduce a ello. Lo Sagrado es, en este duro camino, es «llamar por su nombre» el Demonio del Mal, las fuerzas del Olvido y lo obstruye la Verdad, la Vida y la convivencia. Este es un texto sobre la solidaridad. «Yo poeta declaro que en duro camino / del tiempo el poeta se halla siempre un hermano. / Yo poeta declaro que el poeta es humano / aunque a veces nos haga presentir lo divino» y, en el contexto de éste, es que comprendo los mitos en torno a lo Sagrado

Yo poeta declaro que escribir poesía
es decir el estado verdadero del hombre
es cantar la verdad es llamar por su nombre
al demonio que ejerce la maldad noche y día.
El poeta es el grito que libera la tierra
la primera montaña que divisa la aurora
la campana que toca la canción de la hora
el primer corazón que lastima la guerra.
Colocado en vanguardia sin que nunca desate
su unidad con los pueblos su visión del conjunto
el poeta es el hombre que primero está a punto
para hacerse con bríos a la mar del combate.
El poeta es el pueblo que a morir se resiste
en la súbita noche donde todo se olvida.
Donde no hay libertad no hay poeta con vida.
Ningún pájaro vuela donde el aire no existe.
Yo poeta declaro que la cólera es una
cuando hay algo que atenta contra el sol que nos guía.
Languidece el poeta si la tierra se enfría
cuando no hay corazón ni justicia ninguna.
Yo poeta declaro que en duro camino
del tiempo el poeta se halla siempre un hermano.
Yo poeta declaro que el poeta es humano
aunque a veces nos haga presentir lo divino.

(Frag. «La estrella y el corazón»)

El poeta que languidece es el poeta en la lucha por sobrevivir y, en consecuencia, es símbolo de la humanidad entera, al que «los hábitos representativos hoy dominantes», «cuando no hay corazón ni justicia ninguna», doblegan el carácter itinerante del pensar y tientan con la cólera [«Yo poeta declaro que la cólera es una / cuando hay algo que atenta contra el sol que nos guía»]. Mas el «presentir lo divino» se queda en mero presentir, en carencia y demora, cuando ésto sucede. Lo importante de este texto de Agustín Millares es que su hablante es uno con «visión de conjunto». Es un poeta colectivo y genérico, cuya voz representa «su unidad con los pueblos» y su condición de ‘hijo de la ira’, el «primero (que) está a punto» de combate. Por tanto, es un ser caínico, en búsqueda del «estado verdadero del hombre» y «cantar la verdad». En ésto consiste su transgresión: «llamar por su nombre al demonio».

Para el Caín arquetípico cantar la verdad del hombre e identificar al Demonio es parte de la esencia de su Camino, lo que aprende de su experiencia y de su combate. Si recordamos el texto de Keta Uriberri, La marca de Caín, y donde nos menciona a uno de sus descendintes, quien tenía dos veces la marca «y se llamó Enoch que significa ‘El que canta la poesía’, podríamos preguntar qué significa que llevara la marca de Caín, su padre, dos veces. ¿Que Enoch es dos veces transgresor? ¿O significa que la marca de Caín representa el elemento básico de consciencia animal («Nefesh=alma instintiva») y su duplicación, la marca del «Ru’ach», el alma de su despertamiento espiritual?

En este segundo aspecto de la etiología o la sicología humana, es que se desarrolla la habilidad de distinguir el Bien y el Mal. Es la memoria o depósito de las virtudes morales. Y en cuanto Enoch es ‘el que canta la poesía’, ¿significa que participa de una evolución espiritual más alta? ¿Será esta segunda marca la dispensación del «Neshamah», el alma más elevada y por la qu el hombre se separa de la animalidad y el intelecto terrestre? Es mediante el super-alma llamada Neshamah que el hombre experimenta la presencia de Dios, o las vivencias de lo Sagrado que Heidegger, con HÁ¶lderlin, adjudican filosóficamente al poeta. En sus interpretaciones del Libro de esplendores o Zohar, Gershom Scholem escribe que una quiinta parte del alma humana (llamadas «chayyah» y «yehidah») se experimentan a través del alma superior (Neshamah) y representan los niveles más sublimes o de cognición intuitiva de la persona humana.

Scholem dice que estas quintas partes no entran al cuerpo, como los primeros tres principios. Lo que puede ser considerado realmente «Divino», o lo Sublime, queda «demorado» en forma de «carencia», para utilizar la terminología heideggeriana. Y ni siquiera el Zohar abunda en torno al Chayyah como la puerta a un conocimiento de la fuerza divina y el Yehidah:«como el plano más alto del alma, con el que se logra la unión con Dios». [David Biale, Gershom Scholem: Kabbalah and counter-history, Harvard University Press, 2. ed, 1982].

Según la interpretación de Scholem, el poeta, en cuanto ser con capacidades espirituales, sólo experiimenta estados de «Ruach HaKodesh», («sacralidad espiritual»), o estados de inspiración que le permiten la profecía. De por sí, el profeta es distinguido como un sujeto sagrado, o apartado para la función sagrada de la profecía. En el proceso institucionativo de lo Sagrado, el poeta surge cuando aprende a encontrar sentidos ocultos del lenguaje. Las formas místicas de revelación de las escrituras rabinícas han nacido de la Temurah (Kabbalah) y, tras surgir el alfabeto judío, por una interpretación de letras, números, acentos en las palabras y en simbolismos o ideogramas adscritos a las letras, lo que suele llamarse «aspectos ocultos de la Torah» («Sitrei Torah») o Secretos («Razei Torah», o «Chochmah Nistara», sabiduría de lo Oculto).

Gershom Scholem (1897-1982) es el más importante intérprete moderno del carácter pluralístico de la teología judía y la tradición oculta de su misticismo, mas pese, a los interesantes aportes interpretativos que desde la Kabbalah nos Scholem nos plantea, el sionismo y el mesianismo son ‘construcciones’ ideológicas de la religión institucionalizada y lo que nos interesa de la figura del Transgresor / el inmigrante / el ser marcado en la historia / son vivencias de las que todos los pueblos tienen una cuota, que es más antropológica que religiosa, esto es, que transciende los marcos de la sicología de un pueblo, o una etnia, específica. Del mismo modo, afirmo que las nociones kabbalísticas responden a más antiguos mitos ya que los pueblos migrantes se entrecruza y, desde que existe lenguaje, la convivencia es un intercambio interminable en el que no hay fuentes ni razas puras. Hay una similaridad entre el Arbol sefirótico hebreo (que
inspira la teología de la Kabbalah y sus 2,000 años de esoterismo) y el Arbol de la Vida de Asiria, que le sirve de antecedente. De hecho, muchos textos en lo que se basa el misticismo hebreo han sido adjudicados a un pasado remoto, cuando son de confección medieval y otros, como Sefer ha-Razim, son cuestionables porque el reclamo de que fueron dictados o recogidos por Adán mismo, después de expulsado del paraíso, cuando el ángel Raziel dio las enseñanzas, es disparatado y especulativo.

Desde libros en que, personalmente, me he planteado el tema que nos ocupa en general, la sociología política y cultural de la convivencia humana y la búsqueda de un sendero sin violencia, espiritualizar, para sanar el hombre Transgresor y su progenie, lo mismo vale los planteamientos humanizadores del Sefer Yetzirah que se data, tal vez errónamente, en los tiempos del Patriarca Abraham, que los mitos africanos de Dogon. Toda la teología institucionalizada que arranca asociada a la Expulsión del Paraíso, si algo revela claramente es un momento en la historia en que se intensifica el poder del patriarcado, como lo que es: «un sistema de dominación que tiene como finalidad el control de la vida de las mujeres, en especial sobre su cuerpo y su identidad». Y para cumplir esa finalidad, se demoniza a la primera creación.

¿Tiene alguna importancia el que las referencias sobre Lilith o las «demonias» en el Talmud o la literatura jadaica parezcan copias de su mismo perfil en las epopeyas de Mesopotamia? ¿Describir a Lilith con alas y pelo largo implica quer la mujer evocada es disfuncional o perveresa? ¿Es posible una lectura distintas del pasaje sobre Samuel (en la Biblia) cuando se cita: «Si un aborto muestra la semejanza def Lilith su madre es impura por causa de su nacimiento y el niño puede que tenga alas» (Niddah 24b). Las descripciones de la literatura judaica, en torno al por qué aborrecer la relación entre Adán y Lilith, a 130 años de la expulsión del Edén, incluyen el procrear fantasmas y demonios («demonios de la noche»), que ya no tienen la semejanza del padre adámico. El semen, haya sido expulsado voluntaria o accidentalmente, se convierte en una impureza. Un texto judaico dice que: «cualquiera que duerma en una casa abadonada» corre el
riesgo de ser poseído por Lilith (Shabbath 151b)

Como judío yo entiendo que hay cuidados higiénicos que deben cumplirse en torno a la sexualidad y los embarazos; pero, un lenguaje de prohibición y desinformación, dictado por hombres de poder, con propósitos de control misógino, no tiene que ver con lo Sagrado ni con lo necesario. Toda ambiguedad es opresiva y, en consecuencia, una conspiración de élites para imponer una predilección selectiva a través del abuso infantil o los sacrificios humanos, sea el infanticidio o el feminicidio.

El valor metafórico de la seductividad demónica que se adjudica a Lilith es tan vago que sirve a la ambiguedad opresiva. Cuando se describe a la entidad serpentina que es Lilith asumiendo forma de mujer para cumplir su coito con los varones mientras duermen, o cuando, como algunas viejas sectas ocultistas de la vieja Canán, alegaban que adoradores de la «divinidad Lilith», vieron en Ella a la mujer de la Serpiente, siendo la persona misma de Lucifer-Samael, a quien también se conoce como el Angel de la Muerte, la ambiguedad es mucha y desaprobativa. Las interpretaciones simbólicas del satanismo teístico no son más que proyecciones especulativas sobre el mito original del Adversario y el Transgresor, expulsos del Paraíso, que enfarizan sobre la voluntad individual y la búsqueda del placer como primer impulso del ego. Además corresponden a un folclor cristiano medieval, o muy posterior a la concepción del mito original.

En la visión judaica tradicional, «ha-satan» (el Demonio cristiano) no hace el mal, sino que acusa la impiedad y prepotencia del Castigador y, de hecho, el Castigador permite que el Acusador le cuestione y aún pruebe, o reexamina, la aceptación, por fe o la admisión de culpa, de quien ha sido castigado / el Transgresor. La Autoridad Castigadora justifica su fallo con la enseñanza de la Justicia Divina es inescrutable. Más que un acusador negativo, «ha Satan» mienta una dialéctica de balance, inspira autocrítica y reexaminación. La Torah adscribe al Acusador ciertos roles de tipo legal (la exhortación a censos, por ejemplo) y aún militar, si consideramos que se dice que rige sobre una hueste de ángeles [David Biale, lo. cit.].

En general, las doctrinas serpentinas son herencias inclusive anteriores a Adán y Eva. Sus orígenes se remontan a la presunta civilización de los Atlántes; consuderada la «cuarta raza madre». La visión que corresponde al mito de Adán y Eva, en este orden representativo, origina la Quinta raza madre, la nuestra. No obstante, coincido con Francisco Diez de Velasco cuando dice que es en la India donde «la sistematización del simbolismo serpentino resulta accesible y está suficientemente desarrollada». Ver

Comenzaré con la mitología que Reb Yakob Leib HaKohain aborda con el mito adámico y serpentino en «Kabbakistic Genetics of the Holy Seed and Reclaiming the Lost Sheep of the House of Israel» [Monographs in Psychology and Religion, Num 11, Institute for Noahite Studies, 1986]. También, originalmente, publicadoa como «La Tribu perdida de Israel: Análisis kabbalístico de Identidad espiriual»]. Su fuente para el análisis es el Zohar [o Libro de Esplendores} donde se explica la primera humanidad viviente, en términos de Nachash (la Serpiente).

Esta humanidad, «muchembres mezclados» son «las bestias del campo», según se describe en muchos versículos del Génesis. Nachash es el lider de estas criaturas y representa al primer hombre. La segunda humanidad viviente es el segundo Adam y quien tuvo por pareja a Lilith, su primera hembra. Eva fue la «segunda mujer», nacida de su costilla y segunda esposa en su vida. El Zohar dice que: «Nachash inyectó el semen impuro en Eva y ella lo absorbió, cuando Adam tuvo sexo con ella» y produjo dos hijos, uno del lado impuro (el lado Nashash) y otro del lado de Adam; que es Abel (el segundo hijo). El Zohar añade que Abel crecio con «resemblance to the higher form, and Cain (the first) to the lower» [Zohar 154a].

En el análisis que propone el kabbalista Yakob Leib HaKohain: Del lado de Avel (Abel) proviene una clase de hombres misericordiosos, aún así citando al Zohar, «yet not wholle beneficial, good wine mixes with bad» (Zohar 136b); «from the side of Cain came the evil seed (gene) of Nachash tempered by the holy seed of Adam». Otra vez, al citar el Zohar: «Abel has taken his twin sister for a wife, and from this ubncestuos union come the later species of good wine mixed with bad, or genetically recessive throwbacks, so to speak, to their mutual parentage from the side of Nachash».

La forma más pura del mito serpentino no es una amalgama sincrética y, para fines de aprovechar el mito del Trangresor primiginio / en el contexto de la Marca de Caín, nos concretaremos a la lectura kabbalística del motivo de la Serpiente y el proceso en que, con la denigración política-hegemónica de la cultura serpentina, se «demoniza» el matriarcado, a la mujer y a la descendencia de Caín. La susodicha satanización pasa a los pueblos en cualquier parte del mundo que hayan sido partícipe de cultos «serpentinos».

Todos los ‘Hijos de la Ira’, en cuanto transgresores, son caínicos, hijos de la Serpiente y protegidos por Ha-Satan.

[Capítulo de libro en preparación, «Sociología cultural y política de la Diáspora», en:

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.