Escenarios, 14
Unas sensaciones tiernas ante una realidad desoladora es lo que viven los espectadores a través del diálogo de los dos personajes, Linda y Freddy, construidos por Eduardo Alonso en una obra comprometida con la realidad actual: la crisis que domina el mundo desde hace unas décadas y que cada vez nos está llevando más cerca del abismo. ‘Linda and Freddy, ilusionistas’, en cuanto pieza dramática refleja perfectamente el caos, desde una óptica futurista de lo posible, al desarrollarse en un escenario lúgubre, donde todo está empaquetado y dispuesto para su traslado a no se sabe dónde. El exterior es un campo de batalla en el que los saqueos, las manifestaciones, los alborotos, los incendios, la desinformación y la mentira están a la orden del día. Los garantes del orden público están desbordados y los gobernantes parecen haber huido.
Linda y Freddy, desolados por la realidad que conocen a través de la radio, totalmente desamparados, formaron tiempo atrás una pareja de ilusionistas que recorrieron los teatros de Europa con sus espectáculos de magia. Ahora esperan una llamada que les permita de nuevo girar por los grandes circuitos, particularmente por Rusia, único país donde su trabajo puede aún ser reconocido y admirado. Mientras llega ese improbable reclamo, los dos artistas rememoran sus momentos de gloria pasada y tratan de repetir los mejores números de su vida.
Aquí es donde el espectáculo se torna un tanto tedioso, aunque la historia de la marquesa atendida por el mayordomo tiene su encanto por mostrar claramente un recurso ilusionista al servir el licor. En mi opinión hubiera resultado más eficaz abreviar esta parte y enfrentar, de forma imaginativa y hasta cómica, los problemas que les acucian, por ejemplo la anunciada llegada de la policía para ejecutar el desahucio sobre su vivienda. O una parodia de la actualidad informativa que les llega manipulada a través de la radio, con declaraciones de un supuesto doble del presidente huido. Estos recursos hubieran aproximado más la acción a la realidad exterior que se está viviendo.
Cuando caen en la cuenta de que aguardan algo que nunca llegará, es decir el retorno a su antigua actividad, deciden recuperar su número más importante, el que les dio más fama, el escapismo. Pero en vez de hacer desaparecer a alguien o a sí mismo, Freddy quiere hacer desaparecer al resto del mundo. Este desenlace es dramáticamente eficaz y se realiza con acierto, porque el retorno desde la nada es a un teatro con público cuyos aplausos finales consiguen cumplir su objetivo: haber vuelto a un escenario donde es reconocida su labor artística.
Luma Gómez y el propio Eduardo Alonso, como Linda y Freddy, encarnan perfectamente la imagen de la decadencia y la desolación en una obra que tiene intención de denuncia, ambiente de presagio y un pequeño resquicio para la esperanza.