«El pensar se encuentra en vías de descenso
hacia la pobreza de su esencia provisional.
El pensar recoge el lenguaje en un decir simple.
Así, el lenguaje es el lenguaje del ser,
como las nubes son la nubes del cielo.
Con su decir, el pensar traza en el lenguaje surcos apenas visibles.
Son aún más tenues que los surcos que el campesino,
con su paso lento, abre en el campo.»
Martin Heidegger
¿Puede considerarse un delito regalar literatura por Internet?
El movimiento dadaísta se preguntaba en 1916 si los gobernantes de las naciones, aquéllos que hacían la guerra y mandaban a sus gobernados al matadero, tenían la capacidad moral para decidir sobre lo que estaba bien o mal. Llevando esta idea a los tiempos actuales, cuando el sistema económico mundial se derrumba porque nuestros gobernantes se preocuparon por favorecer a los dueños del capital, en vez de al grueso de la sociedad, debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Podemos creer en nuestros gobernantes y en las leyes que nos dictan cuando no son capaces de ofrecernos un mínimo de estabilidad? ¿Son los depositarios de la razón cuando siguen haciendo guerras y fabricando armas para el exterminio? ¿Debemos hacerles caso?
Este razonamiento viene al caso, al igual que hicieron los dadaístas en su momento, para sustentar mi proyecto teórico para la validez de los «spam» como medio de difusión cultural por Internet. Ahora, transformándome en un Marcel Duchamp supermoderno en clave literaria, como el que pone un urinario ante la mirada del público como obra de arte, bajo el título de «Fuente», cambio los destinos en la historia de la literatura en cuanto a su percepción y difusión por medio del «spam». Toda persona tiene el derecho de acceder a cualquier logro intelectual de sus semejantes, y la cultura, en todas sus vertientes, ha de ser libre y gratuita para aquéllos que estén ávidos de recibirla, pues nuestra obligación, como seres humanos, es superarnos como especie y aspirar a crear un mundo mejor.
Hoy, según la nueva ley, regalar literatura por Internet es una falta punible, y el escritor que así lo hace se convierte en delincuente. El «spam» de contenidos literarios, a través del cual no se busca ningún beneficio económico, sino, más bien, una difusión de la cultura y una democratización de la palabra, es considerado un delito. ¿No sería mejor que se preocuparan por ofrecer un futuro estable a sus gobernados en vez de perder el tiempo en semejantes nimiedades? ¿Dónde quedan las fronteras de la libertad?
La «literatura spam» es un medio más que valido para desarrollar el intelecto del ser humano, para apartarle de la sinrazón y acercarle a esa conciencia que se necesita para mejorar el mundo. Por medio de la palabra, en un proceso de lectura, las personas pueden limar los mecanismos mentales que le llevan al discernimiento, y así entender lo que le rodea desde otra perspectiva. Es muy simple seleccionar el mensaje no deseado para borrarlo, en vez de indignarse por recibir un correo con un contenido literario o cultural que se regala de buena fe. ¡No seamos necios! Aceptemos la promoción y difusión del pensamiento humano como algo natural, como una aportación de nuestros semejantes a esa cultura universal que estamos forjando a través del Internet: la cultura libre que nos dignificará como especie. Ahí está la capacidad de elección del receptor, de borrar o abrir el regalo que se le hace, de aceptar o evadir el esfuerzo creativo de los que aspiran alcanzar, desde una visión heideggeriana, el «ente» del «ser» por medio del «logos».
La «literatura spam» va más allá del acto de enviar un correo a cualquier desconocido, es la oportunidad de recibir una idea, de ampliar una visión predeterminada de la realidad, un recordatorio para saber que hay alguien preocupado por hacer llegar, dentro de una conducta social de acercamiento, su esfuerzo creativo. No es la invasión de una supuesta privacidad porque su fin es compartir un logro intelectual, sin intentar provocar, desde luego, ningún perjuicio (seleccionar sin leer es muy fácil, una operación de cinco segundos para eliminar un correo inesperado). La «literatura spam» no se trata de un engaño comercial, es el fluir de la información como signo de que somos capaces de hacer algo en contra de todo lo negativo de este mundo, y así despertar, de alguna manera, la conciencia del receptor. Declarar la «literatura spam» como un delito, equivale a hacer una hoguera de libros prohibidos bajo un régimen totalitario, pues la «literatura spam» es una derivado de la libertad de expresión, un acto que se enfrenta a la tendencia enajenadora del poder (como es la despersonalización del individuo mediante una serie de reglas que lo alejan de su condición esencial), y un medio alternativo para contrarrestar dicha dinámica enajenadora.
Edgar Morin nos dice en «Tierra-Patria»: «Todo lo que es humano regenera la esperanza al regenerar su vivir; no es la esperanza lo que hace vivir, es el vivir lo que hace la esperanza, o sería mejor decir: el vivir hace la esperanza que hace vivir». Como humanos no podemos negarnos a esa esperanza que nos hace vivir, la de una especie que, a través del pensamiento, ha de encontrar las claves para superar su precaria realidad y encontrar su «cosmos». La «literatura spam» es un recurso para encontrar el camino hacia el cosmos, para que tengamos presente y recordemos que la palabra es necesaria para no perder la esperanza de ser un poco mejor.