En mi juventud trabajé durante algunas temporadas en el campo y por eso puedo comparar el campo actual y el que yo viví hace años.
Cuando vamos a un comercio a comprar frutas y verduras lo primero que nos llama la atención es el aspecto tan ideal que presentan y en mi época no era así, habían de todo tipo de tamaños y defectos. Esto es porque se seleccionan y también porque se ha cambiado de variedades muchas de ellas, es decir, han cambiado las semillas y las variedades.
Algunos han mantenido sus cultivos con sus variedades autóctonas pero la mayoría han cambiado.
La oferta de semillas se divide entre las grandes empresas globales: Bayer Crop Science, Dow AgroSciences, Monsanto, Pioneer Dupont y Syngenta, y las nacionales.
Las semillas que se ofrecen son en muchas ocasiones hibridas y además estériles, lo que hacen nuestros nietos con las lentejas, el algodón y el agua en los colegios no se puede hacer con las semillas de las frutas y verduras que comemos en muchas ocasiones y esto obliga a los agricultores a una dependencia de las empresas de semillas.
El caso de las fresas y fresones es representativo de la esterilidad de las semillas de la fruta y no solo eso, también sus variedades dependen de esto.
Existe una protección europea sobre transgénicos que impide que la manipulación de las semillas sea mayor pero el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y los Estados Unidos, el TTIP, permitirá la entrada de estos productos en nuestro país incluidas frutas y verduras.
Para que esto no ocurra lo único que podemos hacer es informar al pueblo, el maíz que se usa para los “snacks” puede estar fabricado con semillas de transgénicos y los efectos de ellos en el cuerpo humano no están probados presuntamente según algunos grupos de presión que lideran la causa de prohibir la venta de estos productos.
También el uso de pesticidas, según algunos, pone en peligro la salud y la calidad de frutas y verduras, se apuesta por usar métodos naturales con control de plagas de forma respetuosa con el medio ambiente y en este sentido se investiga en muchas universidades.
Los nuevos métodos de regadío y la tecnología aplicada al campo han logrado mayor eficacia, pero se generan grandes cantidades de residuos, sobre todo en invernaderos con los residuos plásticos, y aunque hay una eficaz gestión del agua se produce sobreexplotación en diversas zonas.
Hay que pensar que la riqueza de la agricultura debe ser sostenible y eso quiere decir que no podemos realizar explotaciones sin control, la ciencia debe ayudar a que alimentemos a la población, pero también obtengamos un beneficio económico sin destruir el Planeta.
Maria del Rosario Gonzalez Valdayo