En un sueño de dimensiones incalculables habita el pintor del cosmos. En un sueño dulcificado que se desliza sigiloso por entre sus dedos y hace levitar al útil que lo acoge, y se esparce el sueño y el sueño se posa sobre el inmaculado lienzo. Punto a punto, como en un rito, López Fariñas taladra el lienzo con el mismo mimo con el que el hindú se presta al estallido del esplendor de un diamante en bruto.
En un sueño labora permanentemente López Fariñas sus vástagos de luz. En un sueño que destila, gota a gota, el concéntrico murmullo de la armonÃa. Punto por punto, como en un parto delicado, el creador acaricia la tela con el mismo esmero con que el sembrador abre la tierra y deposita la semilla que brotará en el fruto misterioso y anhelado, llegado el tiempo.
En un sueño delirante de tintes irisados aletea el protagonista del infinito. En un sueño que desparrama órbitas multicolores, y en un alarde de encajes el sueño queda cincelado en un paraÃso astral. Puntos de punto, como en un arrebato de fugaces estrellas, López Fariñas se funde irremediablemente con la materia, y la obra queda definitivamente impresa para la contemplación del ojo lÃmpido, para el gozo del ser onÃrico.