La Península Ibérica ofrece un registro de mastodontes muy completo, aunque muchos yacimientos no figuran en la literatura paleontológica. Una investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales (CSIC) revisa todas las localidades en las que han aparecido restos fósiles de estos proboscídeos y actualiza su taxonomía.
Cuando se habla de mastodontes muchas personas evocan erróneamente los legendarios mamuts, sin embargo se trata de animales muy diferentes. Varios millones de años antes de que los mamuts -que son elefantes- aparecieran en la tierra, sus parientes los mastodontes ya se habían asentado en ella. Físicamente son distintos: los mastodontes son más pequeños, con colmillos más reducidos y menos curvados, y su cuerpo es menos jorobado. También son diferentes sus cráneos y sus molares, ya que no compartían la misma dieta: mientras los mamuts eran pastadores y se habían especializado en gramíneas, los mastodontes eran ramoneadores y se alimentaban de hojas, ramas de árboles, frutos e hierba.
Los proboscídeos gozaron de un gran apogeo en la era Terciaria, especialmente durante el Mioceno, cuando estaban presentes en todo el planeta con la excepción de Australia y la Antártida. Su registro fósil en la Península Ibérica es extraordinariamente abundante y ofrece una muestra muy completa de los períodos Mioceno y Plioceno.
Dos investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales han revisado 200 localidades de la Península Ibérica con restos de mastodontes para sintetizar su distribución geográfica y estratigráfica y poner al día su taxonomía. Sus resultados han sido publicados en la revista Quaternary International.
«En los yacimientos que hemos examinado, que abarcan toda la escala temporal de los diferentes mastodontes hallados en Europa, se han llegado a identificar 6 géneros distintos. Entre los bunodontos (con dientes de cúspides redondeadas): Gomphotherium, Tetralophodon, Anancus y un mastodonte sin posición taxonómica clara; y entre los zigodontos (con dentición de tipo cortante): Zygolophodon y Mammut» señala la investigadora Ana V. Mazo.
Los gonfoterios fueron los primeros proboscídeos en llegar a Europa y alcanzaron la Península Ibérica en el Mioceno medio, hace aproximadamente 18 millones de años. Son los más abundantes, se han encontrado en 125 localidades. A finales del período Aragoniense, hace unos 12 millones de años, Tetralophodon longirostris reemplazó a Gomphotherium angustidens; los tetralofodontos están presentes en 70 localidades. Además, en Crevillente (Alicante) se ha encontrado un mastodonte con grandes incisivos que presenta similitudes con Tetralophodon y Stegotetrabelodon.
Poco después de que llegasen a Europa los elefantes primitivos -hace aproximadamente 2,6-2,7 millones de años- se extinguió Anancus arvernensis, mastodonte que reemplazó a Tetralophodon en el Mioceno tardío y se ha encontrado en 20 localidades. Zygolophodon turicensis es junto con los gonfoterios de los primeros mastodontes en llegar a Europa aunque no fue tan abundante, probablemente porque el clima era demasiado árido para ellos. La especie más reciente es Mammut borsoni que evolucionó a partir de Zygolophodon turicensis; no se sabe con exactitud cuándo y dónde ocurrió este proceso, aunque se cree que tuvo lugar en el hemisferio norte.
Jan van der Made apunta: «Hay una coincidencia entre los patrones de dispersión de los mastodontes y los homínidos. Ambos se dispersaron en el Mioceno medio de África a Europa, y los mastodontes lo volvieron a hacer otra vez durante el Pleistoceno. Los proboscídeos se volvieron pastadores, preadaptándose de este modo a los ambientes de latitudes elevadas, con recursos muy limitados en invierno para especies que se alimentaban de hojas y frutos. El género Homo comenzó a incluir una elevada proporción de proteínas animales en su dieta, lo que puede haber sido una preadaptación que le permitiese dispersarse a latitudes más septentrionales».
Referencia bibliográfica:
Mazo, A., van der Made, J. 2012. Iberian mastodonts: Geographic and stratigraphic distribution. Quaternary International, 255: 239-256.
Fuente: www.mncn.csic.es