“Me habían formado para pensar que la Guerra era la gran unificadora, que juntaba a la gente más que cualquier otra actividad en el planeta. Patrañas. La Guerra es la gran creadora de solipsistas: ¿cómo vas a salvar mi vida hoy? Muriendo sería una forma. Si mueres, aumentan las probabilidades de que yo no lo haga”.
Los soldados rasos Bartle y Murph están destinados a Al Tafar, Irak, cerca de la frontera con Siria. Comen con sus familiares por última vez en la base militar donde se habían entrenado los meses anteriores a su partida. La madre de Murph le hace prometer a Bartle que cuidará de su hijo y que lo traerá de vuelta a casa.
Pero la guerra les guarda una desgracia que se intuye desde el principio pero no se desvela hasta muy avanzada la novela. Entre capítulo y capítulo, la voz del soldado Bartle, narrador de la historia, salta de Al Tafar a Richmond, Virginia, en una mezcla de tiempos que mantiene la tensión de principio a fin y que permite comprender mejor el proceso que lleva a dos adolescentes a una guerra como la de Irak.
“Habíamos tenido vidas pequeñas, pobladas por un anhelo de algo más sustancial que caminos de tierra y sueños pequeños. Así habíamos venido aquí, donde la vida no necesitaba ninguna elaboración y otros nos dirían quiénes ser”, dice Bartle.
“Mirando atrás desde donde estoy, con casi treinta años, lo bastante mayor, puedo verme a mí mismo como lo que era. Apenas un hombre. No un hombre. La vida estaba en mí, pero salpicaba como en el fondo de un cuenco casi vacío”, dice el soldado al describir el primer encuentro con su superior, el Sargento Sterling.
En Al Tafar ocurre algo que impedirá cumplir la promesa que se adivinaba absurda desde el principio porque la guerra no se rige por las mismas normas que una vida tranquila en el Midwest de Estados Unidos. Las desgracias dejan marcas en este soldado que no soporta el silencio de su casa en Virginia cuando vuelve porque de él se adueñan los sonidos de los disparos, los gritos y las imágenes que no se borran de sus párpados cuando cierra los ojos. Su casa ha dejado de ser su hogar. Se alcoholiza y no tiene fuerzas para recuperar la vida social a la que renunció al enlistarse, en un acto de rebeldía contra su vida tranquila y acomodada.
La fuerza para describir la brutalidad de la guerra convirtió Los pájaros amarillos, de Kevin Powers, en uno de los principales éxitos editoriales en Estados Unidos en 2012. La experiencia de su autor en Irak le da aún mayor credibilidad y autoridad a una novela que sigue el estilo de la literatura norteamericana: precisión, frases cortas y verbos cargados de fuerza, aunque en muchas partes se deja llevar por el flujo de conciencia de su protagonista.
Kevin Powers nació y creció en Richmond, Virginia. Estudió en Virginia Commonwealth University y obtuvo una Maestría (Master of Fine Arts) de la Universidad de Texas, donde estudió literatura y poseía. Como miembro del ejército de Estados Unidos, sirvió en Mosul y en Al Tafar (Irak) de 2004 a 2005. Los pájaros amarillos es su primera novela.