Cultura

Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad. Javier Marías. Los libros del lince. 2010.

    «Que desde el jefe del impero hasta el último mono, los dirigentes de esta década hayan tenido la apariencia de maniquíes, ninots, figuras del museo de cera, villanos de tebeo o pálidas máscaras de carnaval veneciano parece apoyar la idea de que estos años han sido de asueto».

«La edad del recreo». Página 23.

    «La sociedad española ha ido siempre por delante de quienes la han conducido o representado, tanto antes de esa fecha como después, y es mucho más intuitiva, dinámica, sagaz e irónica, sólo que está acostumbrada desde hace demasiadas décadas al escepticismo y a cierta pasividad emparentada con el derrotismo. No está acostumbrada a pasar facturas porque cree que nunca le serán pagadas».

«No pareces español». Páginas 38-39.

    Los villanos de la nación. Letras de política y sociedad reúne ochenta y cuatro artículos publicados en diversos medios de prensa y rubricados por Javier Marías. Todos recogen sus preocupaciones y opiniones sobre estado de la sociedad y el de la política, dicho de una manera tan críptica que es poco certera, pero podría entenderse como aceptable.

    Ni qué decir tiene que la calidad de los textos es innegable (como podía esperarse de un miembro de la Real Academia Española) y por lo tanto el uso del castellano es delicioso. Algo que no abunda en el panorama. Su capacidad de argumentación suele ser tan impecable como si siguiera la lógica griega a pies juntillas, tan pulcro en la sucesión de ideas que resulta a veces difícil meter palillos entre ellas. Y, por supuesto también, su saber del lenguaje y los formatos periodísticos es amplio, muy amplio; algo que puede percibirse en el general pero también uno a uno de todos los artículos que se han unido para formar el libro sobre el que escribo en estas líneas.

    Dicho esto, sin embargo, debo decir que la obra me decepciona. Y ello por tres motivos fundamentales. A saber:

    En primer lugar por lo que se destila, por el sabor que queda después de haber pasado los ojos por, digamos, un simple diez por ciento del libro. Cierto es que la sociedad actual y su clase política merecen una crítica, o un buen número de críticas, pero leyendo este libro, podría pensarse si alguien hizo algo, alguna vez, como para merecer un elogio, o un simple cinco raspado en su actuación. Javier Marías resulta un juez tan severo, que recuerda al Dios del Antiguo Testamento. Nada ni nadie escapa a sus dardos, que están cargados de desánimo, de decepción, de: «esperaba algo más de ti, hijo mío». Y eso, al cabo de ochenta y cuatro artículos puede tener dos consecuencias: o se ha vacunado uno contra el estilo, y ya no tiene efecto la crítica; o dan ganas de abandonarlo todo e irse de anacoreta al Ganges hasta morir de hambre, momificado y pensando en mantras (o en ecuaciones matemáticas ya que a Javier Marías no le convencen tampoco las religiones). Por no gustarle no le gustan, ni siquiera, los ordenadores ni Internet. Y esto no lo he entiendo, porque, aunque Internet contenga mucha basura como él señala («Una historia de vilezas», página 277), también alberga grandes proyectos culturales e información gratuita al alcance de muchos, incluido él. Por este tono tan negro podría explicarse que cuando hable del sistema democrático y las votaciones él mismo tenga que aclarar que anima a votar y a hacer uso de ese sistema político, pues, leyéndole, parecería más que abomina de él y que sería mejor quedarse en casa mirando las musarañas que ir a depositar el voto y perder el tiempo otorgando la confianza a semejantes personajes como los que se presentan por los partidos políticos (todos y sin excepción).

    En segundo lugar por su tono paternalista, o si se quiere a veces incluso soberbio. Da  la sensación de que Javier Marías, más que dar su opinión, sienta cátedra. Esta postura de saberlo todo y tener todas las respuestas a todas las preguntas, con falta de fe en nada, y rechazo de plano de todo, llegando al límite del respeto con sus comparaciones de personajes de nuestra actualidad, con caricaturas del cine, no me agrada. Yo recibo información, u opiniones, pero no espero que, desde su columna, nadie me evangelice con «su» verdad. Hasta cuando estoy de acuerdo con él, a veces consigue ponerme de mal humor.

    Y finalmente porque si bien, como decía antes, sus argumentaciones son impecables, quizá la información que selecciona del total de información disponible, no sea tan objetiva y blanca como él pretende. Es cierto que le da cera a todos (y en algunos casos comparto su opinión), pero no cuenta toda la verdad. Se queda con una parte de forma consciente. Y así no es posible la objetividad que pretende. Otra cosa es que yo no crea que un artículo de opinión haya de ser objetivo, más bien creo que en su propio concepto este tipo de escritura periodístia implica lo contrario, pero Javier Marías parece presentarse como eso, como la voz de la verdad que clama en el desierto. Pero no me ha convencido. Ni clama en el desierto ni es voz de VERDAD, sino de su verdad. Por cierto, alguien debería mencionarle al escritor, periodista, profesor, académico, etc. que cuando dice en su artículo «Bajo la luz de gas», página 146,: «al gran y viejo negocio del esclavismo, sin duda uno de los más rentables de la historia, desde las pirámides hasta la todavía añorada Dixieland», debería haber utilizado quizá expresiones más afortunadas como la sociedad de los faraones o incluso las civilizaciones de la AntigÁ¼edad (pues Grecia y Roma también contaron con esclavos), sobre todo porque a día de hoy se sigue discutiendo si quienes levantaron las famosas pirámides fueron los esclavos, o los propios egipcios en la temporada de descanso de las tierras anegadas por las generosas aguas del Nilo… ¿O entiende también Javier Marías que el pueblo egipcio era esclavo de su gobernante tiránico, el faraón?

    En cualquier caso una interesante lectura que hará pensar a más de uno… con lo necesitados que estamos de eso.

Sobre el Autor

Jordi Sierra Marquez

Comunicador y periodista 2.0 - Experto en #MarketingDigital y #MarcaPersonal / Licenciado en periodismo por la UCM y con un master en comunicación multimedia.