Consonancias, 35
Dos horas antes de que comenzara la segunda función que Les Luthiers ofrecían en el Auditorio de Zaragoza, el miércoles 13 de marzo, era elegido en Roma el papa Francisco, hasta entonces cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires.
Entre los espectadores circuló la sospecha de que los artistas podrían introducir alguna morcilla en su actuación aludiendo al caso. No fue así. La oportunidad se prestaba a ello, máxime teniendo en cuenta que uno de los episodios de su espectáculo, precisamente el último, daba pie a ello: el titulado ‘El Día del Final’, un exorcismo sinfónico coral donde aparece sobre el escenario un cardenal.
Ciertamente han pasado algunos años desde el momento en que tiene lugar la acción, el último día de 1999 (por cierto, el siglo XX no acabó entonces sino el 31 diciembre del año 2000), pero un juego de palabras y una visión futurista de la escena hubiera permitido fácilmente incorporar aquella noticia de alcance mundial. No lo hicieron.
Les Luthiers tienen medido al milímetro cada uno de sus espectáculos. Hasta los aparentes errores verbales de Daniel Rabinovich, con los que juega frecuentemente, están calculados. Tal vez esto explique que no utilizaran el acontecimiento dado a conocer por la fumata blanca en el Vaticano unas horas antes para dar un toque de actualidad a su función. O tal vez prescindieron de ello conscientemente, porque hubiera significado un oportunismo al que se sienten ajenos. Quizá alguien les hizo la sugerencia, pero es difícil averiguarlo.
El hecho cierto es que el espectáculo ‘Lutherapia’ que durante seis días han ofrecido en Zaragoza, ha despertado un enorme interés entre el público que casi agotó las localidades de la sala Mozart en cada una de las representaciones. Se estrenó el 22 de agosto de 2008 en el Teatro Astengo, de Rosario, y su éxito logró que permaneciera en cartel hasta 2010 con actuaciones en varios países. Hace un año iniciaron en Oviedo su gira por España; luego regresaron a México, Argentina y Uruguay; ahora han vuelto a Zaragoza, por décima vez en la historia de esta ciudad, tras actuar en Valencia y Barcelona.
El argumento que mantiene la continuidad narrativa del espectáculo gira en torno a un terapia psicoanalítica en la que Marcos Mundstock
representa el papel de psicólogo -doctor Murena- y Daniel Rabinovich el de paciente -Rodríguez-, y la charla entre ambos va dando lugar a los números cómicos y musicales que integran el espectáculo: la opereta medieval ‘El Cruzado, el Arcángel y la Harpía’, la galopa psicosomática ‘Dolores de mi Vida’, el vals geriátrico ‘Pasión Bucólica’ (escena recuperada del programa que realizaron en 1986), la balada mugida y relinchada ‘Paz en la Campiña’, la marcha prenupcial ‘Las Bodas del Rey Pólipo’, los blues ‘Rhapsody in Balls’, con la aparición del Bolarmonio (el instrumento original de Les Luthiers más llamativo de este espectáculo), el ‘orratorio’ ‘El Flautista y las Ratas’ (una versión algo modificada de la que presentaron en 1994), la cumbia epistemológica ‘Dilema de Amor’, el hilarante tarareo conceptual titulado ‘Aria Agraria’ (retomado en parte de una actuación anterior) y el ya mencionado exorcismo ‘El Día del Final’, con la aparición de otro curioso instrumento: la Exorcítara.
El gran acierto de estos artistas y lo que los hace únicos dentro del amplio abanico de los grupos cómico-musicales, es la magia del gesto y la palabra conjugados. Una simple mirada de Daniel Rabinovich, por ejemplo, lleva la acción a donde él la dirige. Todo lo que se sugiere en un momento determinado, puede estar en el movimiento de una mano o en la fluctuación de la voz. Los neologismos y los términos ambiguos o de doble sentido, son también un punto fuerte del conjunto. Y evidentemente su pericia interpretativa de los más variados instrumentos, algunos de ellos de factura original, como los mencionados anteriormente.
Un detalle a destacar, que contrasta extraordinariamente con muchos otros espectáculos de intención cómica, es la carencia absoluta de tacos, términos soeces o palabras de mal gusto. La limpieza del lenguaje dignifica cualquier actuación pública. En los tiempos que corren se asiste a un lamentable desplome del gusto por la elegancia en el hablar. Ocurre en espectáculos originales y otros que proceden de textos traducidos. Se da en el teatro, en el cine, en la radio (menos) y en la televisión. Se dicen sin venir a cuento para estar a la última, para no desentonar de la vulgaridad y hasta chabacanería con que se desarrollan actualmente muchas de las conversaciones habituales en cualquier parte.
Los defensores de este lenguaje burdo dicen que es un reflejo de la realidad; en todo caso de la realidad sucia que nos circunda y que ha conseguido intoxicar lenguaje coloquial. No abogo por un puritanismo a ultranza, porque a veces es oportuno el uso de tacos o expresiones malsonantes, pero sí defiendo un lenguaje pulcro remitiéndome al proverbio que dice “de la abundancia del corazón habla la lengua”.
La lengua de Les Luthiers es excelente, lo mismo que su vis cómica y su virtuosismo musical. Que sigan y vuelvan.